Por José Antonio Coppen Fernández.
Cronista Oficial de Lugones
Alcanzar la suma de más de cincuenta años escuchando ópera, pensamos que nos da derecho a referirnos a este gran espectáculo que se representa en las principales ciudades del mundo. Ya era aficionado al bel canto (canto hermoso) antes de que se constituyera la fundación de la Asociación Asturiana de Amigos de la Ópera, hasta entonces el Ayuntamiento de Oviedo se ocupaba de su organización. El 14 de Noviembre de 1977, es decir, hace 47 años, tuvo lugar, en el salón de actos del Colegio de Médicos, en la Plaza de América, la Asamblea para constituir dicha Asociación, en la que fue nombrado Presidente Francisco Izquierdo Valdés, Ingeniero Industrial de Obras Públicas, que permaneció en el cargo hasta 1989. Por cierto, que tras su nombramiento democráticamente, como resultado arrojado en las votaciones, la asamblea se cerró con un bochornoso espectáculo protagonizado por un exasperado aficionado, cuyo nombre no quiero recordar, manifestándose a favor de otra persona para ocupar dicho cargo, tampoco deseo invocar su nombre.
La ópera es una de las grandes manifestaciones de la cultura que ha creado el hombre para goce y disfrute de la vista y el oído de los seres humanos. En una representación de esta naturaleza se concita el arte en muchas de sus expresiones: teatro, música, canto, danza, escenografía. Para su contemplación y disfrute en toda su magnitud se requiere agudeza visual y capacidad auditiva. Cuando el arte se pone al servicio de la música y de la palabra, por medio de ese instrumento mágico que es la voz humana, la ópera adquiere la categoría de una de las más sublimes contemplaciones e impresiones que el ánimo puede experimentar. Resulta más fácil expresar ideas que transmitir sensaciones, pero cuando sus intérpretes logran una brillante actuación en un aria, dúo, concertante o coro, hasta el espectador más sensible percibe en su piel el rocío de la emoción. Existe un camino sembrada de rosas para llegar al arte lírico, la música, la gran reguladora de la conducta, la mejor expresión para amar la vida. Preservar esta simbiosis como un bien de la humanidad, contribuirá a mejorar la sociedad.
La tradición operística de Oviedo está firmemente cimentada por esos LXXIII ediciones que se inician este mes de Setiembre, de manera ininterrumpidamente y alimentadas con fervor por un buen número de devotos del bel canto, casos incluso de familias enteras. Las tradiciones son costumbres que se perpetúan con el tiempo. Pocas ciudades españolas pueden jalonar una línea tan prolongada en una manifestación cultural de esta magnitud, tan compleja en su organización y montaje, como por su elevado presupuesto.
En la importante e imprescindible participación en esta manifestación cultural como es la música, no podemos obviar la Sociedad Filarmónica, cuyo fin es la difusión de la música clásica, o pura, como se decía cuando se fundó. Durante su larga existencia, suman 113 años, ya que data de 1907, y cuyo presidente en los últimos lustros, más bien décadas, ha sido el desaparecido y siempre recordado Jaime Álvarez Buylla. Y antes que él lo fue otro miembro de su familia, Manuel Álvarez Buylla, el cual durante varios años ejerció de Alcalde de Oviedo. Añadir, que la asistencia a sus conciertos, ha supuesto para mí el germen necesario para el enganche como aficionado a la ópera. Añadamos que si Vetusta no se entiende literariamente sin “La Regenta”, de Clarín, Oviedo musicalmente no se concebiría ya sin ópera.
Comencé este artículo con la firma convicción de que al final deseaba rendir un sincero homenaje a todos los presidentes que llevaron a buen puerto hasta nuestros días como si de una singladura de un crucero anual se tratara: El ya citado F. Izquierdo; J. Ramón Gutiérrez Arias (1989-1993); Luis Álvarez Bartolomé (1993/2002); José A. Caicoya Cores (2002-2003), Jaime Martínez González-Rio (2003-2018) y Juan Carlos Rodríguez-Ovejero Alonso (2018-). Y a éste último, que derrama sencillez por todos los costados y le sobra entusiasmo, le deseamos larga vida en su cometido.