Quizá sea el término Transición el que se ha consolidado con más fuerza cuando queremos referirnos al proceso que va desde la muerte de Franco hacia el afianzamiento de la democracia. Lo que no está tan claro son sus límites cronológicos, sobre todo el final. Hay fechas para todos los que quieren dar por concluido el periplo (la aprobación de la Constitución, el golpe fallido de Tejero, la llegada al poder del PSOE, la muerte del Rey, etc.), aunque la literatura también puede decir algo sobre el caso.
Llevamos casi tantos años de posfranquismo como de franquismo, pero desde el punto de vista literario la balanza que recoge el tratamiento de una época se inclina en volumen y en calidad claramente hacia el periodo en el que vivió el dictador. No es cuestión de recordar títulos y autores, pero parece evidente que existe abundante literatura narrativa, lírica y dramática que trata más o menos directamente el periodo franquista. Por el contrario, ¿existe literatura que trate el tema de la Transición como fenómeno sociopolítico? Aparte de títulos que se refieren a algunos aspectos de este periodo (las elecciones, la movida, la posmodernidad, etc.), no creo que haya un autor que podamos ponerle esa etiqueta (como lo pudo haber sido Galdós o Clarín, que novelaron la Restauración Borbónica, tan parecida a la actual, o Cela, Buero Vallejo y Gabriel Celaya para el periodo franquista).
Pero parece que algo está cambiando. Si nos fijamos en la historia literaria, no es nuevo el hecho de que el pueblo (y por consiguiente el escritor) mitifique el pasado para literaturizarlo. Fue lo que hizo el Romancero cuando recrea en octosílabos asonantados unas historias para hacerlas leyendas. Lo mismo pasó con las novelas de caballerías, que idealizan un mundo de caballeros y aventuras que ya no tenían cabida en la sociedad renacentista. Más recientemente ocurrió algo parecido con las novelas del oeste norteamericano.
Después de un largo periodo en el que parecía que la literatura tenía pocas cosas que contar sobre la Transición, vemos en los escaparates algunos libros que abordan el tema con cierta intención globalizadora. En el 2009 Javier Cercas, con Anatomía de un instante (Mondadori), indaga en uno de los episodios más oscuros y tambaleantes del periodo. El año pasado Rafael Reig presentó Todo está perdonado (Tusquets), un título muy elocuente para caracterizar lo que él llama Transacción. Ya en este año, acaba de salir a la luz Poesía, pop y contracultura en España (Berenice) de Antonio Orihuela, donde se nos descubre una parte importante de la cultura que vivió de espaldas a la España políticamente correcta. Por otra parte, el valenciano Rafael Chirbes sigue la mejor tradición del realismo con Crematorio (Anagrama, 2007), en el que nos presentó los terribles estragos que ocasiona la corrupción en la democracia española. Más recientemente, con En la orilla (Anagrama, 2013) vuelve a sumergirnos en el fondo de crisis económica, social y de valores, en el pozo del paro y de la desilusión donde ya nada queda del llamado estado de bienestar. Otro autor que encabeza este cambio de rumbo con el que la literatura se hace a la mar de la Transición es Manuel Vicent. Después de introducirnos en el mundo del poder y la cultura con Aguirre, el magnífico (Alfaguara, 2011), regresa con dos de las figuras más representativas de la Transición para mezclarnos realidad y ficción en la reciente novela El azar de la mujer rubia (Alfaguara, 2013).
Estos autores forman parte de una impetuosa corriente que beben en la prolífica fuente de la Transición para transformar la Historia en Literatura. Se están convirtiendo en los cronistas literarios más sólidos de una época. Una época, la santa Transición, la modélica, la exportable, la mundialmente alabada, que puede estar dando sus últimos pasos, si hacemos caso del carácter tan humanamente necrófago y catártico de la literatura que regurgita textos donde quedan idealizados, mitificados o ridiculizados sus protagonistas, sus delirios y sus pasiones.
Armando Murias Ibias es profesor de Literatura y escritor.