Hilario J. Rodríguez: “Mapa mudo va dirigido a todo lector que lea en busca de nuevos horizontes cada vez que abre un libro.”
—Mapa Mudo es, a priori, un libro inclasificable. Podría ser una novela, un libro de relatos, de fotografías, un ensayo… ¿Cómo lo definirías tú?
Lo mejor es que cada cual lo defina a su manera, como mejor le parezca. No quiero que nadie lo lea de una manera definida, por eso lo catalogué como «fuga literaria». El término tiene algo musical y al mismo tiempo remite a El arte de la fuga de Sergio Pitol, un libro transparente y extraño, un escritor a quien considero uno de mis maestros.
—Ahondando en el tema, ¿qué quieres contarnos con Mapa mudo?
Una serie de historias en apariencia inconexas que, sin embargo, son la misma historia: la historia de una casa (y sus diferentes habitaciones). O, si lo prefieres, la historia de la literatura. O, si lo prefieres, un disco con canciones distintas… Como ya sabemos qué escriben los escritores, lo que quería es fijarme en cómo y dónde lo hacen.
—¿No crees que puede ser un poco arriesgado, incluso pretencioso, ponerte en la piel de tantos autores y decidir sobre sus vidas no vividas?
Tampoco hay que ponerse tan serios. Los escritores inventan, especulan, mienten… y nadie se lleva las manos a la cabeza. Yo sólo quería inventar, especular y mentir sobre ellos, pero sin malicia, sin ganas de hacer críticas positivas y negativas. El libro podría entenderse como un juego, sin más. También podría entenderse como la historia de una familia, en la que yo soy el hijo, Ernest Hemingway el padre, Isak Dinesen la madre, Vladimir Nabokov el tío…
—El espacio, ya sea real o imaginario, es un tema recurrente en tu obra. Títulos como Construyendo Babel, En las ciudades o Mapa mudo lo demuestran. ¿A que se debe esa fijación?
Me gusta la intimidad, la relación que se tiene con el mundo desde el interior de una casa. En apariencia hay una gran distancia, pero si te fijas bien quizás haya más cercanía de la que parece. Hay una frase de Paul Auster que podría ilustrar lo anterior: «El mundo está en mi cabeza y mi cabeza está en el mundo».
—Con Mapa mudo nos sumerges en un mundo literario, donde la realidad se confunde con la ficción. Una ficción con visos de realidad. ¿Eres consciente del poder de la literatura, de la reacción que puedes provocar en el lector desprevenido?
Bueno, éste no es un libro mortal, espero. Es un libro que únicamente aspira a cruzar fronteras, si es preciso como los espaldas mojadas cuando entran en Estados Unidos por debajo de la verja. No se toma muy en serio a sí mismo, por eso juega.
—¿Cómo puede un autor abordar varios estilos y temas literarios a la vez y salir airoso?
Si los dices por mí, no soy yo quien debe responder a esa pregunta, más bien son los lectores del libro o del resto de mis libros. Aunque me considero un explorador, nunca he sabido con certeza si he llegado a algún sitio o si sigo donde comencé.
—¿Qué importancia le das a la fotografía en tu obra?
La idea de que las artes interactúen me seduce mucho, muchísimo. Y la fotografía, desde hace unos años, ha intentado ampliar su campo de acción aliándose con la literatura. Con frecuencia se parte de imágenes para luego inventar historias. Una fotografía es una buena forma de decir «Érase una vez…»
—Y por último, ¿a quién va dirigido Mapa mudo?
A todo lector que lea en busca de nuevos horizontes cada vez que abre un libro.