Autor entre otras obras de Pabellón de eternos o de la denominada “Trilogía del fracaso” (Palabras de cocaína, Los días de la pereza y La agonía del pez tarado), Fernando Fonseca (Oviedo, 1956) es un autor singular. Cuando se habla con él uno respira confianza y cuando se le escucha se pueden apreciar afirmaciones contundentes que abren racimos de duda intelectual. Un gozo. En su rostro de fumador tiene marcadas las heridas de quien ha leído con provecho. Su mirada, contra lo que pueda pensarse, es oblicua por higiene mental. Nos vemos en el Paseo de Alemania, en el ovetense Campo de San Francisco, a esa hora a la que todavía los padres y los hijos no se han desbocado y piensan que todo lo que pisan y respiran es de su propiedad. Le hemos colgado la grabadora. No se nota. Es mínima, especial para poner bajo el cuello de la camisa. Así podemos caminar mientras charlamos.
¿Hace un pitillo?
Por supuesto.
Del fracaso de un joven al fracaso de la madurez para acabar en un cuarto de hora terminal.
Así es. Se trata del fracaso existencial que cabe en tres novelas. Es el recorrido de mi trilogía del fracaso, desde Palabras de cocaína hasta La agonía de pez tarado, pasando por Los días de la pereza.
Así que hay que joderse en vida…
No nos queda otra. Hay que joderse en vida es una muletilla del protagonista de La agonía…
¿Le apetece contestar a estas preguntas? Lo digo porque ya sabe “que la pereza todo lo puede y la repetición, sin causa, apesta”
Me apetece y mucho. La pereza se disipa cuando nos llega algo nuevo, cuando no se da la flagrante repetición. Por ejemplo, estoy seguro de que usted no va a preguntarme de qué va mi novela, porque me consta que la ha leído y la ha analizado inteligentemente, por lo cual le estoy muy agradecido. El lector inteligente reanima al texto, le otorga la última y más hermosa palabra.
“La memoria me mantiene vivo como un pez tarado fuera del agua”. Comente, por favor.
He comprobado, una vez alcanzada cierta edad, que en gran medida dependo de la memoria. La memoria es el centro de gravedad intelectual, en tanto no nos venza el olvido. Es el último asidero que le queda a Virgilio, y da la sensación de que ese hombre vivirá en tanto le quede una pizca de memoria.
¿Ha leído usted Submundo de Don DeLillo? Lo digo por la basura y los deshechos…
Sí, es una gran novela dentro de un siglo de enormes novelas. No obstante, la “gran novela norteamericana” —que algunos han querido descubrir en Submundo— está aún por escribir. Me satisface que mi novela le lleve a pensar en esa otra novela de Don DeLillo; si bien, la sociedad norteamericana, sus vicios, sus memorias, sus pobrezas, sus paisajes de trampantojo y lo que hay detrás, incluso sus basuras o sus lujos, todavía es bastante diferente al producto español. Le confieso que Submundo no ha influido en la escritura de La agonía… A propósito de Don DeLillo, he leído no hace mucho un librito suyo titulado Contrapunto que sí me ha dado algunas pistas para un trabajo que tengo entre manos, algo parecido a una novela, aunque de momento yo prefiero definirlo como un ONNI (objeto narrativo no identificado) En ese librito, DeLillo expone de un modo exquisito la soledad del artista, el autismo de algunos creadores dando vueltas sobre sí mismos, en una ejercicio propio de derviches. Para ello elije a Gleen Gould, Thelonius Monk y Thomas Bernhard… En esas páginas se plantean interrogantes que bajo ningún concepto nos pasan desapercibidas, como ésta: “¿qué ocurre cuando la introspección desarrolla una densidad que borra el mundo?” Creo que Virgilio, en La agonía…, intenta darnos alguna respuesta.
¿Usted piensa que con la edad nos volvemos menos educados o más sinceros?
¿Cree usted que esta novela es, entre otras muchas cosas, una investigación a través del recuerdo?
¿Podemos pensar, a tenor del último párrafo de la página 155, que el protagonista, Virgilio, es racista y xenófobo?
Déjeme ver ese párrafo… Ah, ¿se refiere usted a la expresión moro?… No, eso no es racismo bajo ningún concepto.
¿Y qué tal el cometa Joyce?
Luminoso, como una epifanía gris.
¿Qué es un escomendrijo?
Es una criatura ruin. ¿Por qué me lo pregunta?…
Me gusta cómo suena. ¿Y qué significa gallofero?
Es un holgazán, un vaga
bundo pedigüeño… Pero no irá a pedirme que justifique, fuera de contexto, el empleo de ciertas palabras o palabros.
“España da muchísimo juego literario
y, sin embargo, apenas le prestamos atención,
salvo en determinadas veleidades históricas”
No, no. No se preocupe. Sólo es curiosidad. "…y al final una cocina amarilla llamada España". Le felicito por la comparación. En todo caso, España no sale muy bien parada en su novela…
Seguramente no. Bernhard dijo que “Austria necesita un imprecador”. Pues bien, considero que España también lo necesita. España da muchísimo juego literario y, sin embargo, apenas le prestamos atención, salvo en determinadas veleidades históricas. Los austríacos lo llaman cagar en el nido, y a poco que se fije lo comprenderá. Ahí tenemos a Handke, Jalinek, Schnitzler, Roth, Wincler…, además de Bernhard. Sin embargo, la España actual, y la actitud de sus escritores, me invita a recuperar aquella frase de Mallarmé: “No hay herencia literaria ahí”.
¿Es capaz de diferenciar entre narrador y novelista o le parece un asunto menor?
Tire líneas o trazos gruesos, pero comente la siguiente jugada, por favor: poesía, primera persona, monólogo interior, superposición, siglo XXI, estilo con argumento o argumento con estilo…
¿Cuál es el teatro interior de Fernando Fonseca?
¿No tendrá un pensamiento-teoría por ahí a mano que pueda prestar a los escritores recién llegados, eh?
¿Otro pitillo?