Me llamo Pablo Menéndez Fernández. Nací en Madrid en 1997, una aciaga tarde de abril. Me he formado como cineasta, redactor y diseñador gráfico, y he publicado tres libros.
1.-¿Crees que los escritores deben estar unidos en algún tipo de asociación?
Creo que la posibilidad de encontrar un espacio donde compartir ideas con personas con las mismas inquietudes es importante.
2.-¿Cómo ves el panorama literario en España?
No creo que los escritores deban presentarse ante el mundo como una especie de mártires. Dicho esto, el panorama es bastante desalentador. Los enemigos de lo “literario” (que diría Vila-Matas) actúan en dos frentes: en la televisión/plataformas y en las estanterías de las propias librerías, que a menudo están atestadas de productos prefabricados.
Por otro lado, creo que en España contamos con un número significativo de voces potentes y relevantes. A los ya clásicos Antonio Muñoz Molina y Javier Cercas se suman los hijos de los últimos estertores del boom latinoamericano (léase, de Roberto Bolaño): Santiago Gamboa, Mariana Enríquez y Álvaro Enrigue. Además, César Aira sigue publicando regularmente, si no me equivoco.
3.-¿Qué medidas deberían tomar las autoridades para fomentar la lectura?
Como diría Liam Gallagher, cinco palabras: educación, educación, educación, educación y libros.
La clave es hacer entender a los chavales porque la literatura es relevante. No solamente porque es gustosa, sino porque es importante: la capacidad de entender y dialogar con diferentes textos se hermana con la capacidad de pensar y reflexionar; es decir, de ser libre.
5.-Recomienda dalgún llibru tuyu
El último, publicado en abril de este año por Imagica: Otro Mundo Azul.
6.-¿Cómo definirías tu literatura?
Está en proceso de construcción. De ser algo, sería una suerte de síntesis reflexiva acerca de discursos narrativos y dimensiones personales que con frecuencia han quedado apartados de la “cultura oficial”: matemáticas, filosofía, guion cinematográfico, sexualidad alternativa, intra-historias, biografía, diseño gráfico…
Concibo mis historias como una catedral perspectivista (en el sentido de Ortega) y psico-geográfica (en el sentido de Debord y Sinclair)…estando la catedral enclavada en el centro de un barrio obrero.
Por Armando Murias