Miren, no sé por qué, pero tengo la impresión de que cuando los americanos pongan su primera huella estriada en Marte, el primer signo de vida que encontrarán será un nativo de Cangas de Onís, que pasaba por allí. Sinceramente, en los últimos años me da que si tú pegas una patada a una piedra, debajo hay un asturiano. Sorprendente la ubicuidad, variedad de talento, fuerza e innovación con que los paisanos que conozco encaran esa pelea frenética y dionisíaca que es la vida. Se acabó el tiempo de lo desvencijado y el aterimiento, de la pequeña política, de la medianía y lo campanudo, de la autocomplacencia y el grandonismo. Los asturianos ya no salimos fuera de Asturias a mendigar la vida, sino a cogerla por el gaznate y lo que te rondaré, morena; los asturianos ya no somos pólvora del Rey y nos hemos enganchado a la palabra-acción, que decía Goethe. Los asturianos ya no queremos ser sólo los primeros, sino también los segundos y los terceros. En la restauración, en los rayos catódicos, en la farándula, en las empresas, en el fútbol, en la literatura, en la política… hay trendsetters en todos los ámbitos. Esse est percipi, como decía Berkeley, somos porque somos percibidos. Y la base de todo es el trabajo, la perseverancia, la ambición.
A bote pronto -y pidiendo disculpas por los numerosos nombres que obviaré por el espacio-, se me ocurren los clásicos, Víctor Manuel, Arturo Fernández, Margarita Salas, Sabino Fernández Campo, Joaquín Rubio Camín, Gil Parrondo, Grande Covián, Garci -más asturiano que algunos-, José Luis Balbín, Gonzalo Suárez, Vaquero Turcios, Severo Ochoa, Tino Casal… los modernos, como el restaurador José Andrés, Ana García Siñeriz, David Villa, Lobato y Alonso -tanto monta-, Ángeles Caso, Colubi, Tino Pertierra, Hevia, Melendi, Letizia Ortiz, Manuel Busto, Roberto Álvarez… los posmodernos, Igor Paskual, Nacho Vegas, José Luis Piquero, María Cotiello, Moisés Tuñón, Luis Fernández Zapico… Legión, son legión.
Círculos perfectos, disciplinados y simétricos que se expanden en una espiral de optimismo, pero un optimismo de la inteligencia, porque un hombre es su imaginación, lo que imagina y, sobre todo, cómo se imagina a sí mismo. Y el asturiano que yo conozco ahora empuja en melé, suma ordenadamente, sin prisas, músculo a músculo, hecho sobre hecho. En fin, no hay mucho más que añadir, salvo espacios en blanco que ustedes mismos podrán rellenar, y una última advertencia: si van a coger setas, háganlo con cautela, bajo su sombrilla es posible que también haya un asturiano.