Ante la demiurgia o el arte de William Blake. Por Víctor González-Quevedo. 25/02/2011.

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Ante la demiurgia o el arte de William Blake
 
»Yo abogaría por instaurar la lectura obligatoria de este autor
en las aulas occidentales ya desde la educación primaria
 
Por Víctor González-Quevedo
 
 
Por alguna extraña razón, todos nos sentimos muy próximos a algo o alguien: tanto como tan lejanos, a veces, a casi todo(s) lo(s) demás. El que firma esto, por ejemplo, se siente mansamente admirador del poco común enfoque artístico y vital de este talentoso creador inglés. La brutal, híbrida y eufónica lucha escrita y pictórica ante la demiurgia que crea lo terreno del celebérrimo escritor y grabador William Blake espantó a muchos en su tiempo –fue, más o menos, tachado de demente— tan sólo para acabar congregando voluntades más o menos de rendición unánime ante su figura y sobre todo obra en épocas posteriores: de loco a genio, nada nuevo bajo el sol, túmulo mediante y cucharada de sal en el paladar durante. “Posiblemente el mayor artista inglés de todos los tiempos”, etcétera.
 
Inspirado tanto en la Biblia como en Emmanuel Swedenborg (o más bien tomándolos como punto de partida hacia lo ignoto), Blake construyó un sistema creativo-religioso (esto es, un constructo que ordena los elementos primigeniamente caóticos, dotándolos de paradójicos orden, coherencia y sentido) el cual dicen le llevó a la ruina económica al final de sus días. Con Blake y su especial tipo de personalidad hay que tener cuidado, pues ésta adopta modos proteiformes. Uno puede leer Cantos de inocencia y experiencia y seguidamente El matrimonio del cielo y del infierno y pensar que este autor era inhumano y no sujeto a deyecciones. Sin embargo, la deyección está presente en algunas líneas de los Poemas del manuscrito de D. G. Rosetti, aunque inscrita en una visión memorable de mayor elevación —¿tal vez una broma del señor Blake?—. Se nota aquí un resquemor hacia la raza humana por parte del autor, casi parangonable con su devoción hacia lo divino. Sin embargo, no se puede decir que el artista no fuese un humanista en el sentido más literal: lo que me temo ocurre es que fue en apariencia más un escritor psicologista (individualista) antes que sociologista (colectivista). Aun así, Blake abrazó causas políticas que para entonces no eran consideradas inocuas a nivel social. Genuino precursor, lo que hacía iba contra la corriente racionalista y sólo encajaría (aunque seguramente trascendiéndolo) inscrito en el movimiento romántico –o más exactamente, prerromántico—.
 
Tal vez su poema más archifamoso sea aquél en el que utiliza una marcada métrica, “El tigre”: “Tiger, tiger, burning bright, in the forests of the night – what inmortal hand or eye could frame your fearful symmetry”, organizado en duplas y donde el acento recae normalmente durante la primera parte de la dupla, resultando placentero de leer en inglés. En cuentas de resumen, que yo abogaría por instaurar la lectura obligatoria de este autor en las aulas occidentales ya desde la educación primaria. (Por supuesto, esto no deja de ser una quimera sin demasiadas pretensiones de realidad). En cualquier caso, en estos tiempos erráticos que nos conducirán –a mal seguro— a algo que ya no es demasiado bueno y que será peor, no está de más reconciliarnos con, leer o releer esta clase de apocalípticos textos, a modo de ensayo para la tragedia universal. Por lo que pueda pasar.


Víctor González-Quevedo es escritor.

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