“He cometido el mayor pecado que puede cometer un hombre: no he sido feliz”, afirmó un Jorge Luis Borges entrado en años. Su infelicidad quién sabe si pudo estar influida de alguna manera por algo de lo que, con carácter hipotético, se esboza a continuación. Él no pudo tener como maestro a Jorge Luis Borges, salvo en la medida en que uno puede ser maestro de sí mismo. Imposible para él leer sus libros como cualquier lector que se adentra en ellos sin el condicionamiento de ser el autor. Borges no pudo leer en la adolescencia el Aleph como tantos lo hicimos y descubrir en la relectura, muchos años después. enjundiosos aspectos anteriormente inadvertidos. Pese a manifestar haberlo intentado —“los imitadores son siempre superiores a los maestros; tanto que yo, ahora, cuando escribo, trato de no parecerme a Borges, porque ya hay mucha gente que lo hace mejor que yo”, manifestó—, jamás pudo escribir como si no fuera Borges. Borges fue el autor de una obra literaria memorable de la que acaso le hubiera gustado ser solamente lector.