Por Ángel García Prieto
“FRIA CLARIDADE”, PRESAGIO DE AMOR
Apuntes sobre un poeta famoso portugués de la segunda mitad del s. XX, Pedro Homem de Melo, y la poesía culta en los fados de Amália Rodrigues
“Tiene cada pueblo su fado
ya tallado
en el libro de la naturaleza.
Un destino reservado (…)”
Miguel Torga
Amália Rodrigues, que podría considerarse como la Reina Madre de los fadistas de todos los tiempos, un buen día de finales de los años cuarenta del siglo pasado “robó” unos versos a Pedro Homem de Mello, ya considerado a esas alturas como “um grande poeta do Norte”. La entonces también grande, Amália, se sirvió del poema para ponerle letra a la música del “Fado Tango”, de Joaquim Campos y lo hizo público en una emisión del programa radiofónico “El Tren de las Seis y Media”, espacio que llegó a oídos del escritor, sin aviso previo de Amália. Y Pedro Homem de Mello, además de no enfadarse porque la fadista no le hubiese pedido permiso, tomó el hecho con mucha ilusión, pues se daba cuenta que había comenzado a conseguir la realidad de un gran anhelo, el de que su poesía llegara a mucha gente de la calle. – “Tinha subido até o povo ”* – dijo.
El fado se titulaba y se titula “Fria claridade”. Desde entonces se sigue cantando con frecuencia, por muchos fadistas, hombres y mujeres, aunque hoy quizás se oiga más con otra música distinta de aquella primera que escogió Amália, pues ahora predominan las versiones con los acordes y la melodía de la “Marcha de Zé Marques de Amaral”, en lugar de las del “Fado Tango”.
Hasta aquellos años, el fado se nutría de letras de poetas populares y a partir de entonces – y en una buena parte gracias a Amália – los poetas cultos o eruditos comienzan también a hacer poesías para los fadistas, que incluso llegan a atreverse con poesías clásicas, como son algunas de Pessoa o del mismísimo Luis de Camões. Y así entran en esa dinámica con las composiciones líricas de José Régio, David Mourão Ferreira, Alexandre O’Neil, Manuel Alegre, José Carlos Ary dos Santos, Luis de Macedo (pseudónimo del diplomático Chaves de Oliveira), Florbela Espanca, etc.
De ese modo los fados mejoran con la calidad de sus letras y transmiten más emociones, aunque ese paso adelante no significara que se desdeñasen las letras de poetas populares, pues al fin y al cabo había y hay poesías muy buenas de personas ajenas al mundo de la literatura que tienen alma de poeta y que también saben transmitirla en los fados.
Amália Rodrigues cantó a partir de entonces otros poemas de Pedro Homem de Melo de gran fuerza y mucho éxito, que siguen siendo elegidos por jóvenes fadistas, como por ejemplo el “Quando os outros te batem beijote-eu” (Cuando los otros te pegan , yo te beso), “Povo que lavas no rio”(Gente que lava en el río), “Havemos de ir a Viana”(Tenemos que ir a Viana), “O rapaz de camisola verde” (El chico de la camisa verde), “Prece” (Oración) y otros, de entre los cuales vale la pena ahora comentar el titulado “Fria claridade:
“No meio da claridade,
daquele tão triste dia,
grande, grande era a cidade,
e ninguém me conhecia
Então passaram por mim
dois olhos lindos, depois,
julguei sonhar, vendo enfim,
dois olhos, como há só dois.
Em todos os meus sentidos,
tive presságios de Deus.
E aqueles olhos tão lindos
afastaram-se dos meus!
Acordei, a claridade
fez-se maior e mais fria.
Grande, grande era a cidade,
y ninguém me conhecia!”
“En medio de la claridad
de aquel tan triste día,
grande, grande era la ciudad
y nadie me conocía!
Entonces pasaron por mi
dos ojos lindos, después
me pareció soñar, viendo al fin
dos ojos, como hay solo dos.
En todos mis sentidos
tuve presagios de Dios.
Y aquellos ojos tan lindos
se alejaron de los míos.
Desperté, la claridad
se hizo mayor y más fría.
Grande, grande era la ciudad
Y nadie me conocía”
Estos versos evocadores sirven para unirse a unas palabras del filósofo Rafael Alvira*: “La memoria es una de las más preciosas facultades que poseemos (…) es la base de todo saber y la dimensión del agradecimiento propio de todo amor verdadero: retenemos algo porque no queremos que se nos vaya de las manos y no queremos que se vaya porque agradecemos que exista”.
El filósofo sigue escribiendo: “Si el núcleo definitorio del ser humano está en el dúo amor-saber, se puede decir que la memoria es la dimensión básica de este núcleo (…). Quien ama algo no lo olvida ‘Non ti scorti di me’ se canta en la famosa aria operística italiana: la palabra scordare, es pura metafísica: ‘no te me vayas del corazón´´. Y así en este caso la persona protagonista del fado no podrá olvidar “esos ojos lindos” que le hicieron soñar, porque eran dos ojos “como solo hay dos”. Luego, lamentablemente, esa mirada se alejó y la ciudad se enfrió, porque “nadie ya le conocía”. El filósofo Rafael Alvira acaba su artículo con otra cita, la de Joseph de Maistre*, que viene muy al caso:” la mera razón sólo puede hablar, es el amor el que canta”.
En “Fría claridade”, es la memoria de ese atisbo de amor que, tras el paso de aquellos ojos tan lindos, la que le hace cantar la fealdad en que después le sumió la gran ciudad.
La fadista y el poeta
Amália Rodrigues, (Lisboa, 1920 – 1999) se crió con los abuelos maternos, después de que sus padres y hermanos regresaran, desde la capital de Portugal a su ciudad de origen, Fundão, en la Beira Interior, tras el intento de conseguir sin éxito una vida más holgada en Lisboa. Había nacido en el barrio de Pena de Lisboa, pero pronto sus abuelos y ella se trasladaron al de Alcântara, donde comenzó a ir a la escuela y comienza a sentir inclinación y gusto por la lectura y la poesía. Pero, a la edad de doce años, las necesidades le obligaron a trabajar, primero como pupila de bordadoras y después en una fábrica de chocolate, para seguir más adelante como vendedora callejera. En 1936 sale con el grupo de su barrio en el popular desfile de las Marchas de Lisboa, cantando el “Fado de Alcântara”. Ya entonces frecuentaba cada vez con más pasión los ambientes fadistas, no sin oposición de sus abuelos. Y en 1939 es contratada para cantar en la casa de fados El Retiro da Severa, donde empieza a alternar con algunos de los entonces grandes del fado; participa en la grabación de discos y comienza a actuar en operetas, estrenándose en 1940 en el teatro Maria Vitória con la revista “Ora vai tu”.
En 1943 ya tiene suficiente nombre como para ser invitada por el embajador portugués a un viaje artístico por España y al año siguiente es contratada en Brasil, donde tiene un rotundo éxito en el casino de Copacabana y luego comienza una larga carrera discográfica y cinematográfica, con ocho películas entre 1947 y 1955. Se casa en 1961 con César Seabra, ingeniero portugués radicado en aquel país lusófono sudamericano, y anuncia su retiro del mundo del espectáculo, pero al año siguiente regresa a su trabajo artístico, con actuaciones en Edimburgo, Londres, París, Los Ángeles y Nueva York. Luego, los recitales y actuaciones se extienden a los cinco continentes y se la acaba por conocer en todo el mundo, convirtiéndose en la embajadora del Fado y de Portugal.
Su estilo es muy propio, actúa con autenticidad, tiene un timbre de voz muy bueno y sabe llevar a cabo algo que parece fácil y no lo es: hacer las pausas, la división de las sílabas y acentuar los silencios; así como sintonizar con las guitarras, con su voz perfecta, que es fresca y clara. Añade en su arte una notable sensibilidad y pasión interpretativa, su especial inteligencia y buen gusto para la poesía y la música. Por otro lado es también muy notable su capacidad de comunicación y una entrega total en los escenarios. A lo largo de su vida artística grabó centenares de discos, que se han vendido y se continúan vendiendo por millones de copias.
Amália, tras la Revolución de los Claveles y desde las filas de los radicales de izquierdas, sufrió la misma crisis de desprestigio que tuvo el fado y se la tachó de colaboradora del antiguo régimen. En cualquier caso, superadas esas acusaciones infundadas, el público le rindió un gran homenaje en el Coliseo dos Recreios de Lisboa en 1988. Y en 1990 el entonces Presidente de la República Portuguesa, el socialista Mario Soares, le impuso la condecoración de la Ordem Militar de Sant’Iago da Espada.
Amália sigue hoy presente; se ha convertido en un mito portugués, sobre el que se realizan espectáculos musicales con su biografía; los grandes y menos grandes fadistas le dedican interpretaciones en sus veladas y es la referencia por antonomasia de todos los artistas del fado. Los que saben poco de dicha poesía musicada, cuando oyen cantar a una fadista preguntan: “¿es Amália?”. Y es que Amália es el fado, aunque el fado no se acabe en ella.
Por otro lado, Pedro Homem de Melo (Porto, 1904 – 1983) nació en una familia hidalga de la Serra de Arga, en Afife, muy cerca de la frontera del Minho con Galicia, en el distrito de Viana do Castelo. Estudió Derecho en Coimbra, terminó la carrera en Lisboa en 1926 y tras ejercer la abogacía un tiempo pasó a enseñar en las Escuelas Técnicas de Porto, para llegar a ser director de la que lleva el nombre de Mouzinho da Silveira. A la vez se dedicó a la poesía, participando en grupos y revistas como Presença, Prisma y Mundo Literario; así como a los estudios y el desarrollo de la etnografía de la región del Minho, colaborando en ranchos (grupos folklóricos) y orfeones y con presencia en la Rádio e Televição, RTP, de Portugal.
Los dos artistas se conocieron en 1948 en Porto, con ocasión de una cena en el restaurante Vila Verde, que fue ofrecida a la fadista y en la que estaba representada la cultura local por un pequeño grupo de intelectuales y artistas, entre los que se encontraba el poeta. En la cena cantó Amalia, acompañada por los músicos Jaime Santos y Santos Moreira y allí comenzó su buena amistad con Pedro Homem de Melo, que luego se fue materializando en los versos que Amalia usó como letras para sus fados.
* Tinha subido até o povo = “Había llegado a la gente”
* Elogio de la memoria”, artículo en la revista Nuestro tiempo, agosto de 2018
* Joseph de Maistre (Chambery 1753 – Turín ,1821), pensador, político y escritor saboyano.
En la foto, Amalia baila con pedro Homem de Melo en el casino de Póvoa de Varzim.