De Ponyo en el acantilado (Hayao Miyazaki) a Up (Pete Docter y Bob Peterson), pasando por Ice Age 3: El origen de los dinosaurios (Carlos Saldanha y Mike Thurmeier) y Lluvia de albóndigas (Chris Miller y Phil Lord), 2009 fue un buen año para el cine de animación. Un hecho ratificado con Número 9, primer largometraje de Shane Acker, joven protegido de Tim Burton y del que su talento innegable parece no tendrá necesidad de un mentor a largo plazo para expandirse.
Producida por Burton y Timur Bekmambetov, Número9 lo tiene casi todo para agradar. Un universo único, de inspiración post apocalíptica, personajes de trazo singular, entre la low-tech de mercadillo y una hipertecnología terrorífica, o temas musicales a cargo de Danny Elfmann, amén de un reparto vocal ad hoc para las criaturas diversas del relato: Elijah Wood, Jennifer Connelly, Martin Landau, John C. Reilly, Crispin Glover, Christopher Plummer….
Si bien su profundidad temática podría mejorarse, pues a ratos la función peca de ingenuidad, la premisa argumental tampoco es manca: 9 es un muñeco que despierta a la vida en una Tierra devastada tras otra guerra mundial, e intenta comprender el porqué de su existencia dentro de un mundo despoblado de seres humanos (los momentos iniciales remiten a lo mejor de la anticipación fatalista, con sus reminiscencias de una conflagración entre el hombre y la máquina).
La impresión con la que el espectador se queda es la de ver un filme de animación con estilo personal y sombrío, mezcla curiosa de Pinocchio y de Matrix, a tono con su espíritu infantil con cuerpo –y ambiciones— de adulto. La 3D potencia la espectacularidad, pero no resulta sino una técnica más frente a la potencia estética y el sentido de lo mágico de un cineasta verdadero. El trabajo ambicioso de Shane Acker sobre los colores y los contrastes tiene su prolongación artística en una labor de puesta en escena dentro de la que el virtuosismo de la ejecución está siempre al servicio de la emoción y de la poesía.