Finalmente el guionista mexicano Guillermo Arriaga se ha estrenado como realizador de largometrajes con Lejos de la tierra quemada (The burning plain), imagino que movido por la necesidad de trasladar el mismo a la gran pantalla determinadas historias, demasiado suyas como para delegar en otros directores la tal responsabilidad artística.
En este filme nos cruzamos con destinos varios. El de una caravana que explota misteriosamente en medio del desierto con una pareja dentro; el de una joven mujer (Charlize Theron) que dirige un restaurante y bajo cuya seductora apariencia late el tormento de un oscuro secreto; el de una adúltera ama de casa madre de cuatro hijos (Kim Basinger) y su amante (Joaquim de Almeida); el de los hijos de ambos (Jennifer Lawrence y J.D. Pardo); y el de una niña a punto de quedarse huérfana. Son los protagonistas de un drama coral que alterna, haciéndolos entrechocar, tiempos, espacios y mundos diferentes para explicar que todos los caminos de la culpa llevan a la redención.
Un relato con estructura de rompecabezas que, en un arco cronológico de quince años, transcurre en múltiples idas y venidas entre el pasado y el presente, siguiendo los pasos de personajes que, en un primer momento, no tienen grandes cosas en común a ojos del espectador. Estamos, por tanto, ante el estilo narrativo característico de Guillermo Arriaga, el escritor de Amores perros (2000), 21 gramos (2004) y Babel (2006), guiones puestos en imágenes por su compatriota Alejandro González Iñárritu, y de esa maravilla titulada Los tres entierros de Melquiades Estrada (2005), ideada para un Tommy Lee Jones metido a cineasta desde una hermosa voz propia con ecos de Sam Peckinpah.
Si tenemos presentes anteriores trabajos arriaganos, la fórmula de construcción puede parecernos un poco mecánica. Por encima de los resortes de una intriga que percibimos artificial, de fórmula un tanto postiza, y de la que vislumbramos enseguida los fundamentos, está el vigor de la interpretación de un espléndido reparto en estado de gracia. Gracias al buen hacer de éste, al final acaban emergiendo del dispositivo narrativo emocionantes retratos cruzados de mujeres, servidos por actuaciones admirables.
Charlize Theron y Kim Basinger, dos grandes estrellas representativas de las épocas cinematográficas a las que respectivamente pertenecen, hacen justicia a su rango, el cual defienden con fascinante pasión. Entre ellas dos irrumpe la enérgica revelación de la joven Jennifer Lawrence, todo un temperamento que llama desde ahora mismo a las puertas de los más ambiciosos proyectos de Hollywood.