Corín Tellado, espejo de España. Por Miguel Ángel Garrido Gallardo. 13/04/2009

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¡Ya es casualidad! La noticia de la muerte de Corín Tellado me llega en el momento en que estoy preparando un seminario sobre la autora, anunciado para el sábado próximo, día 18, en el Instituto de Estudios Hispánicos de Amberes. Después de mucho, había decidido volver sobre la obra de Corín, que es la persona que, sin pretenderlo, ha propiciado el mayor ridículo quizás de mi vida.

Yo había escrito sobre Corín en la década de 1970 cuando estaba de moda entre los que nos dedicábamos a la teoría de la literatura subrayar el hecho –que no deja de ser verdad—de que las producciones sin mayores aspiraciones artísticas (subliterarias, las llamábamos) son especialmente sintomáticas a la hora de conocer una cultura, ya que ponen en evidencia, al derecho o al revés, caracteres que pueden ser deformados por lo que se suele llamar alta literatura. No hacía mucho, por ejemplo, Andrés Amorós había escrito un opúsculo en Taurus titulado Sociología de la novela rosa en que precisamente estudiaba varias obras de Corín Tellado desde esta perspectiva.

Pues bien, alguien que sabría de mis escritos me citó para una entrevista en Televisión Española en la que los entrevistados seríamos Corín Tellado y yo. Tengo que confesar que me alegró mucho la invitación, porque sentía ganas de conocer a la autora que vendía cada semana más ejemplares de sus libros que yo iba a vender (ahora puedo escribir, he vendido) en toda mi vida. Sin embargo, la víspera me llamaron de televisión para decirme que la autora no podía comparecer, porque se estaba arreglando la dentadura y no le parecía oportuno que se la viese en ese estado y, así, me entrevistaron a mi solo para entrevistarla a ella después. El resultado no pudo ser más desastroso para mí, porque todo terminó en la emisión de un montaje en el que ante idéntica pregunta contestaban sucesivamente un jovenzuelo pedante, vestido de gris oscuro y que decía términos ininteligibles (yo) y una señora encantadora (Corín), diciendo cosas sensatas y que todo el mundo podía entender.

Son muchas décadas las que ha estado Corín Tellado  reinando en los quioscos de toda España con las novelas de editorial Bruguera y muchos años, después, los que ha seguido siendo un referente en Iberoamérica cuando los avances tecnológicos propiciaron sus fotonovelas, que solo en Brasil se vendieron durante cierto tiempo en número de más de setecientos mil ejemplares a la semana. Son cifras que suponen un fenómeno cultural difícil de soslayar. Es lo que pretendo explicar en la reunión de Amberes.

Las novelas de Corín Tellado están mucho más pegadas a la realidad de lo que parece a primera vista. Si al principio competían con cuentos de hadas, presuntamente para niñas, pero leídos en realidad por jovencitas para las que el matrimonio con la ranita, convertida en príncipe, era el único relato que le permitía fantasear con un ascenso social conveniente, luego se hicieron con el mercado y continuaron con él adaptándose a los cambios de usos y costumbres amorosos (y profesionales, y económicos). Las novelas de Corín Tellado han supuesto constantemente (me volveré a poner pedante como en aquel programa de TVE) un reflejo exacto del inconsciente colectivo de un enorme grupo social.

Luego vino otro cambio tecnológico que trajo la competencia de las telenovelas y otros cambios sociales, más difíciles de integrar en las inercias más profundas de esta producción. Y, aunque nuestra escritora seguía ejerciendo, sus novelas, como fenómenos de masas, habían pasado a la historia ya.

Desde luego, hoy hay que agradecer a Corín Tellado, la novelista en español más leída del siglo XX, por su abrumadora producción cuyo trasfondo supone un material riquísimo para la historia de la cultura en España y por el incalculable consuelo que ha proporcionado a millones y millones de lectoras (¿solo lectoras?) de generación en generación.

 

Por Miguel Ángel Garrido Gallardo
Profesor de Análisis del Discurso
Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CSIC)

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