Por David Fueyo
Entre la carne del mundo y la palabra escrita, hay quienes no escriben con tinta sino con cicatrices. A Hernán no lo define una biografía académica ni una sucesión notable de publicaciones, sino una vida vivida con los puños, la tinta y la mirada siempre al frente. Si existe algo que aprender de su escritura, no está solo en las páginas, sino en el abismo del que emergen: la obra de Hernán, con base filosófica y de la literatura clásica más profunda, lleva adherida también una brizna de humanidad doliente; como si la literatura fuera una segunda piel después del fuego.
Lo que tendríamos que saber de él, aunque no tenga (aparentemente) nada que ver con la literatura, es que ha sabido tropezar con lo real, que ha amado, que ha rodado mundo, que fue gamberro, que supo del desarraigo, de la calle, de la herida que no se cura pero sí se canta. Que se hizo filólogo cuando ya era testigo. Que perdió las manos como instrumento, pero no la escritura como destino. Y que desde la inmovilidad física construye una voz en perpetuo movimiento, tan intensa como sincera, tan culta como carnal. Con ello ya podemos imaginar lo que es para él la literatura y lo que Hernán supone para la literatura también, porque este “Tinta bajo las uñas” con Hernán Valladares es toda una declaración de principios. Aquí hay sangre, hay barro, hay pensamiento. Hay futuro. Hay literatura de verdad.
¿Qué tendríamos que saber de ti que no tenga nada que ver con la literatura?
Irremediablemente integrada la teoría narratológica de Derrida —no sin ponerle peros y matices—, esa famosa Deconstrucción que afecta a la forma de entender la obra como resultante semántico muy complejo, pero, sobre todo, independiente ya del autor desde el momento en que otro la lee y la resignifica, no sé si es muy importante en el caso de mi corta obra «saber de mí más allá de lo literario». En román paladino, la obra ya no te pertenece en cuanto se publica.
Puesto que la pregunta que me haces está muy bien formulada, ciertamente esté obligado a contestar, puesto que ya me desligas de la obra. Creo que mi vinculación con la literatura tiene algo de «destino manifiesto». Y es muy importante saber que antes e incluso durante la aparición de la literatura en mi existir, viví mucho. No creo en las literaturas de buró, el escritor o escritora más o menos burocráticos, casi unos funcionarios, que no han vivido o no han vivido con la mínima intensidad necesaria, sin arrugas en el rostro («la cara que uno tiene a partir de los 40 es culpa suya», Gil de Biedma dixit) y se limitan a contar historietas ajenas y a consumar refritos de la literatura que han consumido. Resulta como un juego estéril, pero ciertamente vende y las editoriales importantes parecen preocupadas sólo en esto, vender. Sufrí muchas revoluciones, tuve esa escuela de la calle, acumulé «memoria humana»; ave Fénix, pasé de un estudiante nefasto, un perfecto gamberro, cinco años de trotamundos, a terminar la carrera de Filología incluso con matrículas de honor y un currículum más que aceptable. Algo imposible de concebir por quienes me conocían antes. Hay que decir que cuando empecé la carrera universitaria ya había rodado mucho y también había empezado a leer compulsivamente y a escribir.
Así que sí, la pregunta me interpela y concierne. En lo que en nada tiene que ver con la literatura fui humano, muy humano, en el sentido de aquella máxima de Cervantes acerca de la obra de La Celestina, ya sabes, «un libro divino si no fuera por lo humano», antes de ser escritor. Y luego, llega el remache final de un accidente de motocicleta que me deja tetrapléjico. Ahora sí, Jacques Derrida queda marginado, un cero a la izquierda, porque mi poemario Desde el abismo, versos inválidos es totalmente inseparable de la catástrofe vivida, es producto de ella, de la rabia, el sufrimiento y la superación. Por muy contemporáneos que nos queramos poner, el autor sigue teniendo que ver ineludiblemente con su obra. Sin embargo, a partir del último ensayo publicado, Cuerpocampo de concentración, no quiero más tetraplejia en mi obra. Quiero volver al punto previo, a aquel hombre con mucha vida antes de la literatura. Dar testimonio, como un eco ahogado y diminuto, de la memoria humana en su conjunto. El sentido del ser. La humanidad está en nosotros, en cada uno.
¿Cómo y cuándo supiste que te gustaría dedicarte a escribir?
Creo que queda dicho en la respuesta anterior. Es un «destino manifiesto», la necesidad de la expresión. Hay quien dice que desde niño prefería decir las cosas a los adultos mediante notitas escritas. Creo más en lo que escribo que en lo que hablo.
Todo me suena a egotismo; demasiado egotismo.
¿Cómo definirías tu voz literaria? ¿Crees que ha cambiado mucho desde que empezaste a escribir?
Uy, ojalá haya cambiado, claro que sí, y mucho. Sería una literatura incomestible, la primera que produjimos. Sobre lo primero, no debería ser el autor quien lo dijera, pero trata de ser una voz eco de lo humano. Sin obsesión no hay genio. Sobra lo más abundante, los ingeniosos.
Otra vez egotismo jaja.
¿Qué historia llevas tiempo queriendo contar, pero aún no te has atrevido a escribir?
Mmmmm… El accidente de 2013 en Querétaro, mi tetraplejia y hospitalización larguísima, truncó una novela tremendamente ambiciosa, de título Abril decide, un estudio sobre el mal a través de la conversación con la Historia, en la forma de fábula disfrazada. Novela poliédrica. Universal. Se explora si cabe en nuestra especie eso que llamamos sabiduría como forma de redención para el individuo y para el conjunto de la raza humana. Se están interponiendo nuevos proyectos a esta novela de Abril decide, y ese enorme templo está por construirse, con más de 100 páginas escritas, apenas se encuentra en los inicios. Es mi Sagrada Familia personal.
Por otro lado, llevo muy avanzada la novela Paul o Paúl, una tremenda ficción sostenida sobre un pretexto autobiográfico, donde lo más delicado es no ofender o provocar una revolución familiar; sería lo más parecido a no atreverme a algo. Para la construcción de un autor valioso, para la formación del genio literario, además de las obsesiones metafísicas, se precisa el descaro, la vocación de verdad hasta la hipérbole, y al hablar de la propia familia… Tengo cierto temor, pero no podré esquivar su publicación.
Si tuvieras que recomendar tres obras clave de la literatura para los lectores de LITERARIAS, ¿cuáles elegirías y por qué?
¡Ja! Una pregunta imposible de responder. Para los lectores de Literarias no tendría la osadía de recomendar lecturas, porque los supongo iniciados y me acecha siempre un pudor enfermizo, me daría mucha vergüenza el ir dando lecciones por ahí, como un Pablo Iglesias de la literatura.
Ahora bien, si fuera un profesorcillo de bup, hoy eso, muy en secreto y bajo promesa de no delación, le diría al alumno o alumna, sin miedo ya a resultar completamente canónico, demasiado ortodoxo, casi vulgar: debes leer El Quijote, porque es verdaderamente la primera novela moderna y un prodigio de inteligencia literaria, ética y vital; debes leer Hamlet, porque Shakespeare ha sido el mejor diseccionador del alma humana y en él se encierran los universales, mediante una expresión, materia lingüística —resistente incluso a la traducción, si es buena— de sutileza sobrehumana; y tienes que leer mi novela Colapso y furor, porque dentro de ella hay Cervantes encerrado y también Shakespeare, porque hay disección del espíritu humano (en el sentido del Geist alemán) y memoria humana, memoria de especie, genética, porque es lectura placentera en sí misma y, finalmente, porque es mía.
Aunque bueno, más allá de la última butade, por seguir cayendo en lo obvio, podrías añadir a las lecturas necesarias, de Marguerite Yourcenar, en la traducción de Julio Cortázar, Memorias de Adriano —nuevamente la memoria de los hombres, la reflexión acerca de la «voluntad de poder» ante litteram, antes de Schopenhauer, Freud y, sobre todo, Nietzsche—, y los universales y la gloriosa expresión matérica del lenguaje—; La Odisea, porque Homero es el arquetipo de lo humano; y un pequeño postre: la corta obra existente de Epicuro, la que se encuentra bajo el rubro de «ética» u «ontología», porque el hedonismo es la forma de vivir que más nos aproxima a la felicidad, amistad, conocimiento, frugalidad y respeto.
¿Qué obra ya publicada por otro autor o autora te hubiese gustado firmar?
Ninguna. De verdad. Por rimbombante que suene, de nuevo insisto en algo: si para una persona religiosa, su objetivo final al que debería aspirar es la santidad, para un escritor, su objetivo final al que debería aspirar es la genialidad. Como dijo alguien antes, todo cuanto no es tradición, es plagio.
Piensa en ti como escritor dentro de diez años, ¿cómo te ves en ese no tan lejano dos mil treinta y cinco?
¿Cómo me veo de escritor dentro de 10 años?, pues publicando de forma póstuma.
Si pudieras inventar una herramienta literaria imposible, ¿qué maravilla aportarías al oficio de escribir?
Una pregunta muy muy simpática. En mi caso, la «herramienta literaria imposible y maravillosa» sería recuperar la movilidad de mis manos y poder escribir con ellas nuevamente.
Recomiéndanos una película, una canción y una obra de arte plástico.
Vaya, la recomendación una vez más. Esa cosa tan difícil, que depende del estado de ánimo circunstancial, de la etapa vital, del estado de madurez. Y además, el arte es infinito. ¿Qué luz en el firmamento nocturno elegiríamos como astro predilecto? ¿Qué grano de arena en el desierto del Sáhara? Responder esto sería más sencillo.
¿En vez de canciones, valen obras completas o piezas?
Por supuesto.
Pues vamos, divirtámonos: a la mente humana le gustan las estructuras bimembres, es una querencia inevitable, omnipresente, que probablemente tenga que ver con la disposición de los dos lóbulos encefálicos de que estamos provistos —abre cualquier libro y verás que los escritores las utilizan constantemente («Menganito era esto y lo otro; La mañana era así y asá; Los de izquierdas y los de derechas; Los buenos y los malos»; etc. etc.)—, así que caeré en la dicotomía infantiloide y diré una seria y una ligera: películas: Campanadas a medianoche o El Séptimo Sello / Con faldas a lo loco o Manhattan; piezas musicales: Una furtiva lágrima o Sinfonía n.º 9 (Sinfonía del Nuevo Mundo), de Dvořák o Réquiem, de Mozart / Take Five de Dave Brubeck o Time, de Pink Floyd; obras de arte plástico: La vocación de San Mateo, de Caravaggio / Noctámbulos (Nighthawks), de Edward Hooper.
Si me lo preguntan mañana, a la mejor propongo otras; se me da muy mal ser sistemático. No creo en los sistemas, de hecho. Prefiero un millón de veces a Emil Cioran que a Gustavo Bueno —por sacrílego que suene todo cuanto vaya en contra del asturianizado riojano—; a Sócrates —de obra fragmentaria y no escrita por él, que era analfabeto probablemente— que al furibundo moralista de Platón —monstruo absoluto, un ilustrado 2300 años antes de la Ilustración—.
¿Qué esperas aportar como miembro/a de la Asociación de Escritores y Escritoras de Asturias?
Ojalá algo.
Breve currículum literario:
Hernán Valladares Álvarez, escritor hispanomexicano (Madrid, 1970), estudió Filología Española en la Universidad Autónoma de Madrid (1992-1997). Durante el curso 1998-1999 fue Profesor Asistente Universitario de Literatura Hispánica en Dartmouth College (New Hampshire, EE UU). De regreso a España, tras un año en Salamanca, se instaló en Oviedo, donde creó la Academia de Lengua Española de Asturias para extranjeros, ALEA. A finales de 2011 se trasladó con su esposa y dos hijos, Guzmán y Blanca, a México.
Un año antes había visto la luz su primera novela publicada, El hombre diminuto (Bohodón, Madrid, 2011), obra que sobrepasa los límites del género de ciencia ficción —más exactamente antropología ficción, con el Homo floresiensis al fondo—: bajo la apariencia de un ameno libro de aventuras, se esconde una profunda crítica a la idea de progreso y se hacen aflorar sutilmente las notas más oscuras de la naturaleza humana, siempre desde la inteligente, diríamos mejor, necesaria neutralidad moral narratológica.
De 2012, compuesto en México, es su poemario En honor de la verdad (Praxis, México, 2012).
Tras un accidente de motocicleta en Querétaro el 11 de abril de 2013, queda tetrapléjico y, después de la intervención quirúrgica y una estancia hospitalaria de mes y medio, debe regresar a España acompañado por su familia para ingresar en el Hospital de Parapléjicos de Toledo, donde permanecerá durante nueve meses. Hoy reside en las afueras de Madrid.
Como un alarido frente a la catástrofe compone una serie de poemas que publica con el título Desde el abismo, versos inválidos (Ars Poetica, Asturias, 2018), con prólogo de Luis Alberto de Cuenca: «Habría que ampliar el campo semántico del término ‘emoción’ para explicar lo que he sentido al leer este libro».
En diciembre de 2021 publica Colapso y furor (Sapere Aude), novela de cerca de 500 páginas de la que Luis Alberto de Cuenca ha dicho: «magnífica novela, con una prosa muy cuidada, que va de lo poético al lenguaje del hampa mexicana, escrita por un autor de raza, escritor sin rival en el panorama actual».
El ensayo, Cuerpocampo de concentración (Oviedo, colección Ensayística, Sapere Aude, 2023), se erige como confesión descarnada, pero también como manual de superación y vitalismo frente a la catástrofe.
Entre otros trabajos en marcha, lleva muy avanzada la escritura de la novela Paul o Paúl, falsa —o no tanto— y tremenda autobiografía de la niñez, adolescencia y primera juventud del protagonista, Pablo Valdés Alvarado.
Al tiempo que va trabajando en estas obras, retoma proyectos que quedaron interrumpidos por el accidente, entre los que se encuentran la ambiciosa novela Abril decide, el ensayo Tras la perfección del lenguaje o la novela corta, ya terminada, Tres domingos, que espera ver la luz a principios de 2025.
Ha colaborado en varias revistas literarias (Voz y Letra, El invisible anillo, Clarín, etc.) y en algún periódico, y ha publicado cuentos o breves ensayos en obras colectivas.
Es autor del blog Diarius Interruptus.
Con Relatos para una novela coral, La saga del Frijol se pretende poner en juego una escritura abierta, semejante a una novela por entregas, y libre en su blog o página personal, cuya finalidad expresa el propio título.
Publicaciones
Reseñas, Voz y letra, Arco libros, Madrid, 1996-1998.
Diarius Interruptus, (blog, desde 2010).
Poemas, El invisible anillo 11, Eneida, Madrid, 2011.
El hombre diminuto, Bohodón, Madrid, 2011.
En honor de la verdad, Praxis, México, 2013.
Desde el abismo, versos inválidos, Ars Poetica, Oviedo, 2019.
Colapso y furor, Sapere Aude, Oviedo, 2021.
Cuerpocampo de concentración, Ensayística Sapere Aude, Oviedo, 2023.