ANDRÉS MOUTAS: “LA LITERATURA SIEMPRE ES UN EXPERIMENTO”
–El autor da cuenta de su novela “El club de los cinco minutos”
-Lauren García
Andrés Moutas, (Bilbao, 1979) debuta en la novela arriesgando en cada línea y curva con “El club de los cinco minutos” (Pez de Plata), ilustrada por Pedro Arrojo con la habitual imagen pormenorizada de la editorial asturiana. Nos quedamos con sus palabras para averiguar los intríngulis de la obra como una foto develada. Pirotecnia lista para arder en las manos del lector.
-A la hora de definir el libro, ¿es la literatura un modo de experimentar?
-Creo que la literatura es un experimento. Hay quien parte de una idea fija, en mi caso el tiempo; y a partir de ahí uno da vueltas, busca caminos y puertas que den sentido a dicho eje. Hay muchas formas de hacerlo, a través del lenguaje, a través de la fantasía, el individuo, todo junto. También hay quien no tiene ese eje. Unamuno hablaba de nivolas, un sentarse a escribir, un no planear y dejarse caer, toparse con la existencia, el absurdo.
-¿Se aprecia en la obra que ficción y realidad tienen más puntos en común de lo que parece?
-Ficción y realidad siempre tienen puntos en común. Son polos opuestos, y como tales se atraen y complementan, pero a menudo la realidad supera a la ficción. Si por ejemplo alguien empieza una novela diciendo “En el mar mediterráneo flotan más de quinientos cadáveres todos los días” y se diera esa novela a un marciano, dicho lector se llevaría las manos a la cabeza y suspiraría fascinado por la imaginación del escritor, pero es algo que sucede a diario y así dicho y leído parece ficción, porque no estamos cerca, no estamos ahí. La palabra escrita apenas duele, y la imagen cada vez menos. El año pasado hice amistad con un chico sirio que cruzó la frontera turca bajo una lluvia de balas sin que le diera ni una. Luego tuvo que cruzar más de doce países y pagar el impuesto revolucionario a las mafias para llegar a Alemania. Hablaba de su vida como una odisea con solo veinticuatro años, y si respetamos el argumento del libro aún le queda un largo viaje de vuelta, pero no todos los viajes son circulares. Yo, en mi caso, parto de una ficción absoluta, el tiempo, entidad abstracta que no existe más que en el intelecto como una convención. A partir de hoy me voy acercando a la realidad. Eso no significa que las cosas sean así o tengan que ser así necesariamente. Es sólo un experimento, un acercarse a la posibilidad de una realidad mezquina, a la cual estamos tan acostumbrados que a nadie le choca demasiado. Me acuerdo a menudo de los viajes de Gulliver, ese grupo de ciudadanos que colocan los huevos cocidos hacia arriba contra aquellos que los colocan en sentido opuesto. Eso crea conflictos, discusiones políticas, guerras. Es una idea aparentemente estúpida, pero muy comprensible, muy identificable. Somos estúpidos por naturaleza, además de muchas otras cosas maravillosas.
-¿Cuestionar el poder político es apremiante en estos tiempos?
-En absoluto. No hay nada apremiante en estos tiempos ni en otros. No hay un tener o un deber, sino un debería o tendría que… Sin embargo la política ocupa mucho espacio en la vida del ciudadano. No es su vida diaria. El ciudadano medio no está tan politizado, no lo necesita para llevar a cabo sus gestiones diarias. Por el contrario la política busca a los ciudadanos, se expone y muestra como lo que es: un deporte de perdedores, un anuncio de lavavajillas. No hay un partido que se muestre lo suficientemente convincente como para atraer a la mayoría, sino una gestión nefasta que hace que el partido vigente pierda las elecciones y deje paso al siguiente. Al menos así ha funcionado hasta hoy. Ahora resulta que hemos dejado el bipartidismo a un lado, que han surgido nuevas fuerzas con propuestas interesantes, pero no saben ponerse de acuerdo, no saben negociar ni dar su brazo a torcer. Supongo que es falta de entrenamiento, pero eso no justifica estar donde estamos, eso no es ocuparse de los asuntos de la polis, ni hacer democracia. Deberían obligar a los políticos a pedir un crédito personal para pagar las nuevas elecciones. Así iban a ponerse las pilas.
-¿Cómo ha modelado la extravagancia de los personajes?
-No sé muy bien. Supongo que me sale de dentro, mi forma de ser, quizás también extravagante, un poco sentimental, un poco chiflado. En cuanto a los nombres, todos parten de la realidad: alumnos del instituto en el que trabajaba, compañeros