Una entrevista ligera a José Luis Piquero
Que sea reposado, con tiempo para detenerse a oler las rosas. Que deje huella. Que algún día sean días dorados que recordar.
Donde vivo, a esa hora le llaman “la fresquita”, que es cuando baja un poco el calor. Momento idóneo para una cerveza en alguna terraza, cotilleando de la gente que pasa.
Lo habitual es acabar perdiéndonos. Una brújula sería lo suyo.
Como suelo viajar con mi pareja, lo mismo que valoré cuando empecé a salir con ella, la pobre.
Vivo fuera de Asturias, así que está muy claro: Asturias.
La intransigencia.
Creo que no soy envidioso.
Como suele haber menos tiempo, normalmente poesía, que es género que da que pensar sin el enredo de las novelas.
Releyendo la obra completa de Víctor Botas, que se ha reeditado en Sevilla. La memoria de los amigos y de los buenos poetas, siempre.
Nunca, señor mío. Yo leo por placer.
Las que me ha tocado vivir hasta ahora. Temo que no sean aún las mayores.
Miles y miles. Un ejemplo: “Enoch Soames”, de Max Beerbohm.
En Islantilla. ¿Qué suerte tengo, verdad?
A un buen Protos no le digo que no. Y a dos y a tres.
Ahora mismo me viene a la cabeza el Ulises. Aunque insistí tanto que quizá podría darlo por leído.
Praga, desde que me perdí en ella la primera vez y luego todas las demás veces que me dejé perder en ella.
¿Dispongo de 30 o 40 líneas? ¿No? Pues entonces pongamos sólo uno: Borges.
¿Cuáles son sus palabras predilectas o su frase favorita?
Suelo repetir una frase que decía un gángster en Calle sin salida, de William Wyler: “Cada cual debe hacer lo que cree que le gusta”. Ese “lo que cree” es lo que la hace una frase gloriosa.
Depende. Últimamente Mercury Rev.
Históricos, con Ringo Starr. Ficticios, con Mariano Rajoy.
Ahí me ha pillao. Donde vivo hay el mejor jamón ibérico de España pero no lo pido en los bares. La copa de vino, depende del bar: un blanco del Condado de Huelva está entre 1.20 y 1.60. Los libros de poemas, algunos valen más de lo que cuestan y otros cuestan más de lo que valen. Y chocolate no como, sorry.
Sara Carbonero y Martina Klein.
De nada. Estoy en dique seco. Pero he aprendido que estas sequías a la larga son beneficiosas.
Con las gafas de leer, para no perder ripio.
Supongo que lo que todos: la prepotencia, el abuso… Y algunas cosas más: la incompetencia, la catetez, la mojigatería…
Prefiero no dar cartas de recomendación a desconocidos. Sólo respondo tras tener trato.
La lista de Schindler, Ojos ne
gros y otras mil o dos mil más.
Los restos del día, de Kazuo Ishiguro, un ejemplo de que a veces libro y película son, ambos, obras de arte, aunque lo normal es que la película sea peor (El resplandor, que es mucho mejor que la novela, sería una de las pocas excepciones).
Mejor no acordarse de la historia más que para no repetirla. Ya decía Ángel González que era como la morcilla: una cosa hecha con sangre.
Ninguna. No participo.
Al mago y activista escéptico James Randi, un tipo admirable, inteligente y divertido que ha dedicado su vida a desenmascarar estafadores del estilo de Uri Geller o la terrorista esa, Anne Germain.
Inocente de todos los cargos, excepto quizá del más grave…