Vivo o muerto
Cuentos del Spaghetti-Western,
Tropo Editores, Zaragoza, 2008.
Detrás de un proyecto así, claro, se necesita a un mago o a un loco. Un negociador, un instigador o un coordinador. En este caso el papel recayó en Óscar Sipán, un escritor febril al que le gusta experimentar, hacer pruebas, combinaciones. También arriesga. Eso es lo que lo hace tan esencial e imprevisible como generoso. De lo contrario, ni Patricia Esteban Erlés, ni Mario de la Torre, ni Norberto Luis Romero, habrían tenido cabida en las páginas de este libro. Poca gente habría confiado en ellos sin el debido currículum. Sin embargo, sus relatos no desentonan, están a la altura del conjunto, en el que habrá quienes establezcan rangos y preferencias, incapaces de valorar Vivo o muerto globalmente como un pastiche basado en un género cinematográfico que era a su vez un pastiche. Sin más. Hay quienes entienden la literatura como un combate de boxeo en el que es preciso tumbar al contrario; puede que yo mismo la entendiese de ese modo en algún momento de mi vida, ahora procuro no olvidar aquella frase de Mike Tyson: «Uno tiene un plan hasta que recibe el primer golpe». Con lo anterior quiero decir que sigo viendo combates de boxeo, ya no lo practico.
Volviendo al principio, ¿qué hemos de juzgar, pues, en un libro colectivo: el conjunto o sus partes? Yo opto por lo primero, lo segundo —además— es una cantinela que he leído muchas —demasiadas— veces. Arthur Schnitzler afirmaba que «eso de la genialidad está muy bien, pero el oficio tampoco es mala cosa». En este caso, estoy de acuerdo porque libros como éste, de varios autores, me parecen experimentos, ejercicios expansivos, intersecciones para ver adónde puede llegar un oficio tan solitario como la literatura cuando se practica entre varias personas al mismo tiempo. Únicamente de esa manera puede la literatura imitar al cine.