Juan Manuel Uruburu Colsa: «El estudio del Surrealismo árabe está ofreciendo resultados muy fructíferos en los últimos años». Por Ernesto Colsa (03/09/2010).

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Juan Manuel Uruburu (Madrid, 1967) es doctor en disciplinas tan heterogéneas como Derecho y Filología Árabe, por la Complutense de Madrid y Sevilla, respectivamente. Ha desarrollado su labor docente en la Universidade Luisiada de Oporto e Independente de Lisoba. En la actualidad presta sus servicios en el Área de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla, como investigador adscrito al Programa Ramón y Cajal. Cuenta con un una decena de libros relacionados con su actividad profesional, entre las que podemos destacar Historia del Consejo Europeo, La realidad social y jurídica de los inmigrantes árabes en Andalucía, História da União Europeia, entre otros, además de innúmeras publicaciones en revistas especializadas que sería ocioso mencionar aquí. Como experto en literatura árabe, tendrá la gentileza de participar desinteresadamente en las jornadas conmemorativas del décimo aniversario de la AEA con la charla “El Surrealismo en la literatura árabe: Georges Henein o el coraje de la transgresión” el próximo 8 de octubre, a las 20:00 horas, en el salón de actos del Hotel Regente, de Oviedo, de cuyo contenido nos ofrece un adelanto en la presente entrevista.  

Más allá de los Aragon, Eluard, Breton… existe otro surrealismo con el que no nos hallamos tan familiarizados…

—Efectivamente. Al igual que sucede en otras muchas corrientes musicales, literarias y artísticas en general, el surrealismo operó como un terremoto que tuvo su epicentro en el París del primer tercio del siglo pasado, pero que también extenderá sus réplicas a otros lugares lejanos que, en mayor o menor medida, se situaban dentro de la órbita cultural de Francia, como era el caso de Egipto durante las décadas anteriores a la revolución de 1952. Es verdad que en un primer momento ha habido una cierta resistencia por parte de la doctrina académica francesa a considerar a los primeros surrealistas egipcios, tales como Henein, Yunán o Cossery, como integrantes de una escuela propia y separada del tronco francés en el que se inspira. Esto se debe a dos causas. Por una parte al hecho de que los surrealistas egipcios utilizaran el francés como vehículo para expresar sus primeras obras y, por otra, a la tendencia francesa a integrar dentro de sus propios movimientos artísticos a los artistas que se forjaron en su territorio. Por ejemplo, hoy día en Francia pocos dudan de que Picasso era un pintor francés, a efectos artísticos, independientemente de su pasaporte. Pues bien, una situación semejante se produjo con los primeros surrealistas egipcios, hasta que el resurgimiento de este movimiento en los años 70 ha permitido reivindicar la figura de estos artistas como pioneros de un movimiento que tendrá unas características muy singulares dentro del Mundo Árabe. Es a partir del reconocimiento de su identidad específica cuando el surrealismo árabe, por ceñirme a mi campo de trabajo, ha sido objeto de una línea de investigación en los ámbitos académico y literario que está ofreciendo resultados muy fructíferos a lo largo de los últimos años. 

Las condiciones sociales y políticas de los países árabes no parecen constituir el entorno más adecuado para el desarrollo de experiencias artísticas de vanguardia.

—Sí y no. Por una parte hay que tener en cuenta que a lo largo del extenso periodo en el que los países árabes se encontraron bajo el dominio colonial, turco, primeramente, y británico y francés, posteriormente, sus poblaciones vivieron un periodo de hibernación o letargo cultural que les llevará a aferrarse a su vieja tradición cultural como medio de diferenciación del ocupante colonial. Esta circunstancia provocó, indudablemente, un aislamiento con respecto a las corrientes artísticas internacionales así como un empobrecimiento en la originalidad de la creación artística en aquellos países, al menos durante los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, a partir del siglo XX se produce un cambio de orientación en la estrategia colonizadora británica y francesa. La nueva visión del colonizador consiste en crear una élite local formada en los valores de los países europeos que en un futuro próximo pudiera permitir otorgar a los países árabes una cierta autonomía e incluso una independencia tutelada, como sucedió en Egipto con la monarquía de Faruk, en 1936.

Esta nueva visión permitió a una nueva generación de jóvenes árabes, de familias pudientes, completar su formación en universidades francesas, en las que trabaron contacto con las corrientes vanguardistas de la época que a la postre acabarían por implantar en sus países. El contexto general no ayudaba, habida cuenta del asfixiante peso de la tradición cultural islámica en estos países, así como su falta de costumbre en establecer contactos culturales con el exterior, debido al hecho colonial. Sin embargo, el siglo XX fue una época de cambios abruptos en el Mundo Árabe y más concretamente en Egipto, con la introducción de nuevos modos de organización política tras la revolución de 1952, la inclusión de estos países dentro de las corrientes internacionales anticolonialistas. Téngase en cuenta que los periodos de revolución política suelen ser propicios para la proliferación de manifestaciones artísticas. Es en ese contexto en el que movimientos culturales de origen europeo, como el surrealismo, encuentran su espacio en las cerradas sociedades árabes. Evidentemente se tratarán de manifestaciones minoritarias y reservadas a las élites que tenían interés y posibilidades de conocer la literatura europea y que se enfrentarán a la incomprensión e indiferencia del público local, en general. 

¿Cómo llegó Ud. a conocer al personaje y, en general, de dónde proviene su interés por el objeto de su ponencia?

—Mi conocimiento del personaje y de la obra de Henein se inscribe dentro de mi actividad profesional como investigador de la cultura árabe en sus principales manifestaciones. En este sentido uno de los aspectos que, durante los últimos tiempos, más ha llamado mi atención ha sido la implantación de los movimientos literarios vanguardistas europeos de principios del siglo XX en el Mundo Árabe. Es en este contexto en el que comienzo a investigar y me encuentro de sopetón con la figura y la obra de Henein. Comienzo a leer algunos de sus artículos e inmediatamente pienso en la reacción que produciría en una sociedad, cuyo panorama cultural era dominado, en buena medida, por ulemas, muftíes y literatos anquilosados en la poesía medieval. Este contraste fue el que me hizo concebir una aproximación a este autor, centrada en su coraje artístico e intelectual. &n
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Recomiende a los lectores de “Literarias” una obra del Sr. Henein que no deberían dejar de leer.

—Desafortunadamente, la obra de Henein aún no ha sido traducida al español ni publicada en nuestro país, por lo que no resulta sencillo acceder a sus escritos, dada la escasa o más bien nula presencia de las revistas literarias árabes en las que Henein escribió, en nuestro país. La parte positiva es que en Francia esta obra ha sido objeto de un especial seguimiento. Yo recomendaría a los lectores que tengan posibilidades, que consulten el número 573 de la publicación, “La nouvelle Revue Française”, de 2005, en el que se incluye una selección de artículos de diferentes épocas de este autor, realizada con muy buen criterio, y que puede transmitir al lector una visión muy completa sobre los aspectos más destacados de la obra de Henein. 

¿Con quiénes de sus contemporáneos surrealistas trabó amistad o contacto el Sr. Henein?

—Se podría decir que Georges Henein se codeó con el núcleo duro del surrealismo parisino. Debía ser un hombre bastante audaz, así que con poco más de 20 añitos y al poco tiempo de haber llegado a París se plantó un día en casa e André Breton con la intención de conocerle y de cambiar puntos de vista acerca de la literatura, lo que dará inicio a una larga relación entre ambos. A partir de aquí Henein se introducirá en los principales círculos surrealistas parisinos y entablará amistad con otros autores como Benjamin Péret, Heri Calet, Victor Serge o Nicolas Calas, con los que mantendrá igualmente una intensa amistad. 

¿Toma partido el Sr. Henein por alguna de las posiciones ideológicas surgidas en el seno del Surrealismo a raíz de la afiliación de Breton al partido comunista?

—Georges Henein coqueteó con el comunismo en su juventud, allá por 1925. Sin embargo tras la subida al poder de Stalin comenzó a distanciarse progresivamente de esta ideología. De este modo la toma de postura política de Breton resultó decisiva para la ruptura de la relación entre ambos. Esta ruptura quedó formalizada en una carta pública en la que Henein se define como “a la vez antiestalinista y anticristiano”. Realmente Henein creyó en un inicio, al igual que otros surrealistas, que la liberación del hombre se podía conseguir gracias a la acción política. Sin embargo su descrédito de dicha acción política fue evolucionando progresivamente a la deriva del estalinismo soviético.  

¿Qué otros autores, si los hubiere, destacaría dentro de esta corriente en la literatura árabe?

 

—A pesar de ser relativamente poco conocida y estudiada, la corriente surrealista tiene una tradición larga y fructífera en el Mundo Árabe. En una primera fase, este movimiento se desarrollará durante las décadas de los años treinta y cuarenta del siglo XX, exclusivamente en Egipto. Durante esta fase el movimiento surrealista egipcio se desarrollará en torno a la labor difusora de Georges Henein, que fundará el grupo “Arte y Libertad” alrededor del cual girará la actividad de otros escritores surrealistas como Kamil al-Tilmisani o Ramsis Yunan, por poner algunos ejemplos. Posteriormente, a principio de la década de los setenta se producirá una revitalización del surrealismo en el Mundo Árabe, pero esta vez sin un nucleo geográfico determinado, ya que se trató de un movimiento de carácter panarabista y dirigido a los autores que escribían en lengua árabe. Tal vez se podría destacar como gran figura de esta segunda fase al escritor iraquí Abdelkader al-Yanabi, debido a su trabajo como impulsor de iniciativas surrealistas.

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