Una entrevista ligera a Luisgé Martín
»Melancolía. Es sonora, evocadora y hermosa.
Y ambigua, que es una gran virtud en una palabra.
Por José Havel y Javier Lasheras.
¿Qué valora más en un viaje?
A esta edad, la sorpresa, la fascinación de ver algo que no haya visto.
¿Qué es lo que más le gusta hacer a las 8 de la tarde?
Perder el tiempo, pero de formas muy diversas.
¿Cuál es el riesgo principal de viajar con usted?
Que me dé un brote psicótico y me meta en el caparazón de tortuga que llevo siempre.
¿Qué valora más para elegir un acompañante?
No elijo acompañantes, los tengo ya asignados.
¿Cuál es ese lugar al que siempre le gustaría volver y por qué?
Quizá Nueva York, vulgarmente. Porque allí cabe todo, cabe cualquier viaje.
¿Cuál es su principal defecto?
Tener muchos defectos.
¿Y su principal cualidad?
Creo que el apasionamiento, que, en ciertas dosis y contextos, puede ser también uno de los defectos de la pregunta anterior.
¿Qué libros lee cuando viaja?
O ágiles o emparentados con el lugar al que viajo. Si voy a Líbano me puedo llevar una novela absorbente o una novela de un autor libanés, pero no una novela densa de un sueco, por ejemplo.
¿Y qué está leyendo ahora?
Capital erótico, de Catherine Hazim, y El asesino hipocondriaco, de Juan Jacinto Muñoz Rengel. Ambos estupendos.
¿Es usted de los que leen con lápiz y papel a mano?
Nunca, salvo que la lectura tenga algún objetivo muy específico y necesite datos.
¿Cuál sería su mayor desdicha?
Morirme, para qué vamos a andarnos con medias tintas.
¿Qué obra publicada le hubiese gustado firmar?
Frankenstein. Y muchas otras, claro, pero esa de un modo especial.
¿Dónde le gustaría vivir?
En Madrid, pero en una casa que estuviera en el centro, con jardín y aislada de todos los ruidos. Es decir, en el palacio de Liria, por ejemplo, pero creo que la Duquesa no lo vende.
¿Cuál es su bebida favorita?
El vino. Con diferencia.
Dígame un par de grandes novelas que se le atragantaron o nunca pudo terminar de leer.
En busca del tiempo perdido, por larga, y Madame Bovary, por pesada. Las dos francesas, pero no tiene nada que ver.
¿Cuál es su ciudad preferida?
Madrid, por el hemisferio izquierdo, y Nueva York, por el derecho.
¿Quiénes son sus escritores favoritos?
No sé si favoritos por determinantes en la juventud, pero Borges, Cortázar, Dostoievsky, Cervantes y Clarín. No menciono a los vivos porque tendría que pensármelo más.
¿Cuáles son sus palabras predilectas o su frase favorita?
Melancolía. Es sonora, evocadora y hermosa. Y ambigua, que es una gran virtud en una palabra.
¿Qué música suele escuchar?
Ahora escucho poca música. Antes, que escuchaba mucha, todo tipo de música: desde radiofórmulas hasta Bach, que es mi compositor de cabecera.
¿Con que personajes históricos y personajes ficticios le gustaría pasar una velada?
La lista sería interminable. Con James Dean y Paul Newman. Con Azaña. Con Scott Fitzgerald. Con Fouchet. Con Batman sin Robin (no me gustan los tríos). Con Don Quijote y con Ana Ozores. Y sobre todo con el Rey Arturo, que no sé si es histórico o de ficción, aunque lo prefiero de ficción.
¿Por cuánto sale, más o menos, una ración de 100 gramos de jamón ibérico puro de bellota, una copa de vino, un libro de poemas y una onza de chocolate?
Todo junto, 40 euros. Aunque depende de la elección del vino.
Recomiende un par de obras de arte.
Nighthawks, de Edward Hopper, y cualquier lienzo de Rothko, que es de las pocas cosas que colgaría en mi casa con verdadera felicidad.
¿En la escritura de qué se halla usted ahora inmerso?
De una novela corta que ya he prácticamente terminado. Otra vez la historia de alguien que no está a gusto siendo quien es. La eterna cantilena.
¿La crítica literaria la prefiere con agua, con hielo o a solas?
Con un chorrito de limón, si puede ser.
¿Qué detesta, odia y le cabrea a un mismo tiempo? ¿Y por separado?
La impuntualidad. Y por separado, la estupidez, la estupidez soberbia y la impuntualidad de nuevo.
Recomiéndenos un libro que aún no haya leído.
Alguno de los que aún no he escrito, si no se me toma a mal. Y La Biblia, que debe de ser buenísimo.
Díganos un par de películas que todo el mundo debería ver.
El último tango en París, que está en un injusto baúl de los recuerdos, y la primera parte de Matrix (pero sólo la primera parte, que es pura filosofía sabia), por no remontarme a clásicos indiscutibles.
¿A través de qué película llegó a leer un libro estupendo?
Hago memoria y no recuerdo ninguna. Creo que siempre que me ha interesado un libro por una película, he tratado de leer antes el libro, porque si no luego las imágenes lo contaminan todo.
¿Qué suceso de la historia admira más?
La abolición de la esclavitud de Abraham Lincoln.
¿Qué red social de internet prefiere?
No prefiero ninguna, la verdad. Y todavía tengo mis dudas sobre sus sótanos oscuros. La que más he usado es Facebook.
¿A quién le hubiese gustado entrevistar?
A Miguel de Cervantes y a Hitler. Aunque en el caso de este último habría tenido que ser con intérprete.
Y por último, ¿cómo se declara usted, culpable o inocente?
Culpable, por supuesto. ¡Qué pregunta!