LOS OJOS ILUMINADOS
Cuando miro hacia atrás me doy cuenta
de que el pasado tiene la velocidad de la luz.
En este momento el paisaje se ilumina
y desaparece calcinado:
—una tarde, cuatro
lunas, cinco primaveras,
aquella voz
que me llama
apagándose por el lejano horizonte.
Cuando miro hacia atrás vuelvo a encontrarme
—casi siempre sucede— con el mismo
rastro y los mismos restos y ásperos
vestigios entre los dedos de las manos.
Sal y ceniza, sombras desoladas
que el rayo fulminante deja a su paso.