Hablar en la tradicional España contra lo que puede ser considerado como políticamente correcto no es tarea cómoda. Cuando el Gobierno se esfuerza en la prevención de los accidentes de tráfico, (ahora se cumple el quincuagésimo aniversario de su Dirección General), en el tratamiento de la Gripe A, la lucha contra el terrorismo, la seguridad laboral, doméstica, en el transporte escolar, etcétera, en la Televisión pública, y patrocinado por el Gobierno de Navarra, se hace la apología de la muerte en los encierros de San Fermín con un joven fallecido el viernes pasado.
Cuando escuchamos a los comentaristas televisivos de tal evento veraniego no podemos más que hacer la comparación con un partido de fútbol: Se miden las cornadas, traumatismos y percances como si fueran goles, saques de esquina o faltas con tarjeta amarilla. La presentadora habla de “encierro dramático”, y el comentarista de “gente experimentada” cuando se refiere a los corredores, o de “comportamiento elegante de un mozo que deja pasar a otros”, como si un futbolista pasara la pelota en vez de hacer juego individual. La presentadora califica el evento como “encierro peligroso, sobrecogedor y fiesta hermosa”. Donde, de modo, se supone que subconsciente, mezcla el juego autorizado con la muerte y el desafío a la prudencia para prevenirla.
Hay un mozo al que se coloca un pulsímetro y un GPS, y después del encierro un médico analiza las anomalías del miedo, la extravagancia de las pulsaciones y el voltaje de adrenalina. Todo va en función de la cornada como aditamento básico del espectáculo, aunque muy bien disimulado. Dan testimonio de ello un montón de cámaras de una televisión, pagada por todos, haciendo recuento posterior y cien veces repetido de los momentos más dramáticos, escudriñando las imágenes a cámara lenta con primeros planos para valorar el morbo de la cogida más hermosa. Y para regodeo de las familias de los corredores. Cuando se corre la voz de que un mozo fue corneado en el cuello hay una búsqueda frenética de las imágenes, (moviola incluida), del desafortunado joven para poder ofrecer el momento justo, el modo peculiar en que el asta entra en la garganta del chico, como si se tratara del balón por la escuadra. Al final se hace recuento del marcador: 1 muerto, 4 cornadas, 8 revolcones,13 percances, 12 traumatismos, 20 contusiones, la eficacia de la Cruz Roja, y el buen servicio de los hospitales. En fin, lo de siempre en la tradicional España. La fiesta sigue.