Tras Gracias por fumar (2005), retrato de un “lobbysta” del tabaco, y Juno (2007), historia de una locuaz adolescente embarazada, Jason Reitman regresa, esta vez acompañado de George Clooney –el actor más gozosamente cercano a Cary Grant desde la muerte de éste—, con la adaptación de Up in the air (2009), el superventas literario de de Walter Kirn, obra de no poca mordacidad centrada en los males de nuestro mundo actual. Una vez más, Reitman consigue llamar la atención pulsando, a su particular modo de ver, la crisis económica actual en una obra a caballo de la comedia sardónica y la sátira ligera, con un cierto deje documental por momentos.
Aunque divertida, Up in the air alberga pasajes poco amables. Cómica y patética, tierna y ácida, no se trata de una simple humorada. En esta comedia agridulce hay emotividad, implicación, posicionamiento ante las cuestiones que trae a colación –todo el que una producción puede permitirse dentro del contexto hollywoodiense, claro está—. Hallamos una mezcla de géneros perturbadora, una nada fácil ensambladura de atmósferas en este trabajo que tan bien cuenta la sociedad de hoy. Su dimensión social también concierne a lo sentimental, con reflexiones en torno a la mentira, la fidelidad, el compromiso, la doblez.
Aquí entran en juego tanto la guapa Vera Farmiga (Infiltrados), con su caracterización malévola, como la joven Anna Kendrick (Twilight), implacable pero expuesta a un aprendizaje doloroso del reverso de la vida. Entremedias, puesto a prueba, se desenvuelve un George Clooney de altos vuelos dentro de un papel a contrapelo, al mismo tiempo templado y vulnerable, satisfecho y desasosegado a la vez. Con esa ingravidez humorísitica y ese encanto desinhibido que sólo él tiene, Clooney compone su personaje, Ryan Bingham, un experto en recortes empresariales –financieros y humanos—, que por su profesión se pasa media vida subido en aviones, desde un trabajo remarcable como regador regado.