Música para dos novelas en Salzburgo, la nueva Roma del norte. Por Ángel García Prieto. 31/07/2013.

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 Música para dos novelas en Salzburgo,
la nueva Roma del norte

 

 TEXTO: Ángel García Prieto
FOTO: Javier García Prieto 
 
Salzburgo es la capital del land del mismo nombre que, desde el siglo VIII, fue un principado independiente y conservó su autonomía hasta la invasión por el ejército de Napoleón. Siglos antes había sido un municipio romano al norte de los Alpes, devastado por los marcomanos y reconquistada por los bávaros. La ciudad creció a las orillas del río Salzach, por la influencia económica de la explotación de las minas de sal – sal es salz, prefijo del nombre de la región, la ciudad y el río – que se lleva a cabo en aquella comarca y por el emplazamiento estratégico, como puente entre Alemania e Italia. Gobernado por el Príncipe-Arzobispo pasa a formar parte del Imperio Germánico e interviene en las guerras medievales entre el Papado y el Imperio, para decaer tras el ataque en el s. XII del emperador Barbarroja. En la época de la Reforma Protestante, Salzburgo es un bastión católico que vuelve a conseguir un auge social y político en la zona. 

La ciudad de Salzburgo 

La capital del land de Salzburgo llega a su esplendor y madurez barroca en los siglos XVII y XVIII, con la reconstrucción realizada tras un gran incendio que sufrió en 1598. El arzobispo Wolf Dietrich von Raitenau reordena la nueva urbanización después de derruir los restos de la ciudad medieval. El artífice es el arquitecto italiano Vicenzzo Scamonti, que hace una ciudad de plazas, para realzar las perspectivas de palacios, templos y teatros, aun a costa de “malgastar” el poco espacio que deja el río y la colina del castillo Hohensalzburg. Salzburgo queda así como una ciudad pequeña, coqueta, elegante y acogedora, que actualmente tiene menos de ciento cincuenta mil habitantes. Marco perfecto para el famosísimo festival musical veraniego que se repite los meses de julio y agosto desde los años veinte del siglo pasado. Pero también ciudad llena de encanto para visitar en cualquier época y quizá ciudad amable siempre para vivir.

Por obra de arquitectos de nombres germánicos, Johan Bernard Fisher von Erlach y Lucas von Hildebrant, pero de origen o formación italianos, van tomando rica forma barroca los palacios Mirabell, Leopoldskon o la Residencia, la abadía de San Pedro, la iglesia de San Francisco y la catedral. El primero, situado en la ribera izquierda del río, es un amplio palacio que ahora tiene una apariencia neoclásica, aunque su origen es del s. XVI, está rodeado de unos jardines muy bellos que tienen esculpidos parterres, estatuas, un laberinto y un teatro al aire libre. En la otra orilla del río se concentran la mayor parte de los monumentos y la vida turística y comercial de la ciudad, que toma como eje la calle de origen medieval Getridengasse, larga y estrecha, interrumpida por varias de esas plazas de la urbanización barroca y llena de artísticos reclamos comerciales, en pequeños edificios elegantes y cuidados, uno de los cuales, el número 9, es la casa natal de Mozart. En ese núcleo está la Plaza de Mozart; la Catedral, que tuvo su origen en el s. VIII, para ser sustituida tras un incendio por otra del s. XII que a su vez ardió en 1598 y fue rehabilitada en una mezcla del barroco del momento con los restos románicos; la iglesia de San Francisco también tiene orígenes muy antiguos y hoy es el resultado de partes románicas, góticas y barrocas de gran majestuosidad y la abadía de San Pedro, fundada igualmente en el S. VIII y enriquecida también en las época del románico, el gótico y el barroco; tiene incorporado un cementerio en que están enterrados el compositor Haynd, el arquitecto constructor de la catedral, Solari, y familiares de Mozart, entre otros personajes importantes del lugar. 

El palacio de La Residencia fue la sede del gobierno y la residencia de los Príncipes-Arzobispos de la ciudad, desde que fue construido con ese fin a principios del s. XVII. Situado en el centro de la ciudad, con un estilo barroco, fue escenario de la rica vida social y política del esplendor de Salzburgo hasta que la ciudad fuese invadida por Napoleón. En uno de sus salones el niño de seis años Wolfgang Amadeus Mozart ofreció su primer concierto público. 

Dos novelas de música y músicos 

Franz Grillparzer (Viena, 1791 – 1872) fue un dramaturgo austriaco que gozó de todo el éxito de la época romántica en la que vivía, para pasar después a formar parte del elenco de los grandes escritores de su país. Y aunque sólo escribió dos novelas, se le considera un avanzado maestro que formula el ideal estético que había de servir de estímulo a los modernistas. “Quizá por la riqueza de esta prosa fue por lo que Kafka estuvo algunos años releyendo la obra, y sobre todo leyéndosela a su hermana en voz alta, para que pudiera apreciar ese sentimiento vital que emana de la literatura” – dice Francisco Manuel Villegas, en la breve introducción que dedica al autor y a su obra para iniciar la edición de la novela El pobre músico (Ed. Ellago, 2002). Se trata de una narración de antología, como una pequeña joya que Franz Grillprazer tardó quince años en acabar y en la que adem&aacu
te;s de proyectar muchos detalles autobiográficos, deseó plasmar la pasión del artista, el sufrimiento y la insatisfacción que sólo terminan cuando el ideal estético acaba por identificarse con la obra.

En El pobre músico, un protagonista narrador omnisciente acude como tantos otros a la fiesta popular de la Brigitteanau – una isla del Danubio en Viena – para celebrar el plenilunio de julio de algún año de mediados del s. XIX. Allí descubre a un anciano músico de calle, que le llama la atención por su aristocrático porte y sus educadas maneras. Se llama Jacob y va a establecer una relación de amistad con él, que acabará en las confidencias de sus ya antiguos anhelos y de su apasionante experiencia personal, entre la música y el amor de juventud…Grillparzer escribe una prosa directa, efectiva y concisa, que tiene algo de musical y desde luego mucho de emotiva, para trazar una interesante, bella y ¿triste? historia romántica, que es también un canto épico de los artistas.

Mozart de camino a Praga (Ed. Galaxia Gutemberg, 2006) es, de algún modo, otra nouvelle, otra novela corta, de parecidas características y paralela trayectoria hacia el infinito literario. Por un lado, su autor, Eduard Mörike (Ludwingsbourg, 1804 – Stuttgart, 1875) es un alemán casi coetáneo a Grillparzer y también es un romántico que apenas escribió otras dos novelas, pues el resto de su obra es poética. Después de estudiar teología, ejerció de vicario y pastor de algunas parroquias durante pocos años, dada su enfermiza naturaleza. Y también ha pasado a la antología de los escritores germánicos. Mozart de camino a Praga es una preciosa y excelente novela corta que narra la anécdota histórica del músico de Salzburgo cuando, en el otoño de 1787, viajaba a Praga acompañado de Konstanze, su mujer, para asistir en la capital checa al estreno de su ópera Don Giovanni. En un alto del camino, arranca una naranja en el jardín de un palacio, sin saber que el árbol estaba reservado para una fiesta de compromiso que se va a celebrar ese mismo día. Retenidos por el jardinero, son invitados por los dueños del palacio a participar de la fiesta, tras ser reconocidos. A través de esta ficción literaria Mörike se propone hacer "un pequeño retrato del carácter de Mozart", pero consigue realizar una antológica obra, "una polifonía coral en la que apenas hay espacio para pasajes exclusivamente narrativos" – como dice la introducción del libro -, llena de musicalidad que acerca al lector a la realidad del ambiente, los antecedentes, la obra y la persona de Wolfgang Amadeus Mozart.

 

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