PRESENTE Y FUTURO DE LA ESCENA ASTURIANA
Por Roberto Corte
Exponer y posicionarse sobre el “presente y el futuro de la escena asturiana” requiere su tiempo. No es posible presentar en unos minutos los muchos elementos que conforman el hecho teatral en su conjunto ni su cuadro sinóptico. No obstante, pasaré someramente sobre algunos de ellos dando mi opinión. Lo primero es entender que el presente está relacionado con el pasado, y el futuro con el presente. Somos resultado de lo que fuimos y seremos los que somos, más la suma de novedades que entren a formar parte de nuestra trayectoria de recorrido. Se trata de un continuum, de una relación de causalidad estructurada como un argumento dramático. Lo primero que me gustaría decir es que la problemática de nuestra realidad escénica, más allá de las obviedades específicas de ciertas comunidades (lengua oficial, coyunturas puntuales y acontecimientos específicos), es muy similar a la del resto del estado, y que en una comparativa per cápita no saldríamos tan mal parados como a primer golpe de vista podríamos pensar. La praxis estructural responde al modelo “centralismo democrático”, y es fácil entender que más desarrollo, competencia y oportunidades existirán en Madrid y Barcelona que en cualquier otro territorio, de la misma manera que más desarrollo, competencia y oportunidades existirán siempre en Gijón, que en Laviana o Cudillero, por poner otro ejemplo en el espacio autonómico. Respecto al modelo ideológico que lo refrenda, es el estándar liberal. Las infraestructuras son de dominio público pero las producciones y el apartado artístico, principalmente, de ámbito privado. Y esto es así en todo el territorio nacional porque ése es el modelo empresarial que nos representa, pese a que a veces se diga lo contrario debido al alto grado de atomización alcanzado y a la precariedad laboral. Hay un estupendo libro sobre política teatral de Manuel F. Vieites, El teatro vacío, donde se analiza con rigor la problemática del teatro español y se presentan medidas alternativas para una mayor optimización de recursos. Al igual que la ADE (Asociación de Directores de Escena) lleva unos años difundiendo el proyecto “Ningún teatro sin compañía, ninguna compañía sin teatro”, un estudio de viabilidad para municipios que dispongan de compañías profesionales, con la intención de conseguir una actividad “normalizada” hacia la ciudadanía. Pero, dicho sea de paso, sin conseguir a día de hoy resultados ni despertar el más mínimo interés entre la profesión. ¿Por qué? Porque el modelo de producción empresarial que nos representa –me repito– es el privado, frente a los centros de producción públicos.
Para esbozar los elementos principales que conforman las artes escénicas del Principado podríamos dividir la exposición en dos partes: la política y la artística. A sabiendas de que las dos partes están cableadas en relación de dependencia, de que hay elementos que se presentan libres y desconectados, o incluso formando conjunto con otras disciplinas profesionales. Pero sobre estos asuntos nada diré, por evidentes razones de tiempo y espacio.
La parte política concierne, obviamente, a las Administraciones, y está relacionada con las infraestructuras, programaciones para escolares y adultos, promoción, conciertos, subvenciones, circuitos, educación, ESAD, premios, etc. El avance que ha dado Asturias durante estos últimos treinta años en la construcción de teatros, auditorios y espacios útiles para las artes escénicas es una realidad indiscutible. Detenerse en ellos de manera pormenorizada requeriría de unas jornadas específicas. Me limitaré a decir que lo realizado aquí también se ha hecho en toda España. La mejora ha sido muy importante, es cierto, pero, todo hay que decirlo, los errores cometidos, en gran medida, también han sido de bulto. Baste con exponer sólo un argumento a mi favor: en la mayoría de los teatros, los espectadores, sentados en las butacas, no alcanzan a ver el suelo del escenario. Cualidad que destruye la perspectiva óptima e imprescindible, necesaria, para disfrutar con plenitud de la función. Y lanzo una pregunta retórica y sempiterna: ¿cómo es posible que a estas alturas de siglo todavía no se haya impuesto un protocolo de actuación para la construcción de nuevos espacios, en función del aforo, la peralta, alturas, escenario, camerinos, etc., o para la creación de espacios alternativos o polivalentes?
Respecto a los planes de programación anual, circuitos, residencias, promoción, becas, subvenciones, etc., llevados a cabo por la Consejería de Cultura a lo largo de estos años, presentan un gráfico la mar de variopinto y disonante, con picos de subida y bajada muy rocambolescos, tal y como si estuviéramos en una montaña rusa. Como me es imposible exponer hoy algunos ejemplos diré que la opinión generalizada es la de que faltan recursos y un proyecto firme, aunque hay una parte de profesionales que notan ahora una mejora cualitativa y cuantitativa considerable (Camino Escena Norte, residencias en Laboral, etc.). Pero mi impresión como espectador percibe una panorámica de resultados muy fragmentada, y en muchos de los casos meramente testimonial, habida cuenta que hubo y hay espectáculos de mediano formato y calidad contrastada que no han tenido más que cuatro o cinco representaciones en el Principado. En el resto de España son muchos quienes cuestionan las subvenciones a la producción “anual”, porque obligan a una producción vertiginosa que trae como consecuencias superproducción, baja rentabilidad a todos los efectos, precarización, etc. Aunque desconozco la estadística y los argumentos contrastados en que se basan tales afirmaciones. En el caso de los premios a la escritura dramática, proyectos y representaciones, las Administraciones asturianas también han sido un poco como el Guadiana, con apariciones y enterramientos sin alcanzar una estabilidad firme y continuada. Hace años que ha desaparecido el premio de textos dramáticos Alejandro Casona, del Principado, quizá el concurso con mayor proyección nacional, el Pachín de Melás a la producción convocado una sola vez por el Ayuntamiento de Gijón, al igual que su anterior Jovellanos para textos dramáticos, posteriormente reconvertido felizmente en concurso a un proyecto de producción (el de mayor cuantía económica en nuestra comunidad). Aunque la Consejería ha sido capaz de mantener el Asturias Joven de textos teatrales, el Nel Amaro a las representaciones en asturiano y ahora el nuevo Pachín de Melás a textos en asturiano, al que deseamos prósperos y felices años. La creación de la ESAD en Asturias es sin duda uno de los hitos más trascendentales en nuestra comunidad escénica. Valorada y reconocida por la mayoría de los profesionales por sus muchas actividades llevadas a cabo, su pedagogía y buenos resultados, comparte problemáticas de reconocimiento y estatus educacional respecto al modelo universitario, con el resto de centros ESAD del estado. Aunque tiene en su contra el haber perdido la especialidad de Dirección y Dramaturgia (intuyo que debido al nulo interés de la Consejería de Educación del Principado del momento). Los importantes proyectos y actividades realizadas, complementarios a la labor docente, no le han impedido convocar ininterrumpidamente durante años el modesto concurso de textos dramáticos Dulce por Amargo.
En el apartado artístico no entraré a dilucidar el concepto “autoría” ni sus muchas implicaciones (no hay tiempo). Me limitaré a decir que la creación es plural y multidireccional, y que va de lo dramático convencional con predominio de la comedia y la farsa (Maxi Rodríguez, Laura Iglesia, Eladio de Pablo, etc.) a lo performativo postdramático (danza, mixturas, instalaciones, Borja Roces y su Matanza, etc.), pasando por el teatro costumbrista (casi exclusivamente en el ámbito amateur) y una nueva autoría que ya empieza a aflorar con sensibilidad siglo XXI, y que yo identifico en la pieza de Néstor Villazón Mudanza, por poner un ejemplo. Una obra a base de monólogos donde la pareja protagonista decide conscientemente enfrentarse a un embarazo de riesgo, antes del embarazo. Un planteamiento audaz, en este caso “dramático”, impensable en personas de mi generación, pero que se sitúa ya en una nueva ética y poética “ecológica” (Eva Vallines la llamará “ecosostenible”), que en otros autores se manifiesta principalmente en tono de humor, y por el tratamiento de unos asuntos “trascendentales” que se presentan rebajados, al ser abordados desde la cotidianidad y la convivencia. En lo que concierne al teatro amateur, salvo excepciones, su interés recae en el denominado teatro costumbrista –tan genuino– con variables de contemporaneidad temática y ambiental, gozando del tradicional respaldo por parte de los espectadores.
No he podido asistir a las mesas sobre el teatru y el nuevu teatru popular asturianu, y bien que lo siento. Más allá de la consideración específica al tratarse de una lengua tradicionalmente ligada al costumbrismo y al ámbito amateur (aquí cabría hablar de un neocostumbrismo profesional nonato, muy potente –Escena Apache y su Planeta Joselín–, de la misma manera que Alonso de Santos autodefinía como neosainete su Estanquera de Vallecas), el teatro en asturiano tiene las mismas virtudes y los inconvenientes que el resto de teatro realizado en las lenguas minoritarias del estado (la riqueza cultural que eso implica y su ámbito restringido), más el agravante de no ser lengua oficial, disponer Asturias “sólo” de 1.000.000 de habitantes y el no contar con una praxis profesional “normalizada”, más allá del teatro para niños. En otro orden de cosas jamás entenderé por qué no se programa en el estado español teatro en euskera, gallego, asturiano y catalán, en versión original. Hace cuarenta años las compañías gallegas representaban en galego fuera de su comunidad, y Guillermo Heras, recientemente fallecido y director de la Muestra de Teatro Contemporáneo de Alicante, así continuó haciendo en su programación. En fin, un tema de vital importancia el de nuestro teatro en asturiano, sobre el que deberíamos hablar largo y tendido y al que las Administraciones y los profesionales le debieran de prestar más atención.
La programación de los grandes teatros de nuestras ciudades principales requeriría de un debate acerca de su planteamiento ideológico-artístico, al igual que el reconocimiento e incidencia de FETEN en nuestras compañías, las actividades organizadas por iniciativas privadas con o sin apoyo institucional (los encuentros de Teatro del Norte o las novedosas y muy fructíferas jornadas sobre autoría realizadas por Dramática Insania, por ejemplo) o algunas de las publicaciones de textos teatrales en edición papel. Temas todos sobre los que convendría hablar de vez en cuando con la intención de tomarle el pulso a una escena –la nuestra– que palpita de forma vigorosa, aunque con arritmias de diversa índole. Muchas gracias a la Asociación de Escritores de Asturias por organizar este encuentro y haber contado conmigo.