El estilo Gaudí. ¿Qué estilo?  3ª Parte (De Gaudí a la modernidad)

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Solo a partir de los años cincuenta del pasado siglo XX, por mérito del crítico de arte Bruno Cevi, Gaudí comienza a aparecer en la Historia de la Arquitectura del Siglo XX. A ello contribuyó Josep Lluís Sert –discípulo de Le Corbusier y sucesor de Gropius en la enseñanza en Harvard-, al vaticinar: «No se puede seguir construyendo nuestras ciudades limitándose a edificios que se parecen cajas, inspirados exclusivamente en el sistema del envigado y de la pilastra».

Los primeros reconocimientos internacionales a la obra de Gaudí, llegaron de la mano del historiador del arte Nikolaus Pevsner, el cual, en su obra Pioneros del diseño moderno, en la primera edición en español de 1958, incluyó por vez primera a Gaudí (en anteriores ediciones solo se le menciona en las notas aclaratorias) «como el arquitecto más significativo del Art Nouveau, como que en efecto lo es Gaudí [y resalta que] alcanzó una liberación total en 1898, y sus primeras obras maestras ya completamente maduras fueron comenzadas en ese año y en 1900 […]. Es en la Colonia Güell y su asombrosa, fascinante, horrible e inimitable iglesia de Santa Coloma de Cervelló y el Parque Güell como concepción […] Gaudí recurre a azulejos rotos, taza y platos viejos para revestir un parapeto, los mismos materiales improbables que más tarde usará para los pináculos de la Sagrada Familia». Si fue Gaudí quien propuso un sistema que se consideró inédito -el trencadís-, otro arquitecto, el mencionado Sert (exiliado de la Guerra Civil en Estados Unidos), fue quien hizo hincapié en que «las formas de sus edificios, y especialmente las de los ventiladores, las chimeneas y las salidas de escalera de La Pedrera, (eso era) la verdadera escultura de Gaudí».

Boceto de la colonia Güell

Tampoco se puede obviar que Le Corbusier fue el primero en abrir los ojos de sus contemporáneos, en lo que respecta al genio de Gaudí. En vida del prócer arquitecto ya se había construido la Robie House de Chicago (de F. Lloyd Wright) y el Pabellón del Espirit Nouveau de Le Corbusier, para la exposición de Paris de 1925, un año antes de la muerte de Gaudí. Fueron, pues, obras que crearon escuela, episodios iniciales de la arquitectura contemporánea; mientras que, según Oriol Bohigas (Gaudí 2002): «Es muy significativo que la obra de Antonio Gaudí no fue incorporada en los estudios y catálogos internacionales de la arquitectura moderna hasta que se superaron los dogmas fundacionales, las utopías del Racionalismo y el Funcionalismo…».

El Funcionalismo apareció en 1923, cuando Le Corbusier publicó su obra Vers une architecture, y propugnó que cada elemento debe responder a una función estructural; pero ya entonces Gaudí estaba de vuelta. Los arcos equilibrados (parabólicos) que muchos años antes empleara en el Palau Güell (1883) no son más que una manifestación del revisionismo funcional, estético y utilitario que forman parte de su eterno legado: «Este llamado funcionalismo en los últimos años de Gaudí, como el racionalismo que privaba en su juventud y la arquitectura orgánica que debería venir después –el mismo afán progresivo en tres distintas épocas-, nuestro arquitecto lo practicó de una manera casi intuitiva y con mayor intensidad que ninguno otro…».

El gaudinismo (el arquitecto Cesar Martinell fue quien propuso por vez primera esta expresión, en un texto breve publicado en 1953) se identifica por solucionar las imperfecciones del gótico, porque al no quedar satisfecho con las estructuras tradicionales –la ojival, en este caso-, se decide por “la mecánica” (de entre los tres aspectos: el geométrico, el mecánico y el constructivo) ya que son las fuerzas y los pesos las que mandan. De estos nace la forma y a esta ha de someterse la construcción. Con estas premisas Gaudí se decanta por las columnas inclinadas (suprimiéndose los contrafuertes y arbotantes) y las aplica por vez primera en la cripta de la Colonia Güell, dando muestras de una imaginación desbordada y observación del entorno.

La fuerte personalidad de Antonio Gaudí no necesitaba de influencias arquitectónicas, pero el Modernismo (ver artículo: El estilo Gaudí. ¿Qué estilo? 2ª Parte) (Literarias, 21 de septiembre de 2020) actuó en él como «lubricante que suavizó el camino y suprimió los obstáculos históricos -alega Martinell, y añade que la nueva teoría gaudiniana- extendió a las bóvedas la idea que ya había aplicado en los arcos […] planteando primero el problema mecánico, que resolvió con formas geométricas (helicoide, elipsoide, paraboloide hiperbólico, hiperboloide y conoide) para hacerlo constructivo». Mientras se desconocieron las leyes de “la mecánica” era explicable que la gran arquitectura se centrara en la geometría y la construcción, pero Gaudí prefirió completar su obra con el estudio estético de las formas equilibradas, sin tradición en toda la Historia del Arte e ideó la maqueta funicular (Figura. 5), pero invertida, a base de pesos que sustituyen las cargas y cadenas en lugar de arcos (esta estructura tiene la ventaja de no dar empujes laterales).

«Yo soy geómetra, que quiere decir sintético. Los del Norte [de Europa] no comprenden la síntesis y han hecho la geometría analítica […] Los mediterráneos son los únicos que han entendido la geometría y para hallarla hay que recurrir a los griegos». Este comentario aparece recogido por Isidro Puig Boada (otro de los “cuatro evangelistas”) en su obra El pensamiento de Gaudí, y refleja bien a las claras el ideario del genial tracista. Pero donde mejor se aprecian las tres tendencias, legadas por Gaudí para la posteridad (postgótica, naturalista y geométrica), es en el Templo Expiatorio de La Sagrada Familia (Fig. 6). Según Daniel Giralt-Miracle: «se inició sobre unos cimientos neogóticos […] adoptó formas organicistas en las columnas, arcos, cubiertas y torres, y culminó con unos pináculos que se pueden calificar de cubistas»; todas ellas soluciones únicas que Gaudí, más que imponer en una escuela stricto sensu, supo trasmitir a sus acérrimos colaboradores (maestros de obras y arquitectos) bajo una atmósfera intelectual y mesiánica.

Autor:     José Mª Fdez. CHIMENO

Doctor en Historia (Historiador de Arquitectura) y Escritor

Publicado en LA NUEVA CRÓNICA DE LEÓN

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