Entrevista a Josu Monterroso. Por Armando Murias. 27/05/2013.

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Entrevista a Josu Monterroso

«Mis libros son los mejores testigos que puedo tener de mi vida»

Por Armando Murias Ibias

 
Josu Monterroso (Bilbao, 1980), colaborador en diferentes medios de prensa desde su adolescencia, publica su primera novela a los diecisiete años (El eco de un te quiero). Lectores, crítica y prensa acogen la obra con buen agrado. Meses después, se edita el poemario El regalo de un ángel. Tras casi trece años de silencio literario, regresa en la primavera de 2012 con Hasta donde tú me lleves, una antología de relatos frágiles donde la belleza rota de sus historias no deja indiferente al lector. Este mismo año publica la novela Dormitorios de colores, una obra basada en hechos reales, donde Monterroso desvela los malos tratos y vejaciones en los preventorios antituberculosos infantiles posteriores a la guerra civil, muy elogiada, y que las víctimas defienden como una obra de referencia de lo que fueron sus vidas. Forma parte de la Asociación de Escritores de Asturias. 
 
—Naces en Bilbao, vives en Extremadura, Madrid, Londres, Ibiza y otros sitios, hasta que recalas en Oviedo. ¿Qué te detiene aquí? 
Me detiene su magia, su arquitectura, su gente. Asturias es especial, si le preguntas a cualquier turista que venga a conocerla te lo confirmará. Sé de qué hablo justo por ese peregrinaje mío. Viajar ha hecho que crezca como persona y como artista. Siempre aconsejo leer y viajar, son dos pilares fundamentales para comprender el mundo.
 
—Empiezas a escribir muy pronto, con 17 años publicas El eco de un te quiero (1997), una novela sobre la búsqueda del amor, con la supervivencia en plena guerra civil de fondo ¿Qué motivo te condujo a la creación literaria? 
Dime de algún adolescente que no haya escrito… o deseado escribir… una frase de amor o de tristeza. De ahí a tomarlo más en serio es sólo un paso; a mí me dio fuerte, y también di fuerte ese paso, supongo. Siempre estuve muy relacionado con el arte, había hecho mucho teatro y cuando me cansé de pasar frío sobre las tablas [risas] comencé a dirigir obras teatrales, entonces tenía diecisiete años, mi propio programa de radio, colaboraba con la prensa etc. Comprendí que mi camino era el arte y que, para colmo, las cosas nacían sin esfuerzo, de un modo natural y solían salir bien. Únicamente tenía que decidir hacia dónde dirigirme, enfocarme, y como nunca había escrito un libro pues eso hice, lo mío son los retos, una vez hecho y cuando no tuve nada más que contar me retiré del panorama literario.  
 
—¿Cómo podías etiquetar tu época infantil y adolescente? 
Visto desde mi presente: una época feliz e ingenua de la que no fui consciente. No sabía que era tan feliz ¡Ojalá alguien me lo hubiese dicho en aquel momento!
La infancia, quizá, fue solitaria, solo recuerdo a mi hermana en mi día a día y a algunos amigos del pueblo donde veraneábamos con mis abuelos, pero tenía un mundo interior tan inmenso que nunca llegué a aburrirme, no recuerdo un momento de tedio o simpleza, mi imaginación lo llenaba todo y arrastraba a todos también.
            Mi adolescencia fue desconcertante, no entendía absolutamente nada y no encontraba a quien me lo pudiese explicar, no había un punto intermedio donde reposar y tomar aliento. Fui un extraño para mí mismo. Todos mis amigos, compañeros de instituto, de mi quinta, tenían muy clara la vida en el pequeño pueblo extremeño pero yo no conseguía vislumbrar ninguno de esos planes, ni emocionarme con ellos. No había pasión en mí. Durante años no supe qué hacer ni hacia dónde caminar y, en el fondo, era porque intuía que había más, muchísimo más… la vida podía ser eso que me rodeaba (y que estaba bien, por supuesto), pero no podía limitarse a ser solamente eso.  
 
—¿Traspasas algún aspecto de tu vida personal a la escritura? 
Escribo para recordar, mis libros son los mejores testigos que puedo tener de mi vida. Yo soy todos mis personajes, soy todos los lugares y actos. Y, de pronto, me enfado conmigo mismo por cualquier memez y me juro y perjuro que lo que escribo no tiene nada que ver con mi vida [risas]. ¿Es un sacrilegio literario? Puede ser, pero siempre me imagino de anciano (es un buen ejercicio mental, ayuda a dormir con la conciencia tranquila y ver las cosas con distancia). Cuando ese momento llegue me gustaría estar rodeado de mis libros para que me recuerden quién he sido y de qué manera he recorrido mi camino vital.  
 
» Cuando escribes realidad

es imprescindible ser fiel a dicha realidad   
 

 —Más tarde llegó el libro de relatos Hasta donde tú me lleves, en el que más que personajes hay supervivientes. ¡Mucho más tarde, trece años de silencio! Una vez, leí a Eugenia Rico algo así como que “nunca te fíes de las personas que sonríen por cualquier cosa y que están siempre felices, no es que sean divertidas o superficiales, es que saben qué es el dolor”, me atrevo a añadir… saben que es el dolor, pero el de verdad, el que te sigue mordiendo cuando a ti ya ni te importa porque ni siquiera lo sientes. Una mañana te despiertas, te miras al espejo y eres consciente de que estás en mitad de una guerra que ha durado años y aún quiere más de ti. Es ese momento, siempre existe ese momento, una encrucijada en la que debes decidir si continúas o te rindes. Me interesaban los personajes que decidieron continuar; la rendición ya sabemos todos cómo termina, con el suicidio o el abandono completo, pero la otra opción es un misterio, la fuerza del ser humano no tiene límites. 

 
—Y por último, Dormitorios de colores (2012), una novela donde se critican las vejaciones que sufrieron niños en los preventorios antituberculosos durante los años sesenta. ¿Qué importancia tuvieron los testimonios de las víctimas en la escritura?
Una importancia vital, sin duda. Cuando escribes realidad es imprescindible ser fiel a dicha realidad. Ellas vivieron ese momento histórico, solo ellas la conocen. Tú y yo, como escritores, podemos echar mano de una base literaria para construir una parte de la historia, hacer un ejercicio de escritura y de imaginación o empatía, pero no estuvimos allí, por lo tanto nuestro trabajo cojearía: sería incompleto.
Mis hadas madrinas (como las llamo) fueron muy generosas en cederme sus testimonios, sé que fue difícil para ellas recordar el preventorio. Dormitorios de colores ocupa un lugar tan grande en mi corazón, he aprendido tanto de esta novela, de esas mujeres valientes, generosas, divertidas, llenas de luz y sin un ápice de rencor. Estoy deseando que llegue la feria del libro de Madrid nada más que para volver a reunirme con ellas. Las adoro, son mi debilidad y me cuidan muchísimo. Es mutuo, una vez recorrí setecientos kilómetros por conocer a algunas de ellas… para mí, eso es una intención de amor y respeto. 
 
—En términos generales, ¿se puede decir que haces una literatura basada en la experiencia o es pura ficción?
Dormitorios de colores es una novela construida con recuerdos, a caballo entre el pasado y el presente de la protagonista. El presente es mi aportación literaria, la historia que me apetecía narrar, pero el pasado, ese pasado, aún con toques literarios para hilvanar la novela, les pertenece a ellas, debía ser inalterable a sus testimonios. 
 
—¿Con qué escritores vivos te sientes más identificado?
Con ninguno. Pueden gustarme ciertos libros más que otros y tener mis autores favoritos pero sentirme identificado… creo que aún no he encontrado eso. Tampoco lo busco, la verdad, y no creo que me llegue a suceder. Sería ridículo que siendo escritor te encontraras en un libro ajeno, pudiendo construirte uno para ti, si te encuentras en un libro de otro es porque no te conoces muy bien (risas). Es lo que te comentaba antes de imaginarte siendo ancianito, yo quiero que me rodeen mis libros que me contarán (entre líneas) mi vida no la de otro escritor. 
 
—¿Y de los muertos?
Tampoco me identifico con los autores que ya no están. Siento una gran admiración, más que por los vivos, su tiempo fue más difícil que el nuestro con respecto al arte, pero nada más.  
 
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—¿Hay un libro en especial que te haya dejado una huella imborrable?
¡Muchísimos! No podría enumerarlos, aprendo con cada libro, unos me marcan de una manera y otros de otra diferente, a veces te tocan el corazón, otras el alma, el cuerpo incluso, y siempre la mente. 
 
—Ahora que terminó el invierno, ¿qué balance puedes hacer de esas tertulias que promoviste en La Consistorial La literatura en invierno?
Fue una idea que Marta Magadán (Ediciones Septem) soltó al aire y yo no dejé escapar, tiempo después me estaba reuniendo con ella para hacerla tangible, sumamos a Trabe, a la prensa, y empezamos a construir Literatura de invierno. Una experiencia única. Juntar a editores, autores y a la gente que tenía necesidad de descubrir, leer, saber. Lo más importante fue el público, sin duda, a veces es mejor que participen 30 personas de verdad, interesadas en saber, en preguntar, en conocer tu obra y a ti, y seguirte el resto de tu carrera, que 300 invitados a un evento casual. Yo acudo todos los días a la biblioteca, nunca he visto más de cincuenta o cien personas (risas) por algo será ¿no crees? Lo que sí sé es que las que están en ese momento en la biblioteca es por una causa buscada, necesaria, justificada, por algo bueno, en definitiva.
Fue una suerte participar porque era un proyecto único e innovador, y se hizo con tantas ganas e ilusión. Me unió a Marta Magadán, a quien no conocía aunque yo estaba deseando colaborar con ella desde tiempo atrás porque mi círculo más íntimo hablaba maravillas, y así fue, me demostró ser una gran profesional. Lástima que terminara, ojalá algún día regresara y esta vez pueda acudir pero eso sí… en calidad de invitado.  
 
—¿Cuál va a ser la próxima publicación?
Pues si me hubieras preguntado hace dos semanas te hubiera contestado que novela, pero ahora ya no lo sé. Por suerte tengo varias colaboraciones con distintas editoriales, y no sé qué libros irán saliendo antes al mercado. Vivo un momento único, soy consciente de ello y estoy agradecido, me siento muy mimado por las editoriales de este país y por sus profesionales del sector.   
 
—¿Cómo ves la creación literaria en Asturias?
No conozco a todos los artistas porque llevo pocos años asentado en Oviedo pero la encuentro apasionante. Quizá algo descuidada por las instituciones pero cuándo no ha sido así si de cultura se trata. Tanto esfuerzo ya de por sí me llama la atención ¡Tanta pasión! Adoro la energía de ciertos autores a los que ya considero mis amigos, me impresionan ciertos editores por su transparencia y otros por sus medias tintas, otros por su oscuridad que de eso también hay en este negocio pero todo, y a veces hasta mezclado, es pasión, pasión por sobrevivir y ya sabes que yo soy de personajes que eligen sobrevivir. En Extremadura, por ejemplo, es una creación diferente, más sosegada y esquematizada, quizá; o estás dentro o estás fuera pero nunca estarás a medio camino. Aquí hay autores que pueden escribir un único libro en toda su vida y se los reconoce por ello; eso me sorprende gratamente. 
 
—¿Y el mundillo literario (tertulias, asociaciones, premios, etc.)?
Si no hay una razón que me apasione no suelo acudir a tertulias literarias y, a medida que me hago mayor, me cuesta más apasionarme. No es mi objetivo como escritor. Pero creo que hay poco y lo poco y bonito que se hace apenas tiene repercusión ¿Premios? No he sido un escritor de certámenes, cuando he querido publicar un libro he tenido la suerte de hacerlo así que nunca me he preocupado mucho de ganar premios, me he preocupado de ganar lectores mejorando mi trabajo en calidad, promoción e imaginación, pero carezco de información al respecto, no puedo contestar. En cuanto a asociaciones, tuve la suerte de colaborar con Literástur, aprendí muchísimo y me trataron maravillosamente, poco más sé al respecto. 
 
—¿Qué echas en falta en Oviedo?
¡A mi familia! ¡A mis amigos de toda la vida! A la ciudad no le echo nada en falta, adoro Oviedo, no puedo remediarlo. 
 
—¿Qué le pides a la Administración local y autonómica?
Apoyo. Les pido solo apoyar, no grandes eventos sino un simpe banner o anuncio en un fanzine, un apoyo a los editores locales, una mano en el hombro, un palmazo, un sentir que están con nosotros. 
 
—¿Y a la AEA?
Lo cierto es que soy bastante gato en este aspecto, quizá porque la escritura es un ejercicio en solitario. Tengo muy limitados los artistas o periodistas que me rodean porque me entristece equivocarme, confundir lo escrito con el escritor, al cantante con sus canciones, al actor con el rol interpretado, etc.
            Le pediría que tuviese paciencia conmigo porque esto es nuevo para mí. Necesito comprender que ahora pertenezco a un conjunto. Pero espero que hagamos muchas cosas interesantes que podamos recordar con un buen sabor de boca el día de mañana, encontrarnos y que sea para bien, que sea porque fluye de un modo natural. Eso espero, ilusionado. 

 

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