Relatos de carne y hueso de José Ángel Ordiz
Por Ana María Ordiz
Hay tiempos y circunstancias que invitan a la lectura. Confinada en mi hogar, aproveché la reclusión para releer las narraciones cortas de José Ángel agrupadas en seis de sus libros. Hablo de relecturas, sí, pero he de confesar que muchos de esos relatos volvieron a sorprenderme como la primera vez que los leí. Conozco de sobra las querencias creativas de Ordiz: su aversión por lo lineal y su afición por lo coral que a ciertos lectores espantan. No lo ignora él. Y se disculpa: «No me salen las historias que me cuenta la vida si las escribo como la vida me las cuenta». Aversiones y aficiones más patentes aún en sus novelas que en sus relatos breves. Espantarán a ciertos lectores, pero no a mí: sé que me atrapará su narrativa más o menos extensa por los giros constantes, por la verosimilitud de los diálogos, porque leo y me parece que estoy yo allí, tan de carne y hueso se me antojan los personajes. En este libro he compendiado mis historias preferidas de este autor al que no sé si conozco tan bien como a su obra, especialista él en invisibilidades y otras artes de similar categoría. «Ya lo dicen todo mis personajes», asegura. Y puede que sea verdad.