Entrevista a Ramón Buenaventura. Por Javier Lasheras. 4/03/2010

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RB: ni objetivo ni racional

Tánger es mío y no pienso compartirlo con nadie

Lo mejor de los escritores es leer sus obras. Lo peor, sin duda, conocerlos. Pero siempre hay excepciones y tiempo ha ya que Ramón Buenaventura (Tánger, 1940) es de los escasísimos autores con los que todavía se puede mantener una conversación normal. Con normal quiero decir que cuando hablan no se les rompen las hechuras, mantienen su ego a dieta (iba a decir a raya) y son capaces de dialogar y entender a la primera lo que les dices sin recurrir a imposturas. Amén de una paciencia infinita. ¡Cuántas veces le habrán preguntado, más o menos, sobre los mismos asuntos!
Sé de personas que le recordarán por su poesía (Cantata Soleá, Tres movimientos o Eres), por sus traducciones (Arthur Rimbaud, Wallace Stevens, Philipp Roth o Don DeLillo), por sus novelas (El año que viene en Tánger, El último negro…) o por sus cuadernos o librillos de bitácora. Incluso es probable que algunas le recuerden por otras artes y artesanías más variadas y elogiables. En mi caso, si lo tengo presente es porque me proporcionó a un precio irrisorio unas cuantas buenas tardes de diversión y conocimiento con uno de esos libros que he logrado mantener en mi reducida biblioteca alejado de las manos de amigos cleptómanos y otra gente incivil y maleducada. Pongamos, además, que se trata de un creador del lenguaje, presidente melancólico, cónsul perplejo o virrey sentimental de Tánger y que por algún suceso no es dueño y señor de un lugar en el que a una edad joven (por poco escribo tierna edad) le robaron el tiempo y lo que es peor, el espacio. A cambio, los dioses lo ungieron con el don de la literatura y una vida para disfrutarla.
 
A estas alturas de su madurez, ¿es bueno decantarse por algo o todavía el hambre puede con todo?
 
Bueno, todo es literatura, ¿no? Hay incluso palos que no he tocado, como el teatro (escribí tres obras antes de los veinte años, pura imitación de Jean-Paul Sartre, me temo, pero afortunadamente se me han perdido). Hambre, en cambio, no me queda. Difícil será que vuelva a escribir nada. 
 
A qué se parece más su poesía ¿a la poesía Rimbaud o a la poesía Baudelaire?
 
Ni idea. Si traduje a Rimbaud, habrá sido por algún motivo, pero yo soy mucho menos gestero que él, y nunca se me ocurriría sentarme a la belleza en las rodillas para encontrarla fea e insultarla: un desperdicio… Como poeta me encuentro más cerca de los grandes anglosajones del siglo XX que de los grandes franceses del XIX, pero tampoco puedo olvidarme, así, por las buenas, de Isidore Ducasse o Stéphane Mallarmé. Uno va cambiando de ascua a que arrimar la sardina, con los años. Y mantiene fidelidades inamovibles: Píndaro, Catulo, Horacio, Virgilio, Lope, por mencionar los primeros que se me vienen a la cabeza.
 
Cuando leí El año que viene en Tánger, pensé que estaba ante una literatura que aspiraba a mostrar otras posibilidades y una ambición. Supongo que fue el libro que más alegrías (seguramente también alguna tristeza) le aportó como autor. Doce años después de su publicación, Non sine gloria…
 
No estoy seguro. Las grandes alegrías, para mí, consisten siempre en contactos humanos. No es que me traiga sin cuidado lo que diga un crítico o lo que me comunique un lector a quien no conozco de nada ni voy a conocer, pero tampoco me vuelve loco de alegría una observación positiva. El año que viene en Tánger las tuvo hasta la exageración, qué duda cabe, y las fui coleccionando, y las conservo aquí. Me gustaron, me siguen gustando todas las cosas buenas que se han dicho de mis libros, y me ofenden profundamente las malas (muy poquitas, por fortuna; y por desgracia, porque solo de ellas se aprende). No soy objetivo ni racional, nunca lo he sido, nunca lo seré. Pero, insisto, mis verdaderas alegrías proceden siempre de las personas.
 
Y por dónde anda ahora León Aulaga… [Protagonista de El año que viene en Tánger]
  
No sé. Cumplirá setenta años en julio.
 
Si sus alegrías se las han proporcionado las personas, ¿qué, en particular, le han proporcionado las mujeres y su universo?
 
Nunca me he entendido muy bien con los hombres; pero conste que no creo en el «universo» de las mujeres, porque no hay universos, sino personas, cada una hija de su padre y de su madre. He tenido la suerte de conocer mujeres estupendas, de esos seres humanos que ayudan a vivir y lo encajan a uno en el mundo; pero también he conocido cretinas de las que solo levantan las ganas de bajarse en marcha del planeta, por no compartirlo con ellas. Muchas menos de las segundas que de las primeras. En cuanto a los hombres… Hay buenos chicos, también, claro, cómo no, supongo. 
 
"Juan Benet dijo una vez que escribíamos
como quien compra en el supermercado"
 
Perdóneme que insista: doce años después de la publicación de El año que viene en Tánger, qué sensación recuerda de entonces y qué le queda ahora de todo ese proyecto macro literario? No me refiero a las críticas ni a los lectores. Me refiero a usted.
 
No me ha llegado el momento de recordar. Estos doce años han pasado muy de prisa, acelerados por otros muchos proyectos, dimes, diretes, ocupaciones, ocios. No he tenido tiempo de pararme a analizar una parte concreta —El año que viene en Tánger— de mi quehacer… El proyecto, en su conjunto, sigue ahí, y soy consciente de que necesita, por lo menos, un cierre, pero no me consta que vaya a tenerlo. Qué más da. A quién va a importarle.
 
He querido entender que, después de su pu
blicación, los poetas actuales, por decirlo con sobriedad, más bien le producen un bah a secas. ¿Concretamos?
 
No, no concretamos. Usted se refiere a una entrada reciente de mi Librillo. Remitamos a ella directamente. Lo único que puedo añadir ahora es que la poesía no está, desde luego, entre las variantes artísticas que me pide el cuerpo; y menos la actual. 
 
"Estamos en mitad de un cataclismo cultural
y no tenemos ni idea de cómo será el futuro"
 
 
Ya desde Cantata Soleá se le vieron a usted los bajos. ¿De dónde le viene esta querencia a la cita?
 
¿Qué bajos? En cuanto a las citas de otros autores claveteadas en el texto, aquí y allá, son un sistema como otro cualquiera de crear un ambiente de tribu, de grupo, de referencias, o de periódico mural. Nada consciente, desde luego. También podría afirmarse que la propensión a la cita es muy característica de los escritores que nacimos en la década de los cuarenta, los llamados —cuando poetas— novísimos. Juan Benet dijo una vez que escribíamos como quien compra en el supermercado, agarrando todo lo que podíamos de las diversas estanterías. De todas formas, conviene tener en cuenta el riesgo que siempre implica la utilización de material ajeno: hay libros enteros cuyas únicas muestras de calidad son las citas; y el lector lo nota; y se ríe (quiero imaginar).
 
Me comentan que su relación con blogger.com es especialmente fructífera…
 
Están rotas desde hace meses. Ahora tengo el Librillo en WordPress. Me entretienen las ganas de escribir y me ayuda a no cumplir con ellas. 
 
Así, a bote pronto, si le pregunto por el significado de deslicia usted me responde que…
 
Que usted y yo ya hemos hablado del asunto, en directo, la última vez que nos vimos, en Gijón, hace ya años… «Deslicia» es una errata que cometí por «delicia» y que decidí dejar en el texto, porque me significaba ‘deslizarse dentro de algo con delicia’. Una sensación más bien masculina. 
 
¿Qué le excita más: la ortotipografía o unas ostras con champán?
 
Suelo evitar el término «ortotipografía»; prefiero «costumbre tipográfica», mucho más modesto. Hoy rigen unas normas, ayer rigieron otras, mañana no tendremos más remedio que cambiar las ahora existentes, que plantean serios problemas en internet. Es cierto, no obstante, que todos los profesionales de la escritura tendrán que conocer bien la costumbre tipográfica, porque cada vez habrá menos intervención de técnicos en la elaboración de un libro. El autor tendrá que entregar su obra bien bocetada y bien compuesta, sin faltas de ortografía ni gramaticales. Supongo que los procesadores de texto, a no mucho tardar, se ocuparán aceptablemente del asunto.
 
"hay libros enteros cuyas únicas
muestras de calidad son las citas"
 
Unos versos: "Ahora sólo aman… / Los que claman que el orden injusto es mejor / que el desorden / justiciero." Corríjame, pero me suena a Goehte…
 
Bueno, claro, aludo a una frase que en mi manual de Derecho Civil I se atribuía a Goethe: «Prefiero la muerte de un inocente a tener que soportar el desorden». Parece ser, sin embargo, que don Johann Wolfgang nunca dijo semejante atrocidad, tan propia de cualquier gobernador de Texas, pongamos por caso… Pero no podemos ignorar que en el mundo, en nuestra propia cultura, hay más o menos una mitad de la población que piensa así (en otras culturas, la proporción puede fácilmente alcanzar el 90%, incluso el 100%).
 
"Ricardo Menéndez Salmón es un escritor
con mucha profundidad y mucho alcance"
 
¿Lee algo de la narrativa actual? ¿Qué le parecen las propuestas de autores como Agustín Fernández Mallo o Ricardo Menéndez Salmón?
 
No creo que tengan mucho que ver entre sí, pero tampoco puedo estar seguro, porque de Fernández Mallo no he leído nada (algo tendrá el agua cuando la bendicen, sin embargo). A Ricardo Menéndez Salmón, que tuvo la amabilidad de presentar El último negro en Oviedo, lo vengo siguiendo desde entonces, desde hace cinco años y creo que es un escritor con mucha profundidad y mucho alcance, muy bueno en el manejo del idioma y, desde luego, muy lanzado ya hacia un futuro magnífico. Con él solo tengo un problema: los temas que a él le interesan no me interesan demasiado a mí. Lo leo con placer literario, lo cual ya es un éxito suyo, pero no por lo que me cuenta, sino por cómo me lo cuenta. El mérito, repito, es suyo; el fallo es mío.
 
Iba a plantearle que en El último negro aparecen unos cuantos jugosos asuntos -sobre el mundo literario y editorial e
ntre otros- de los que hablar durante un buen cuarto de hora de cada uno de ellos, por lo menos. Pero no seré tan ambicioso. Me conformaré, si le apetece, con que me dé su opinión sobre la situación de la literatura in extenso con respecto al mercado editorial.
 
Remito al mejor artículo que he leído hasta ahora sobre el tema: The New York Review of BooksPublishing: The Revolutionary Future, by Jason Epstein. Hágaselo traducir quien no lea inglés… Digamos sólo que muy pocas obras literarias tienen unas expectativas de ventas suficientes para ser incluidas en los planes de las grandes editoriales. 
 
Que yo sepa usted es uno de los primeros autores españoles en utilizar internet, en escribir sobre el medio y en opinar sobre el mismo. Conocida su opinión (citada más arriba en el artículo al que usted alude) sobre la poesía en internet ¿qué significa para el novelista y que consecuencias cree que puede tener?
 
Los ordenadores añaden comodidad al proceso de escritura: resulta más fácil corregir, localizar fragmentos que se desea cambiar o repasar, incluso detectar errores, etc. También, desde luego, resulta enormemente más fácil investigar. En este último aspecto es donde encontramos la verdadera revolución de internet: nunca en la historia de la humanidad habíamos dispuesto de tantos datos tan fácil y rápidamente localizables. Pero, claro, en el ámbito de la narrativa la investigación no suele ser el recurso más indispensable, salvo si estamos escribiendo una novela especial.
El cambio principal no estará, pues, en la creación de la novela, sino en su edición, promoción y venta. Es de prever que dentro de muy poco se generalice la autoedición y la oferta de libros sin soporte físico adquiera proporciones cósmicas. Las editoriales tendrán entonces que ocuparse de lo de siempre, es decir de seleccionar textos y ofrecérselos a sus lectores potenciales, poniéndolos también a disposición de los críticos, que habrán de convertirse en un auténtico enjambre (de gente que, para colmo, trabajará seguramente sin remuneración: lectores que se enamoran de los libros y quieren contagiar a otros lectores). En fin, tampoco vale la pena insistir mucho en la predicción, porque la pura verdad es que los profetas de internet no han dado jamás una en el clavo. No voy a ser yo el primero. 
 
Cambiando de tercio, ¿a quién ha traducido más a gusto?, ¿a los autores que le han sugerido o a quienes le han gustado? Y entre éstos últimos, con qué autores se queda y por qué.
 
Las editoriales no sugieren: encargan. Uno, al principio, muy al principio, a lo mejor hace dos o tres traducciones por mero gusto, por entusiasmo ; pero en seguida viene la profesionalización, y se traduce lo que se puede, lo que piden las editoriales, cuyos responsables no son idiotas, por lo general, y suelen buscar afinidades entre la obra y quien vaya a traducirla. 
 
"he olvidado libros que me parecieron prodigiosos en su
momento, recuerdo libros que nunca me importaron nada"
 
Perdóneme si resulto muy tópico pero, ¿usted estaría entre los escritores a quienes los lectores le importan o sencillamente es un asunto que se la trae al pairo?
 
El lector es coautor y cómplice del escritor. Siempre me han parecido falsos quienes afirman que solo escriben para sí mismos. Yo, desde luego, escribo para los demás, para que sepan de mí, para saber yo de ellos, en la reacción. La diferencia quizá pueda estar en mi modestia congénita: sé que no puedo escribir para las masas; me conformo con unos cuantos miles de lectores, con suerte. Estos lectores me importan muchísimo, desde luego. Los otros, los hoi polói, muy poco. 
 
Y como lector, ¿con qué libros se ha quedado tras tantos años de lectura?
 
No soy relector, rara vez vuelvo a leer un libro; rarísima vez; de manera que no me quedo con casi nada. Poesía, quizá, la más clásica: puedo haber leído seis o siete veces la Iliada y la Odisea, poemas de los grandes griegos, el Libro de Gilgamesh, los grandes romanos, algún poeta dorado de los nuestros.
  
¿De qué libros no le gustaría olvidarse nunca?
 
La memoria no es voluntaria: he olvidado libros que me parecieron prodigiosos en su momento, recuerdo libros que nunca me importaron nada. A veces, solo queda el título. Acabo de leer un trabajo sobre Emma Bovary y he descubierto que casi todos los detalles de Madame Bovary que se me han quedado prendidos son erróneos. No un poco erróneos: totalmente erróneos. ¿De dónde me había sacado que el señor Bovary es farmacéutico, por ejemplo?
 
"vivimos en una nueva época necesitada
de genios que la definan y encaminen"
 
Permítame la provocación, si es que llego a tal: en la actualidad la novela no tiene nada que decir para explicar el presente. Quizá ya sólo pueda hacerlo la poesía…
 
Ninguno tenemos nada que decir para explicar el presente, ni por novela ni por poema; ninguno sabemos de qué va el presente. No creo que haya habido en la historia una acumulación de padres y abuelos tan incapaces como los que ahora somos. Estamos en mitad de un cataclismo cultural y no tenemos ni idea de cómo será el futuro. Mi padre estaba totalmente convencido de que el futuro sería como él me lo explicaba, como él quería que fuese para que su educación me valiera de algo. Se equivocó por completo, claro, pero nunca lo supo. Murió convencido de que todo hab&iacute
;a sido un error, de que las cosas volverían a su cauce, de que alguna vez terminaría el rock and roll y volvería el tango sempiterno. Hoy nos consta que no controlamos nada y, por consiguiente, no podemos educar a nuestros hijos.
 
¿Qué valor le da al sexo en su obra?
 
El que tiene en la vida: casi siempre muchísimo, a ratos, ninguno. 
 
Las utopías se fueron al carajo, el nihilismo ha derivado en una suerte de cinismo y las ideologías políticas al uso son las caras de una misma moneda. ¿Le apetece continuar o prefiere dedicar sus esfuerzos a otras encomiendas?
 
Mire usté, don Javier, yo ya no estoy en edad de hacer esfuerzos. Llevamos un par de decenios adentrándonos en una nueva época verdaderamente necesitada de genios que la definan y encaminen. Yo soy un antepasado, nada más.  
 
¿Usted cree que un escritor puede estar en una asociación de escritores y, a mayor abundancia, cree que puede existir un escritor que sea presidente de escritores?
 
Hombre, no se trata de lo que yo crea o deje de creer: hay escritores en las asociaciones de escritores, normalmente presididas por uno de ellos. Yo soy socio de la Asociación de Escritores Españoles y pago mi cuota todos los años, aunque jamás me presentaría a las elecciones de la junta directiva. Lo que pasa es que escribir es una actividad más solitaria aún que la masturbación y no se presta absolutamente nada a la actuación en grupo. Pero siempre viene bien que alguien se ocupe de plantar cara a los problemas de la profesión, como tal profesión, nunca como arte.
 
Y para terminar, déjeme plantearle lo que tal vez debí haber hecho al principio: ¿Si le pregunto por qué escribe me remite a Freud, me deja un antiguo mapa de Tánger o me manda al cuerno?
 
Le contesto que he dejado de escribir y que Freud inclina pero no obliga y que Tánger es mío y no pienso compartirlo con nadie si no es en clave literaria… Eso sí: ando en busca de un buen plano del Tánger internacional, con los nombres antiguos de las calles, etc. Tengo uno, pero resulta casi ilegible. O sea que si alguien sabe cómo conseguirlo…
 

Pues lo dicho. Si alguien sabe…

 

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