El nacimiento de una noción: The lonedale operator, de David Wark Griffith. Por Tanja Pérez Hunte (26/08/2011).

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En 1911, hace ya cien años, David Wark Griffith (1875-1948), el padre de la narratividad cinematográfica moderna —institucionalizada luego por el modelo narrativo del cine clásico—, realizó The lonedale operator (Salvada por el telégrafo). Rodado en la californiana localidad de Inglewood, con guión de Mack Sennet, este western de 17 minutos, pertenece, pues, al período en que su autor trabajó para la Biograph entre 1908 y 1912.

Importante para la historia del cine tanto por su capacidad para crear efectos fílmicos nuevos como por saber resumir y compilar todos los hallazgos expresivos de sus antecesores (especialmente Edwin S. Porter), otorgándoles valor e intención dramáticos, Griffith comienza a descubrir un nuevo lenguaje cinematográfico que, hasta entonces, sólo había sido tímidamente esbozado en las obras de algunos creadores.

Durante los años de la Biograph experimenta diversas técnicas de planificación que tiempo después serán de uso cotidiano en el cine, empezando por el primer plano y el montaje alternado (After many years, 1908), el montaje alternado orientado hacia el rescate en el último minuto (The fatal hour, 1908), el plano medio (Balked at the altar, 1908), o la solución de hacer y entrar salir a los personajes longitudinalmente con respecto a la cámara y no lateralmente al modo teatral (A corner in wheat, 1909).

David W. Griffith aprovecha y depura todo ello en The Lonedale Operator, de la que se conserva una copia en el Museum of Modern Art de Nueva York, donde también trabaja con las acciones paralelas, el montaje de aceleración progresiva, el desplazamiento de la perspectiva de la cámara dentro de una misma escena, la organización del filme en secuencias y no en escenarios ni cuadros, la fragmentación de la secuencia en planos de diferente escala y valor (sobremanera planos americanos y planos de detalle), introduciendo asimismo el inicio de varias escenas sobre personajes ya en acción, al margen del patrón de las entradas del teatro.

Después, perfeccionaría además la iluminación dramática y contrastada (Edgar Allan Poe, 1909) o el uso del gran plano general (Ramona, 1910), en el camino hacia El nacimiento de una nación (1915), Intolerancia (1916) y Lirios rotos (1919), tres síntesis geniales —y trascendentales— del estilo fílmico que había estado conformando en su etapa de la Biograph; o lo que es lo mismo, la formulación de una gramática cinematográfica radicalmente nueva, revolución expresiva mediante la cual se rebasaría el gozne híbrido del cine-teatro. 

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