Alicia en el país de las maravillas según Tim Burton: Imaginería sin alma. Por José Havel (23/04/2010).

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Aunque basada en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas (1865) y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí (1872), la Alicia en el país de las maravillas de Tim Burton —segunda versión Disney tras la realizada en 1951 por Clyde Geronimi, Hamilton Luske, Wilfred Jackson— no es una adaptación propiamente dicha de los libros de Lewis Carroll. Su Alicia (Mia Wasikowska), a punto de ingresar en la vida adulta —tiene 19 años y un insulso Lord la pide en matrimonio— debe acudir en socorro del País de las maravillas, ahora oprimido por la tiranía de la Reina Roja (Helena Bonham Carter), un mundo de fantasía del que sólo guarda ya una memoria intuitiva, pese a su visita durante la infancia. En ese mundo mágico la esperan, impacientes, viejos amigos como el Conejo Blanco (Michael Sheen), Tweedledee y Tweedledum (Matt Lucas), la Oruga (Alan Rickman) o el Sombrerero (Johnny Depp), deseosos todos de que Alicia sea verdaderamente la campeona de la Reina Blanca (Anne Hathaway) profetizada por el Oráculo, es decir, el paladín encargado de abatir con su espada al horripilante Jabberwocky de la cruel Reina Roja.

Semejante operación recuerda un tanto la llevada a cabo por Steven Spielberg en Hook (1991), a partir del Peter Pan de James M. Barrie. En dicho largometraje, Peter (Robin Williams), que ha crecido hasta convertirse en un importante abogado, tan atareado que casi no tiene tiempo para sus hijos, apenas recuerda nada de su infancia, hasta que aquéllos son secuestrados por el Capitán Garfio (Dustin Hoffman). Éste se los lleva, sediento de revancha, al País de Nunca Jamás, reino de fantasía cargado de aventuras a donde Peter se ve obligado a regresar. Allí, con la ayuda de los niños perdidos y del hada Campanilla (Julia Roberts), retoma sus poderes —volar, etc.— a fin de enfrentarse con Garfio y, así, lograr el rescate de sus pequeños, recuperando de paso los recuerdos de niñez.

En este sentido, los más puristas objetarán a la propuesta de Burton haber utilizado la clave personal en lugar de optar por la llave maestra que le ofrecía el escritor inglés para adentrarse en su mundo. Gustos individuales aparte, no parece una razón crítica de peso reprochar a un cineasta servirse de una obra preexistente, todo lo célebre y clásica que se quiera, para atraerla a sus propios intereses y erigir un universo propio. Entrecruzando los dos libros más famosos de Carroll a su particular manera, Burton elige presentarnos un País de las maravillas trastocado en País de las pesadillas con fantasmagórica estética de ultratumba —sin renegar, eso sí, de su fauna imposible, su ingenioso idiolecto fudamentado en el nonsense y los acrónimos, la aventura iniciática de la heroína…—, en cuyo seno formula un discurso en torno al problema de la identidad. Alicia, semi amnésica, se pregunta quién es; los demás, si es ella la verdadera Alicia que ellos conocieron trece años atrás y ahora aguardan ansiosos.

Otra cosa muy distinta es valorar los resultados finales arrojados por esas intenciones (re)creativas personales. El trasvase a la pantalla de un gran clásico de la literatura anglosajona a cargo del director de Charlie y la fábrica de chocolate (2005), reinvención ésta de la novela homónima de Roald Dahl, implica siempre la promesa de una enriquecedora reelaboración sui generis. De entrada no parecía una mala transacción artística el maridaje entre las imaginerías fantásticas de Lewis Carroll y Tim Burton. Y en lo que a la imaginería se refiere, el filme del realizador norteamericano cumple el expediente con sus delirios audiovisuales de onirismo barroco, pulsión surrelista y distorsiones espaciotemporales, en virtud de un presupuesto generoso y del avanzado estado de los efectos digitales. El problema es que la película, si bien no aburre, no apasiona; casi sucumbe a esa misma imaginería que propone, exento como está su relato de sorpresas y de emoción, una galería de efectos especiales tecnológicamente admirable, cuasi perfecta (el diseño visual del largometraje es magnífico), pero narrativamente fría, sin alma: 3D sin relieve vital.

 
 
ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (Alice in Wonderland). EE UU, 2010. Dirección: Tim Burton. Producción: Joe Roth, Jennifer Todd, Suzanne Todd y Richard D. Zanuck. Guión: Linda Woolverton; basado en los libros Alicia en el País de las Maravillas y A través del espejo, de Lewis Carroll. Música: Danny Elfman. Fotografía: Dariusz Wolski. Montaje: Chris Lebenzon. Diseño de producción: Robert Stromberg. Vestuario: Colleen Atwood. Intérpretes: Mia Wasikowska (Alicia), Johnny Depp (Sombrerero Loco), Helena Bonham Carter (Reina Roja), Alan Rickman (la Oruga), Anne Hathaway (Reina Blanca), Michael Sheen (Conejo Blanco), Matt Lucas (Tweedledee y Tweedledum), Crispin Glover (Sota de Corazones), Stephen Fry (el Gato de Cheshire), Timothy Spall (el Sabueso)… Duración: 108 minutos.

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