Una entrevista ligera a Esperanza Ortega, por Javier Lasheras y José Havel. 25/09/2012

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Una entrevista ligera a Esperanza Ortega.
 
» Me he perdido muchas veces.
 
Por Javier Lasheras y José Havel
 
 
¿Qué valora más en un viaje?
 
 La buena compañía.
 
¿Qué es lo que más le gusta hacer a las 8 de la tarde?
 
Comerme cualquier cosa, incluso aunque no sea un bizcocho.
 
¿Cuál es el riesgo principal de viajar con usted?
 
Me he perdido muchas veces.  El problema es si estoy en un país extranjero, porque no sé inglés.
 
¿Qué valora más para elegir un acompañante?
 
Que tenga sentido de la orientación y sepa idiomas.
 
¿Cuál es ese lugar al que siempre le gustaría volver y por qué?
 
A San Sebastián. Viví allí durante el primer cuso de mi trabajo de profesora hace más de 34 años y no he vuelto nunca. Me trataron muy bien en el Instituto, no me sentí en absoluto marginada por ser castellana.
 
¿Cuál es su principal defecto?
 
Que soy muy despistada.
 
¿Y su principal cualidad?
 
Que soy muy despistada.
 
¿Qué libros lee cuando viaja?
 
Novelas.
 
¿Y qué está leyendo ahora?
 
Sinué, el egipcio.
 
¿Es usted de los que leen con lápiz y papel a mano?
 
En absoluto. Eso es estudiar, no leer.
 
¿Cuál sería su mayor desdicha?
 
Me niego a nombrarla.
 
¿Qué obra publicada le hubiese gustado firmar?
 
Diario de un poeta recién casado, de Juan Ramón Jiménez.
 
¿Dónde le gustaría vivir?
 
En Vía Dante, de Florencia.
 
¿Cuál es su bebida favorita?
 
Coca-cola, de toda la vida.
 
Dígame un par de grandes novelas que se le atragantaron o nunca pudo terminar de leer.
 
Grande de tamaño, El club Dante. No recuerdo su autor, era aburridísima. Al contrario del Infierno de Dante, que me apasiona. Tampoco pude con el Guzmán de Alfarache, de Mateo Alemán. También era aburridísima.
 
¿Cuál es su ciudad preferida?
 
Nápoles.
 
¿Quiénes son sus escritores favoritos?
 
Pascal Quignar y San Juan de la Cruz.
 
¿Cuáles son sus palabras predilectas o su frase favorita?
 
«¿Qué desea?…» Antes lo decían los camareros y los dependientes de comercio.
 
¿Qué música suele escuchar?
 
Brahms y Verdi.
 
¿Con que personajes históricos y personajes ficticios le gustaría pasar una velada?
 
Con Garcilaso de la Vega entre los históricos. Con Corsario Negro, de Salgari, entre los ficticios.
 
¿Por cuánto sale, más o menos, una ración de 100 gramos de jamón ibérico puro de bellota, una copa de vino, un libro de poemas y una onza de chocolate?
 
Lo más caro es el jamón de bellota, luego la copa de vino —si es de reserva— y después la onza de chocolate. La poesía no tiene precio, como el cariño verdadero, ni se compra ni se vende.
 
Recomiende un par de obras de arte.
 
El acróbata de Gnosos, una pequeña figura que está en el Museo de Atenas. En pintura, La habitación roja, de Matisse.
 
¿En la escritura de qué se halla usted ahora inmersa?
 
Un relato que se titula El milagro de las hormigas.
 
¿La crítica literaria la prefiere con agua, con hielo o a solas?
 
Sólo la he probado sola.
 

¿Qué detesta, odia y le cabrea a un mismo tiempo? ¿Y por separado?
 
La tacañería y la petulancia, solas y por separado.
 
Recomiéndenos un libro que aún no haya leído.
 
El cielo, de Plotino.
 
Díganos un par de películas que todo el mundo debería ver.
 
El hombre que mató a Liberty Balance, de John Ford y Con faldas y a lo loco, de Billy Wilder.
 
¿A través de qué película llegó a leer un libro estupendo?
 
Esplendor en la hierba, de Elia Kazan. En ella se recita un fragmento de la Oda a la inmortalidad, de William Wordsworth.
 
¿Qué suceso de la historia admira más?
 
La heroicidad de los daneses al salvar a los judíos, durante la invasión alemana, en la Segunda Guerra Mundial.
 
¿Qué red social de internet prefiere?
 
Facebook, es la única que me tiene enredada.
 
¿A quién le hubiese gustado entrevistar?
 
A  Rimbaud.
 
Y por último, ¿cómo se declara usted, culpable o inocente?
 
No culpable.
 
 
Esperanza Ortega es escritora y profesora.
 
 

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