Cannes 2009, una 62ª edición sobre seguro. Por José de Oxendain (25/05/2009).

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La historia del Festival de Cannes con el cine español no ha sido nunca precisamente de amor, a excepción de romances aislados como el que el certamen francés mantiene con Pedro Almodóvar, al que, por cierto, no es ya que se le haya vuelto a negar la Palma de Oro, sino que este año se ha quedado en blanco en cuanto a galardones, pese a la buena acogida crítica de Los abrazos rotos. Aún así cabe hacer una lectura positiva: la presente edición de Cannes ha tenido al cine de nuestro país más en cuenta que de costumbre. Dentro de la sección oficial también compitió Isabel Coixet con Map of the sounds of Tokio; la Quincena de realizadores acogió el corto de Chema García Ibarra El ataque de los robots de Nebulosa-5; la Semana de la Crítica, apadrinada por los realizadores españoles Juan Antonio Bayona (El orfanato) y Juan Carlos Fresnadillo (Intacto, 28 semanas después), dos referentes internacionales del cine fantástico de terror, programó la película Hierro, de Gabe Ibáñez, un nuevo ejemplo de la vitalidad del cine de género hispano con Elena Anaya encabezando el reparto; mientras que fuera de competición, Alejandro Amenábar presentó su Ágora, protagonizada por Rachel Weisz.

Por lo que al resto se refiere, esta 62 edición del Festival de Cannes, contrariamente a la de 2008, que dejó amplio espacio para el descubrimiento de nuevos talentos, ha estado marcada por la presencia de valores seguros, no sólo en su sección oficial. Rara vez la Croisette ha asistido a una reunión semejante de cineastas de renombre: Alain Resnais, Jacques Audiard, Gaspar Noé, Xavier Giannoli, Alain Cavalier, Marco Bellocchio, Pedro Almodóvar, Michael Haneke, Park Chan-wookJohnnie To, Ang Lee, Tsai Ming-liang Pavel Lounguine, Hirokazu Kore-eda o Bong Joon-ho. La nómina incluía, además, a cuatro ganadores previos de la Palma de Oro: el danés Lars Von Trier, el británico Ken Loach, la neozelandesa Jane Campion el norteamericano Quentin Tarantino.

Este año dicha Palma de Oro ha ido a parar, sin demasiada sorpresa y confirmando los pronósticos,  a las manos del director austríaco Michael Haneke (Funny Games, Caché), por su película Das weisse Band (La cinta blanca). Suerte de revisitación de El pueblo de los malditos en versión protestante, este relato en gélido blanco y negro, ambientado en la Alemania del Norte de 1913/1914, nos enfrenta a extraños accidentes que, poco a poco, toman el carácter de un ritual punitivo. ¿Qué se esconde detrás de todo esto? En primer término el fantasma del nazismo, que estaba por venir, apoderándose de la realidad. Globalmente, una disección clínica sobre los mecanismos del sadismo, que reflexiona acerca del origen de la violencia y la reacción ante ella en un mundo donde no hay inocentes, donde todos son (o casi) culpables.

Kinatay (Masacre), la coproducción franco-filipina dirigida por Brillante Mendoza, se llevó el premio a la mejor dirección, desde una narración casi en tiempo real, cuyo protagonista Peping, doble del espectador, nos confronta a un terrible caso de conciencia relacionado con la sociedad de Filipinas.

Lou Ye, de quien los asturianos pudimos disfrutar de su magnífico Río Suzhou en el Festival de Gijón del año 2000, se alzó con el premio al mejor guión gracias a Spring fever, su quinto y –al parecer— más conseguido largometraje, vibrante e intensa historia de un triángulo amoroso en la primaveral China de nuestros días.

Ya felizmente recuperada del grave accidente deportivo que la tuvo fuera de circulación, la maravillosa actriz y cantante francesa Charlotte Gainsbourg, hija del polémico Serge Gainsbourg y del mito erótico Jane Birkin, ha regresado al cine por la puerta grande. La suya, en el no menos polémico Antichrist de Lars von Trier, quien firma su trabajo más radical, ha sido reconocida por el jurado como la mejor interpretación femenina. Como mejor actor fue recompensado el vienés Christoph Waltz por su trabajo en la tarantiniana Inglorious basterds, desenfadado trasvase del spaghetti-western al cine bélico, de la mano de una ficción localizada en la Francia ocupada de los años 40. Quentin Tarantino en estado puro: todo un homenaje intergenérico que alcanza hasta el más pequeño detalle, siempre, claro está, según las maneras exhuberantes que le son propias.

La coreana Thirst, del experto en filmes sobre la venganza Park Chan-wook (Sympathy for Mr. Vengeance, Old Boy, Sympathy for Lady Vengeance), donde un respetado sacerdote se transforma en vampiro sediento de sangre y carne, y Fish Tank, sensible retrato de una joven airada a cargo de Andrea Arnold, ganaron, ex aequo, el Premio del Jurado. Mientras que los galardones especiales se quedaron en Francia, al recibirlos el veterano Alain Resnais (Hiroshima mo amour, El año pasado en Marienbad), gracias a la comedia Les herbes folles, y Jacques Audiard, por su thriller Un prophète

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