Una entrevista ligera a Fernando Fonseca
» Soy culpable de tanta inocencia
Por Javier Lasheras y José Havel
¿Qué valora más en un viaje?
El estado de ánimo.
¿Qué es lo que más le gusta hacer a las 8 de la tarde?
Mirar el reloj y esperar.
¿Cuál es el riesgo principal de viajar con usted?
Por regla general, no me agrada visitar museos ni hacer colas.
¿Qué valora más para elegir un acompañante?
Cierta complicidad, ciertos silencios y alguna sonrisa.
¿Cuál es ese lugar al que siempre le gustaría volver y por qué?
Casi todos los que conozco, porque tras haberlos visitado soy capaz de reconstruirlos sin esfuerzo alguno, haciéndolos secretamente míos y llevándolos a ocupar un lugar en el mapamundi de mi imaginario. Es muy grato reencontrar paisajes en los que uno ha ido viviendo poco a poco.
¿Cuál es su principal defecto?
Supongo que hablamos de defectos como viajero. En ese caso, una acusada prevención contra lo que otros entienden como “la aventura de viajar”. No me gusta ir a cazar leonas. Me enriquecen infinitamente más otras leonas en los escaparates de Ámsterdam.
¿Y su principal cualidad?
Paradójicamente, el rechazo al viaje entendido como aventura que hoy en día predomina.
¿Qué libros lee cuando viaja?
Los que en ese momento tenga entre manos o los que necesite por un motivo u otro. Me he visto leyendo a Kafka en Turquía (Kafka en turco significa montaña o algo así), a Piglia en Nueva York, a Ionesco en Ámsterdam, a De Lillo en París, a Banville en Túnez… Impulsivamente, rechazo a Kafka si estoy en Praga o a Joyce en Dublín. Jamás leo guías de viajes.
¿Y qué está leyendo ahora?
La biografía de Beckett, La follie Baudelaire de Calasso y teatro (Pinter, Durrenmatt, Chelderode…)
¿Es usted de los que leen con lápiz y papel a mano?
Solo a veces, cuando lo que persigo con la lectura es un tesoro oculto o cuando noto que me falla alguno de los cinco sentidos que empleo al leer.
¿Cuál sería su mayor desdicha?
No quiero imaginarla.
¿Qué obra publicada le hubiese gustado firmar?
Casi todas las recogidas en mi libro Pabellón de eternos y alguna más.
¿Dónde le gustaría vivir?
En ese país de las maravillas que inevitablemente acaba transformado siempre en el país de nunca jamás.
¿Cuál es su bebida favorita?
Coca-Cola (ahora sin cafeína) y whisky si es de noche. Las dos por separado.
Dígame un par de grandes novelas que se le atragantaron o nunca pudo terminar de leer.
Muchas. Demasiadas… Por ejemplo Absalon, absalon, de Faulkner y casi todo el 98 español. Afortunadamente, no guardo en la memoria tanto fracaso.
¿Cuál es su ciudad preferida?
Praga, para distraerme. Nueva York, para no perderme. París, para pensar en otro idioma. Ámsterdam, para olvidarme de mí mismo. Estambul, para hacerme ilusiones. Tozeur, para descubrir colores. Tremezzo, para respirar el aire de otro tiempo antiguo, con aquella vieja mujer lombarda…
¿Quiénes son sus escritores favoritos?
Supongo que Joyce, Beckett, Sterne, Kafka, Magris, Rimbaud, Döblin, Hamsun, Bernhardt… Son tantos…
¿Cuáles son sus palabras predilectas o su frase favorita?
Aunque depende del momento y las circunstancias, un verso de Rimbaud: “Par delicateusse, j´ai perdu ma vie.”
¿Qué música suele escuchar?
Por generalizar, digamos que casi toda la comprendida entre los años cincuenta y los ochenta. No descarto ninguna música siempre que me sugiera pequeñas fantasías. Incluso he llegado a buscar en Youtube la pieza de John Cage titulada 4,33 (es lo que dura). Esta pieza es pura nada, nunca mejor dicho, ni siquiera es una tomadura de pelo digna de consideración. Por otra parte —aunque más honrado—, ya en su día Ravel dijo tener como preferida su Bolero precisamente por carecer de música. Eso dijo. Me he criado con los Stones por encima de todos los demás. Hoy admiro a muchísimos, más que a escritores y pintores juntos.
¿Con qué personajes históricos y personajes ficticios le gustaría pasar una velada?
Con Joyce (yo callado). Con Beckett (yo aislado). Con Hedy Lamarr (yo enardecido viéndola correr desnuda por la campiña checa). Con Djuna Barnes (yo expectante). Con Anita Pallenberg (yo acojonado). Con Groucho Marx (yo despistado). Con cualquiera de los protagonistas de la vieja película Freaks (yo sacando pecho)… Todos reales. Los que pertenecen al reino de la ficción están bien donde están y como están, así que no seré yo quien les importune.
Por unos 30 deseos con 99 miradas. Puro onanismo de saldo o simple ejercicio de estilo.
Recomiende un par de obras de arte.
L´origine du monde, de Courbet, porque nada mejor que esa tela para demostrar que la realidad es obscena o La lectora de novelas, del romántico belga Antoine Wietz, porque materializa el pensamiento de Larbaud acerca de la lectura, “ce vice impuni”.
¿En la escritura de qué se halla usted ahora inmerso?
Novela/ensayo. En ella la literatura es el centro en torno al cual giran las peripecias de un namedropper (nada esnob) al que todavía no sé —sospecho que nunca lo sabré— si pretendo denigrar o por el contrario exaltar dada su actitud. Ese don nadie de mente libresca es un metamorfo empeñado en demostrar que en literatura todo es metamorfosis.
¿Qué detesta, odia y le cabrea a un mismo tiempo? ¿Y por separado?
Esa grosera vanidad que encubre al ignorante.
Recomiéndenos un libro que aún no haya leído.
Uno que no he pensado y que, sospecho, jamás escribiré.
Díganos un par de películas que todo el mundo debería ver.
Amarcord, Fanny y Alexander, Una noche en la ópera, Film…
¿A través de qué película llegó a leer un libro estupendo?
De ninguna.
¿Qué suceso de la historia admira más?
No soy capaz de admirar ningún suceso histórico. Para mí, lo más cercano a la categoría de suceso histórico es el nacimiento y la muerte de los que están a mi lado, quiero decir conmigo, no de un modo accidental.
¿Qué red social de internet prefiere?
No tengo preferencia por ninguna red social, ya sea en Internet o en el Club del Oyente.
¿A quién le hubiese gustado entrevistar?
Me gustan más las acotaciones que las preguntas. El diálogo entre dos, tres o cuatro personas a lo sumo. La provocación intelectual.
Y por último, ¿cómo se declara usted, culpable o inocente?
Soy culpable de tanta inocencia.
Fernando Fonseca es escritor.