El primer punto a favor de The road (La carretera), película del semi desconocido realizador australiano John Hillcoat, autor del western The Proposition (2005), es que sale airosa como adaptación de la novela de culto de uno de los más grandes escritores americanos contemporáneos. En este sentido, los lectores de Cormac McCarthy no se sentirán decepcionados.
Sin embargo, más importante me parece que, pese a su rosario de citas cinéfilas no siempre engarzadas de la manera más óptima, el filme acabe imponiéndose por su personalidad singular, animada de principio a fin por el aliento melodramático de un relato capaz de desprender miedo sin forzarse a sí mismo (véase la amenaza imprevisible de las milicias caníbales), pero también capaz de mantener con inteligencia su veta picaresca. Las secuencias avanzan según una lógica de elipsis, saltos temporales y suspensiones (el paréntesis mágico dentro del búnker lleno de provisiones), que deben sus logros tanto al libro de McCarthy como al sereno pulso expositivo del cineasta.
Si es cierto que, a menudo, percibimos el riesgo embaucador de la ilustración cinematográfica de qualitè (Hillcoat descuella más gracias a su tacto y su agudeza que a causa de las virtudes de una puesta en escena basada en el minimalismo figurativo), es ante todo por su hábil dispositivo narrativo que esta ficción apocalíptica funciona. El relato desafía a la verosimilitud para hacer aflorar mejor su universo de ciencia-ficción como una suerte de trasfondo onírico, envolviéndose alrededor de la agónica aventura de los protagonistas. Todo lo que esta huida del realismo quizá reste en impacto y brutalidad, lo compensa con capacidad de fabulación. Ahí, en su aura fabulosa, reside el principal, bello y preciso poder de seducción de esta narración casi abstracta, extrañamente hipnótica (a ello contribuye la interpretación de un gran Viggo Mortensen), entre cuento filosófico y estimulante propuesta comercial acerca del fin del mundo en universales tierras americanas.