José Luis Piquero: el Caín de hoy es el indignado
Javier Lasheras.
La editorial sevillana La isla de Siltolá, con el mimo de Javier García Menéndez, acaba de publicar Caín de Lord Byron. Una cuidada edición bilingüe de cuya traducción se ha encargado el poeta José Luis Piquero (Mieres, Asturias, 1967), quien ya atesora, además de su obra, más de treinta traducciones. Entre otros autores, ha traducido y prologado obras de Mark Twain, John Steinbeck, Robert Louis Stevenson, Conan Doyle, Saki, Conrad o Scott Fitzgerald. Hablamos con él a través del correo electrónico.
Acaba de traducir Caín. Supongo que se ha sentido como en casa o, al menos, en un territorio acostumbrado. Lo digo pensando en el José Luis Piquero poeta y escritor y no sólo…
Lo cierto es que sí. La figura de Caín siempre me ha resultado fascinante, como emblema de la rebeldía y la contestación al poder establecido y a las ideas pactadas, y he escrito unos cuantos poemas sobre él. Siempre me he preguntado, como Hesse en Demian, si su estigma no sería producto de su condición de "distinto", más que la consecuencia de un crimen. Caín es el disidente, el que se atreve a pensar por su cuenta, el que va a contramarcha.
A menudo la imagen de Lord Byron se ha asociado más a la de un aventurero liberal y libertino, simpático incluso, que a la de un escritor romántico, polémico y comprometido con su época. ¿A qué cree que es debido?
El problema de Byron es que llevó una existencia desaforada, extrema en todo (lo personal, lo político, lo amoroso, lo literario…) y, de algún modo, esa vida fascinante ha oscurecido su obra. Interesa más el propio personaje que la obra, pues su vida ya es en sí literatura. Y, por supuesto, nos quedamos con los detalles más sabrosos: su relación incestuosa con su hermana, sus múltiples amantes, etc., olvidando que, por encima de extravagancias, también fue un disidente en el sentido más noble de la palabra, un defensor a ultranza de la libertad, un adelantado a su tiempo.
¿Qué destacaría desde el punto de vista de la traducción, de este texto dramático?
Si me pregunta por la propia traducción, destacaría el hecho inexplicable de que una obra fundamental del siglo XIX no estuviera traducida al castellano. Las pocas traducciones que se han hecho (hace décadas) son inencontrables (lo cual es una ventaja, porque las ha habido horrorosas) y tan sólo disponíamos de alguna traducción parcial, como los fragmentos que publicó José María Valverde. De ahí la pertinencia de una versión íntegra, bilingüe y fiel al original. Comprensiblemente, es una de las traducciones mías de las que más orgulloso estoy.
La vida de Byron ya es en sí literatura
Adán, Caín, Lucifer, Abel… ¿Son personajes trasladables a nuestra actualidad, tal y como los contempla Lord Byron?
Lo son plenamente. En este mundo están los que se conforman (como Adán o Abel), los que besan la mano que les oprime y ayudan a que la tiranía se perpetúe. Y están, como Caín, los que se hacen preguntas, los que no comulgan con ruedas de molino, los que desafían al poder y quieren saber. El Caín de hoy es el indignado.
Es una de las traducciones mías
de las que más orgulloso estoy.
Adentrándonos en el propio texto ¿ha tratado de rebajar ese tono metafísico, “altisonante” escribe usted en el prólogo, refiriéndose a ciertos pasajes del segundo acto? ¿Hasta qué punto ha tratado de realizar una traducción accesible para el lector?
He tratado de que el texto traducido suene natural, sin rebuscamientos, pero también de no traicionar a Byron, de ser escrupulosamente fiel a sus palabras. Si este "se pone sublime" hay que seguirle la corriente. Es lógico que la dicción de los personajes de una obra del siglo XIX nos resulte hoy algo afectada. Pero también eso forma parte de su encanto: es su aire de época. Sin embargo, nadie necesitará tener un diccionario al lado para leer Caín.
¿Qué piensa usted acerca de que cada libro debe contar en cada época con su traducción? ¿Cree que una atinada traducción envejece con el paso del tiempo?
Sí, al igual que hay obras que envejecen, también envejecen sus traducciones. Estoy totalmente de acuerdo en que cada generación cuente con sus propias traducciones. Lo malo del Caín era no contar con ninguna íntegra, ni buena ni mala.
Para traducir bien
hay que saber mucho castellano.
Se declara usted orgulloso del trabajo realizado con Caín, pero después de traducir a Stevenson, Dickens, Twain, Melville, Scott Fitzgerald, Steinbeck… ¿a qué obra le hubiese gustado poner su firma?
A muchísimas. Me gustaría traducir a Lovecraft, por ejemplo, pero de momento no sería necesario: las traducciones de Rafael Llopis son muy buenas. De todos modos, he tenido siempre mucha suerte: trabajando casi siempre por encargo, nunca me ha tocado una obra que no me gustase.
¿Cuánto provecho le saca al trabajo como traductor para su quehacer poético? ¿A qué autores les ha sacado más partido literario?
Casi siem
pre traduzco narrativa, así que la traducción no suele influir en mi trabajo poético. Los beneficios son más generales: te enriqueces como lector y como usuario del idioma. Es una oportunidad única para introducirte en el taller de grandes autores, desmontar las obras pieza a pieza, reconstruirlas… Es casi un trabajo artesanal y un examen de lengua, pero no de lengua inglesa sino española. Siempre digo que para traducir bien lo que hay que saber es mucho castellano.
Y hablando de su poesía, ¿qué tal le han traducido a usted?
En algunos casos, como el francés y el portugués, que puedo leerlos, me he encontrado muy bien tratado. De las traducciones al búlgaro, por ejemplo, no puedo opinar, porque no reconozco ni mi nombre escrito en alfabeto cirílico.
Perdone, pero no he encontrado demasiadas webs o blogs dedicadas a la traducción literaria. Además, no parece que la traducción en España tenga la mejor de las consideraciones posibles.
Existen páginas como la de la asociación de traductores ACETT, que no es la única, y también foros en los que, además de usuarios en general, los traductores consultamos nuestras dudas. WordReference es sin duda la mejor. Y sí, la traducción no está muy bien considerada en España (nunca lo ha estado) pero eso está cambiando. Ya hay editoriales que ponen el nombre del traductor en la cubierta y alguna, como Navona, con la que he trabajado mucho, hasta incluyen una breve nota biográfica.
LUCIFER
CAÍN
CAÍN
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CAÍN
LUCIFER
CAÍN
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