Eliseo Alberto ya no informará sobre sí mismo, por José María Ruilópez

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ELISEO ALBERTO YA NO INFORMARÁ  SOBRE SÍ MISMO

 

 

 

El escritor cubano, Eliseo Alberto de Diego  García–Marruz, ha fallecido en Méjico el 31 de julio, después de un trasplante de riñón llevado a cabo el 18 de julio, que se complicó con problemas cardíacos.  Había nacido en  Arroyo Naranjo, La Habana, el 10 de septiembre de 1951. Pertenecía a una gran familia de creadores. Hijo del gran poeta Eliseo Diego, sobrino de  la poetisa Fina García Marruz, reciente Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, primo y hermano de artistas. Una familia tan abundante en personas, bondades y talento, que si se hubieran unido hubieran sido capaces de volcar cualquier sistema político con el uso exclusivo de la palabra.

     Eliseo Alberto escribió uno de los libros más lleno de cubanismo de la literatura de este País: “El informe contra mí mismo”. Un repaso profundo, íntimo y entrañable de todo lo cubano que estaba alojado en su cabeza. Desde la familia, los lugares, las costumbres, los amigos y los intelectuales.  La densidad de su contenido, prolijo en datos, citas, hechos, autores y obras, hace de este libro una pintura barroca y un poco dolorosa de la realidad cubana.  Un fresco pormenorizado de los rincones más queridos de La Habana en boca de un numerosísimo elenco de creadores de diversas disciplinas que elogian los sitios que más les gustan de la capital: La Rampa, el bar “Las Cañitas” del Hotel Habana  Libre, la calle Obispo,   la Embajada de España, el restaurante  La Roca, el soportal del  Hotel Inglaterra, la casa de Nancy, el Bar La Dichosa,  la calle 23 esquina  L. Muchos han coincidido conmigo en las preferencias.

     De este libro dijo él: “Es un libro a favor de lo que amo: mi familia, los amigos, la isla entera… A quemarropa. La razón dicta. La pasión ciega. Solo la emoción conmueve, porque la emoción es, a fin de cuentas, la única pasión”.

 

 

     Emplea en el libro un tono distante, de lejanía. Como deseoso de un regreso imposible  en su forzado auto destierro mejicano.  Una especie de elegía múltiple.  Apartado de una geografía que  era la suya. Donde había nacido,  donde se encontraban todas sus referencias  vitales, y de donde tuvo que irse  por diferencias  con el régimen político de su País. Como hicieran en su momento Guillermo  Cabrera Infante, Virgilio Piñera,  Reinaldo Arenas, Raúl Rivero, Zoé Valdés,  y tantos otros.  

 

    Eliseo Alberto  había ganado el Premio Alfaguara  con Caracol beach, y el Premio Nacional de la  Críticaen 1983 con La fogata roja.  Había  publicado también, Esther en alguna parte, 2005. El libro más  reciente, El retablo del conde eros, en 2008.  Le gustaba que lo llamaran por su seudónimo, Lichi, 

      Antes de ingresar para el trasplante escribió su artículo  para Milenio, revista mejicana en la que  Eso que llaman amor para vivir. En el que decía: El sábado pasado, a la noche, recibí una llamada telefónica de alarma y el domingo, en ayunas, un segundo y tercer timbrazo me advirtió que la hora había llegado, después de tres años de espera. Debía presentarme de urgencia en el Hospital General de México con todos los documentos en regla —más la totalidad de mis fantasías a la mano, pues soy de los tercos que aún creen que sólo la poesía explica los milagros. Una familia bondadosa había aceptado donar los órganos de un pariente en situación terminal, y yo era uno de los siete u ocho candidatos a recibir alguno de sus dos riñones”. Y terminaba el artículo  con un poema de Neruda: “Queda prohibido llorar sin aprender, / levantarte un día sin saber qué hacer, / tener miedo a tus recuerdos. / Queda prohibido no sonreír a los problemas, / no luchar por lo que quieres, / abandonarlo todo por miedo, / no convertir en realidad tus sueños. / Queda prohibido no demostrar tu amor. / Queda prohibido dejar a tus amigos. / Queda prohibido olvidar a toda la gente que te quiere.

José María Ruilópez es escritor

 

 

 

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