Dolor trascendente
Martyrs
(Pascal Laugier, 2007)
Por José Havel
Francia, a comienzos de los 70. Lucie, niña de 10 años, desaparecida algunos meses antes, aparece errando por una carretera. Su cuerpo, con evidencias de tortura física, no presenta huellas de agresión sexual. Las razones de su rapto quedan inexplicadas. Década y media después, Lucie (Mylène Jampanoï) aniquila una familia a escopetazos en una casa de las afueras. Luego pide ayuda a su única amiga, Anna (Morjana Alaoui), para enterrar los cuerpos de quienes cree eran sus torturadores. Anna teme que Lucie, pasto de terribles alucinaciones, se haya equivocado. Intentando averiguar la verdad, Anna descubre dentro de esa casa un pasadizo secreto: la puerta de acceso a la clave del misterio, relacionada con una sociedad clandestina que la abocará a la más abracadabrante de las odiseas.
Pocas veces como en Martyrs (2007) el sufrimiento de un personaje cinematográfico se ha traspasado con tanta eficacia e intensidad al público. El filme de Pascal Laugier provoca una sensación física, orgánica, totalmente empática ante el dolor insondable que vemos infligir en sus imágenes. Tanto, que la Commission de Classification des Films decidió en 2008 declarar a Martyrs no apta para menores de 18 años. Ello equivalía a imponerle, fulminantemente, la pena de muerte comercial. Tras la intervención de Christine Albanel, la ministra de cultura de entonces, la clasificación fue rebajada en dos años, pero con el añadido de una advertencia obligatoria aún vigente.
El propósito de Pascal Laugier es que no olvidemos en ningún momento la gravedad horrenda de la violencia. Ésta debe “dolernos” de verdad en el cine para no transformarse en un simple recurso y, por tanto, en algo de dudoso valor. Desde luego, la violencia fílmica debe “doler”, y mucho, cuando su representación (y motivación última) constituye el tema mismo de la película: ¿por qué la especie humana puede resultar tan atroz? En tal filosofía reside la radicalidad de Martyrs, obra sin concesiones capaz de sacudir la conciencia del espectador provocando reacciones viscerales por la simple fuerza de las imágenes.