Un filme 100% Adam Sandler. El guión está firmado por él mismo en colaboración con Fred Wolf y, no contento con encabezar el cartel, es también su compañía propia, Happy Madison, la que produce Niños grandes (Grown Ups, 2010), película que parece toda una reunión de familia, porque todos los actores trabajaron ya juntos en diferentes comedias realizadas por Dennis Dugan: Un papá genial (1999), Os declaro marido y marido (2007), Zohan: Licencia para peinar (2008).
El verano rima a menudo con el humor y, por estas fechas, el público habitual de las multisalas palomiteras suele charse al coleto productos como Niños grandes, que cuentan como único elemento destacable con una buena distribución basada en la reunión de los más conocidos nombres de la comedia popular americana (el citado Sandler, Chris Rock, Kevin James, David Spade y Rob Schneider), quienes a su vez se conocen muy bien y son amigos desde hace tiempo.
A través de los temas de los adultos incapaces de crecer (los adulescentes) y de la búsqueda del tiempo perdido partiendo de la reconciliación con los valores familiares verdaderos, la última comedia de Dennis Dugan ofrece, sí, muchos nombres —añádanse los de Salma Hayek, Maria Bello y Steve Buscemi— pero pocas nueces a las que poder hincarles el diente.
Niños grandes supone la enésima evidencia de que —a excepción de Woody Allen, Wes Anderson, Jason Reitman y poco más— la comedia estadounidense se halla de unas décadas a esta parte en un estado lamentable; es de ese tipo de naderías que dan mala fama y peor reputación a los largometrajes de Hollywood. Un artículo de consumo merecedor de damnatio memoriae, no ya sólo por su por su pésima realización, sino porque además ofende con sus contumaces gags sexistas y racistas; una vergüenza que cualquier cineasta con un mínimo sentido de la misma borraría inmediatamente de su curriculum vitae. Y todavía habrá quiénes ser rían con ella habiendo pagado por verla. En fin.