Los fantasmas de mis ex novias pretende ser una variación romántica del Cuento de Navidad de Charles Dickens. El rol del Mr. Scrooge de turno –por supuesto, convenientemente rejuvenecido y más guapo—, corre a cargo de Connor Mead (Matthew McConaughey), nada avaro en cuanto al dinero, pues se trata de un vividor de tomo y lomo que gana un pastón como fotógrafo de celebridades, pero sí en términos afectivos. Soltero a ultranza, Connor no concibe el amor si no es bajo la forma de un sexo fácil exento de sentimientos. Y como a todo mujeriego sin escrúpulos le llega su San Martín –porque de un auténtico cerdo va la cosa—, cierto día recibe la visita del fantasma del tío Wayne (Michael Douglas), su mentor en las lides donjuanescas, quien le advierte de que esa misma noche será visitado por otros tres fantasmas femeninos. Éstos le acompañarán en visiones de su vida pasada y futura, con la misión de hacerle entrar en razón con respecto a su suicidio emocional y las bondades del amor en pareja.
Semejante cóctel de romance, espectros y viajes en el tiempo, totalmente insípido, tanto como conservador, sólo logra convencernos de que el fantasma mayor de la función no es otro que Connor Mead, un cretino recalcitrante que confunde labia con majadería, franqueza con ofensa gratuita y libertad personal con indecencia. (¿Pero en qué piensan las mujeres –y qué de ellas los guionistas— de esta película?) Apenas salvables resultan, ya que poco más hay dentro de tal despropósito, las presencias de Michael Douglas, un cachondo en toda regla capaz de arrancarnos alguna sonrisa dentro de tamaño bodrio, y de Jennifer Garner, en el papel de Jenny Perotti, encarnación del amor verdadero, una actriz con un talento digno de mejores causas, como bien ha de mostrado en la serie Alias (2001-2006) o en Juno (2007), aquel simpatiquísimo filme dirigido por Jason Reitman y escrito por Diablo Cody.