Sobre la novela “La urdimbre y la trama 2. Enemiga mortal de mi descanso”

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Reseña de “La urdimbre y la trama 2. Enemiga mortal de mi descanso”

Autor: Marcelo Matas de Álvaro

Editorial Castalia, colección Cuentenario

Valladolid, 2023

Por David Fueyo

 

El Quijote siempre ha sido fuente de inspiración para el arte, para los historiógrafos y para los coleccionistas de refranes y frases inmortales. “¡Oh, memoria, enemiga mortal de mi descanso!”, dice Cardenio acerca de su encuentro con Lucinda, su preciado objeto del deseo; y esa frase tan evocadora es la que suena en la cabeza de uno de los personajes más importantes de esta segunda entrega de La urdimbre y la trama y fíjense que escribo que este es uno de los personajes más importantes, porque en este caso Andrés Retamar, pieza fundamental de la primera entrega llamada Yo se quien soy, es hilo conductor sutil y casi camuflado, pero no protagonista absoluto. En esta historia el eje central, el personaje fundamental no es otro que la memoria. Veamos por qué.

Urdimbre y trama. Nuestro paso por el mundo está formado de muchas pequeñas memorias personales que esbozan la palidez de una memoria colectiva. Aquí nos encontramos justo al amanecer después de la oscuridad de la dictadura franquista en un tiempo pretérito de reminiscencias actuales. Un tiempo que también tuvo memoria y que al ser recordada en voz alta provoca el miedo y que haya que cerrar rápidamente puertas y ventanas, no vaya a ser que alguien nos escuche. Una memoria construida de otras memorias que quizás fuese mejor que hubieran sido borradas por el tiempo porque, a veces, duele y el olvido es sanador, es cierto, pero también invita a la idiotez colectiva.

La fábrica cuyas máquinas urdían y tramaban tejido de posguerra, tejido gris como ese tiempo o verde, como los militares que vestían su uniforme hecho en ese Belgrey que el lector avispado reconocerá como el Béjar donde el autor nació y pasó su juventud, ahora es un edificio en ruinas. Esa fábrica que en los años cincuenta y sesenta resoplaba esperanza lejana, pero al fin y al cabo esperanza, ahora es un esqueleto vacío del cual se surten unos jóvenes para poner coqueta una cochera donde se han de celebrar fiestas. Del derribo surge la osadía de la ilusión y el ensueño. De la ceniza nacerá un primer amor, una noche inolvidable, una fiesta repleta de gente con The Doors de fondo donde la memoria, esa protagonista, esa puta tan distinguida de Marsé simplemente desaparezca. Carpe Diem, somos jóvenes, vivamos, pero estamos en el año setenta y seis. ¿Quiénes seremos ahora cuando el lector o lectora nos devuelva a la vida tras estas líneas?

Todo en el paso del tiempo es filosofía. Y la vida en sí. Y la muerte. Pero la muerte, la muerte de una joven, el misterio, el amor oculto u ocultado, mejor dicho, por lo prohibido y lo obsceno que todo pueblo pequeño hace de lo diferente llevándolo al calor de un infierno grande también es filosófico y psicológico. El tiempo y el lugar nos ha hecho ser así. Si no hay sonrojo ante el pasado algo hemos hecho mal.

El abuelo que es cobarde y fue cobarde y es eje de la historia y alberga el macguffin que trama y urde esta historia. El abuelo que conoció a Miguel Hernández, pero el miedo, el odio, y el dolor como triada enmudece y es tormenta interna. El abuelo borracho y derrotado que es una parte de España, la que bajó los brazos y simplemente desfiló al paso alegre de la paz, pero sin alegría ni paz. La siesta fue larga y si no pasa nada es que todo va bien. La transición como deambulatorio donde unos y otros se cruzan y algunas ventanas se abren para gritarle a todos que somos libres pero que la libertad hay que pelearla en las calles y en las barricadas. Los jóvenes exaltados se cruzan con las abuelas con miedo que cierran puertas y ventanas, no vaya a ser que nos escuchen, que mil novecientos setenta y seis puede ser otra vez mil novecientos treinta y seis. Un Mercedes negro frente a alguien que ondea una bandera tricolor con una franja morada. Un tiempo mil veces retratado, filmado y escrito, aunque siempre diferente. Urdimbre y trama aún con la fábrica que son cascotes y no hay futuro. En circunstancias similares nació el punk, pero aquí quizás hacía más falta la democracia. Y quien lo recuerda dice que hubo tensión, y Marcelo Matas la refleja línea a línea.

¿Qué fue de Andrés Retamar? Andrés, que aparece poco, pero aparece de nuevo en esta reseña, como hilo fuerte y resistente, cabo retorcido que da sentido a todo, construyendo, urdiendo y tramando una memoria futura que también, en parte, es la de todos, lo único que hace es vivir. Habitar su tiempo y que todo se mueva alrededor. Y Marcelo lo cuenta. Y le deja que viva para poder contárnoslo. Y uno, que es retorcido, descubre artificios, trucos y elipsis que le hacen feliz por encontrarse dentro de un texto que parece lejano, pero se torna propio. Somos parte de esa pequeña memoria. Leer también es vivir. Entre estas líneas el lector se sentirá vivo.

Marcelo Matas vuelve a construir una novela técnicamente hablando compleja y golosa para el lector avezado, el que no deja escapar detalles, el que disfruta con los giros del lenguaje imposibles, con los diálogos sin guion ni acotación. Con la temida y odiada segunda persona para todo escritor que haya probado escribir en esta persona, la más compleja, dicen, la que menos luce pero que aquí brilla y fluye sin estridencias desde la naturalidad del que lee como si escuchara. Él juega con el lector y le guiña un ojo cuando repite el mismo párrafo a posta con cien páginas de diferencia. Él hace del texto divertimento cuando dice que cuentan y cuando cuentan de verdad. Cuando juega con la linealidad del tiempo y con la elipsis haciendo preguntas que más tarde se responderán. Forma urdimbre y trama que juega con los géneros, ya que en esta novela hay prosa, verso ajeno y propio camuflado de ajeno. También hay teatro, epístola y ensayo psicológico pues, por deformación profesional, Marcelo hurga sin contemplaciones con los pensamientos y sentimientos más profundos de algunos de los personajes que aparecen en esta entrega tan parecida y diferente a partes iguales a la primera. De toda esta obra de telar literario surge la sorpresa y el gusto por las letras gourmet en un volumen bien presentado por la Editorial Castilla de Valladolid que inicia colección de novela con esta obra.

Léanlo y saboréenlo. Sorpréndanse y déjenme terminar aquí, pues también en el Quijote se dice:  Se breve en tus razonamientos, que ninguno hay gustoso si es largo.

 

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