Historia de un hombre sin historia*, por Miguel Munárriz. 29/I/10

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"Salinger supo desde el primer momento
que el texto debe ser primordial,
que el escritor no existe."
 
 
Después de su primer éxito literario J.D. Salinger se convirtió en un mito y se hizo famoso, entre otras razones, porque no quiso serlo. Siempre sintió un gran desprecio por las biografías literarias y huyó de cualquiera que se le acercara con «aviesas intenciones». Ian Hamilton, el único que hasta la fecha ha conseguido publicar un libro sobre él (en España fue editado en 1988 por Edhasa con el título de En busca de J.D. Salinger), arrastró una sonada polémica al ser demandado por el escritor y pasar por un proceso que terminó dando la razón al biógrafo. Salinger, por supuesto, no le concedió entrevistas y el libro se publicó sin fotografía de solapa ni una sola línea sobre su vida, detalles que, aún hoy, continúan estando absolutamente prohibidos. Hamilton realizó una labor biográfica basada en pesquisas detectivescas y el resultado es más bien una búsqueda de Salinger a partir de testimonios de los que le conocieron, y así llegamos a saber que cuanto le ocurría en la vida real lo trasladaba a las páginas de sus libros; todos los que escribió están perfectamente imbricados en su propia vida: matrimonios fracasados, sociedad literaria, crítica, budismo zen, poesía oriental, odio a editores, etcétera. Todo lo que no se sabe por su propia boca ni se conoce por su estilo de vida aparece una y otra vez en la ficción. Muchos de sus personajes son fieles reproducciones de conocidos suyos, a veces con un ánimo vengativo hacia «las mujeres traicioneras y falsas», y algunas de sus historias están llenas de uniones impetuosas y erróneas como las que él mismo vivió.
 
 
"…así llegamos a saber que cuanto le ocurría en la
vida real lo trasladaba a las páginas de sus libros;"
 
 
Parece mentira, a la vista de todo esto, que Salinger se revele por boca de sus antiguos amigos como «un hombre al que le encantaba conversar, le gustaba la gente y era dado a hacer imitaciones». Todos los testimonios obtenidos por Hamilton coinciden en dibujar al escritor como un tipo «moreno, delgado y apuesto… e insoportablemente arrogante». Se sabe que los escritores por los que siente respeto son Kafka, Flaubert, Tolstoi, Chejov, Dostoievski, Proust, Rilke, Lorca, Keats, Rimbaud, Blake, Coleridge…, como se puede observar, ningún autor norteamericano. De hecho, estaba convencido de que después de Melville no había existido otro escritor estadounidense realmente bueno…, es decir, hasta el advenimiento de un tal J.D. Salinger.
 
 
"…estaba convencido de que después de Melville
no había existido otro escritor
estadounidense realmente bueno…,"
 
 
Parece ser que en su juventud fue bien aceptado por las mujeres y que sus novias veinteañeras fueron bastantes. Según él había dos clases de chicas: las que despreciaba inmediatamente y aquellas de las que se enamoraba y, a continuación, «semidespreciaba». A Oona O’Neill no pudo devaluarla fácilmente. Era la hija del dramaturgo Eugene O’Neill y era guapa. Y tenía relevancia social. Cuando Salinger se enteró por los chismes de la prensa de su amistad con Charles Chaplin, que entonces tenía 54 años, fingió indiferencia, pero unas semanas más tarde, cuando Oona se casó con el cómico no hizo ningún esfuerzo por ocultar su malestar.
 
El 16 de julio de 1951 publicó su libro más celebrado, El guardián entre el centeno y el New York Times lo comentó el mismo día diciendo que «era una primera novela insólitamente brillante». En octubre había alcanzando ya el cuarto lugar en la lista de los más vendidos del Sunday Times y se mantuvo durante siete meses. En 1968 fue proclamado uno de los 25 libros más vendidos de los Estados Unidos desde 1895, y en 1970 había sido traducido a 30 idiomas. Ahora se sigue vendiendo a un ritmo de unos 250.000 ejemplares por año en todo el mundo. Un año después, en el invierno del 52, y huyendo del éxito, Salinger buscó retiro en Nueva Inglaterra. Se instaló en el pequeño pueblo de Cornish, en New Hampshire, Vermont, abrazó la religión oriental y con ese gesto no sólo se apartó de la América corrompida sino que puso tierra por medio a los perseguidores de biografías. Pocos años después el misticismo oriental se convertiría en una moda en los Estados Unidos, preconizando la orientación de los futuros hippies.
 
 
"El guardian entre el centeno se sigue vendiendo
a un ritmo de unos 250.000 ejemplares
por año en todo el mundo."
 
 
Desde 1965 Salinger permanece en silencio. En el 70 devolvió con intereses un adelanto de 75.000 dólares que había aceptado de su editorial (Littel, Brown). Se sabe que continúa escri
biendo. Hay quien dice que conserva en su caja de caudales al menos dos extensos manuscritos. Se ha divorciado de su mujer, Claire, y sigue viviendo en Cornish. Una sola vez ha salido de su casa para acompañar a su hijo Matthew a Broadway, donde actuaba como protagonista en una obra de teatro. Las escasas fotos furtivas que se han publicado siguen contribuyendo a reforzar el mito.
 
A lo largo de los once años que han pasado desde la publicación de este artículo ha habido pocas alusiones a J. D. Salinger, uno de los escritores invisibles que, como B. Traven y Thomas Pynchon, contribuyeron con su largo e inquietante silencio a forjar sus leyendas. Cuando Salinger publicó su novela los editores se extrañaron de que el escritor no quisiera que su biografía apareciese impresa en la solapa o en la contraportada del libro. De ninguno de sus libros. Salinger supo desde el primer momento que el texto debe ser primordial, que el escritor no existe –o no debería existir- y que el lector crítico, educado y atento sabrá muy bien separar el grano de la paja. Parafraseando el título de uno de sus mejores cuentos, hoy puede ser “un buen día para el pez plátano”: descanse en paz este escritor al que ya nunca nadie le podrá sacar una nueva fotografía.

*Artículo publicado en La Esfera. El Mundo, 1998.
Corregido y aumentado en Literarias, AEA 2010.
 
 
 
 

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