Entrevista a Moisés González. Por José Havel (15/05/2010). Foto: María Jesús Flórez.

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Actor,  director, autor y profesor teatral, también poeta, Moisés González (Langreo, Asturias, 1966) es una de esas personas renacentistas del siglo XXI que hacen del mundo un lugar más interesante. Antiguo miembro de Teatro del Norte, ahora embarcado en la codirección de la compañía El Callejón del Gato, este de creador de escritura paciente y reposada habla para LITERARIAS  de su último poemario, Vistas de un viaje (Ediciones Trea, 2009), entre función y función de la versión escénica de Senso que actualmente dirige.

—Lleva usted escribiendo poesía desde hace tiempo, sin prisas de cara a la publicación de su primer poemario, el cual ha firmado con 44 años de edad. Vistas de viaje es, pues, el resultado de una larga y nada apresurada aventura, “la paciencia del fruto”, según reza uno de sus versos.

Escribo poesía desde los quince años, salvando periodos, algunos bastante largos, de descanso. Mis primeros poemas se publicaron en 1991, pues Covadonga de Silva y yo compartimos el equivalente al premio Asturias Joven de Poesía de aquel año y nuestros poemarios se publicaron en un único volumen de la colección Texu. De aquellos poemas ninguno a estas alturas me parece memorable, a decir verdad.

—¿Con qué idea(s) emprendió el viaje de este libro y con cuál(es) lo ha terminado? ¿A cuántas ha debido renunciar por el camino?

 A partir de 1992 comencé a tomarme muy en serio mi vocación —o afición—, y de resultas inicié una búsqueda más consciente de mis temas y de los recursos técnicos para concretar una voz personal. Desde 1995 vengo editando de manera artesanal las colecciones temporales de las que fui seleccionando, con la ayuda de Luis Muñiz, los poemas que integran este libro. No puedo decir que haya tenido un propósito único; muchos poemas no han llegado a ver la luz ni en las ediciones artesanales y otros no han dado el salto de éstas a Vistas de un viaje; puedo decir que he renunciado a tantas ideas como poemas, por lo menos. 

—El poema “Los aciertos” tiene ciertos visos de poética personal.

Es cierto; al igual que "Los logros", y en el libro aparecen consecutivamente. Los aciertos es un poema reciente, y es un intento de modificar mi escritura, o al menos de ampliar el registro poético.

—Estas Vistas de un viaje se antojan concentrados retratos de vida que incluso alcanzan a los objetos. Así, en “El cepo” compartimos el punto de vista de una trampa con preocupaciones existenciales…

El oficio de actor ha sido determinante en mi escritura. Un deber de mirar desde otro, y no solo eso, la búsqueda de las emociones y pensamientos de un personaje, es en mi caso el mejor entrenamiento poético que he podido encontrar. Por otro lado, los objetos, sobre todo si son artilugios humanos, siempre tienen una historia detrás.

 —Los versos de este libro destilan una gran sensación de movimiento. Usted nos convierte en viajeros que miran tras el cristal de nuestra ventanilla.

Quizá el espacio del lector sea una de mis mayores preocupaciones. Procuro facilitar al máximo la lectura, suavizar las transiciones estróficas, y trato de imprimir un ritmo nítido, a veces demasiado explícito, pero no me importa, tampoco quiero esconderme, sino decir de la manera más precisa posible. Pienso que esa apoyatura rítmica y algunas presentaciones paisajísticas son las claves para esa sensación de movimiento.

—¿Vistas de un viaje o espejos?

Posiblemente espejos, pero donde se refleja otro.

 —Entre otras cosas, el mundo natural, bien presente en bastantes de sus versos, nos recuerda la importancia de querer sentirse vivo para no dejarnos dormir ni acabar como “manchas de sombra nada más”.

La naturaleza, o el mundo a secas, es el medio que incita las sensaciones del poeta y de todos. Sólo podemos sentirnos vivos en el mundo, pero, y esta es la paradoja, muchas veces sentimos que no se vive plenamente.

 —Entre sus facetas artísticas se encuentran la de actor y poeta. Aunque suponen vasos comunicantes en términos creativos, ¿en qué se asemejan y en qué difieren, a su juicio, las máscaras del actor y las máscaras del poeta?

Se parecen en que las dos te sirven para ver y hablar desde otro. Difieren en la técnica que se aplica en cada caso para ponerse y quitarse las máscaras. 

 

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LOS LOGROS

 
Aspirar a los logros
del maestro Hokusai
al trazar esa rama:
 
que concentre el poema
 
la tensión de tenderse,
la sorpresa del brote,
la paciencia del fruto.
 
 

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