Mario Vargas LLosa, al fin premio Nobel. Por Tanja Pérez Hunte (08/10/2010).

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Durante varios años el nombre de Mario Vargas Llosa figuró entre los favoritos para llevarse el Nobel de Literatura. Y precisamente este año en que no era uno de ellos, la Academia de Estocolmo ha decidido otorgar el premio a este escritor peruano de 74 años —nacionalizado español desde 1993—, a contrapelo de los pronósticos, más proclives al estadounidense Cormac McCarthy, el nigeriano Ngugi wa Thiong’o o el argelino francófono Assia Djebar.

Autor polimorfo —del thriller al erotismo, pasando por la autoficción, hay pocos géneros literarios que no haya explorado— de inspiración cosmopolita y con un(os) estilo(s) accesible(s) para los lectores de todo el mundo, en el sentido más noble de la expresión, Vargas Llosa ha recibido un premio Nobel incontestable. El secretario de la Academia sueca. Peter Englund, saludó a este «narrador que ha desarrollado el arte de un modo fantástico», también a «su cartografía de las estructuras del poder y sus agudas imágenes de la resistencia del individuo, de su rebeldía y de su fracaso». Para muestra, un botón: recientemente, el primero de septiembre último el escritor denunciaba con fuerza un proyecto de ley del gobierno peruano hasta el punto de neutralizarlo.

Galardonar a su obra es reconocer a la literatura hispanoamericana y en lengua española de la que él es figura señera desde hace medio siglo. Excepcional contador de historias que se reveló internacionalmente en 1963, a los 27 años, con su segunda novela, La ciudad y los perros. Publicada en España, esta novela en parte autobiográfica sobre la adolescenecia de un grupo de cadetes de la academia militar Leoncio Prado de Lima, fue distinguida enseguida con múltiples galardones, inmediatamente reconocida como un trabajo maestro, por su escritura innovadora, precisa y madura. A continuación de ella vino una treintena de obras: novelas y ensayos, también piezas teatrales. De su muy nutrida y variopinta producción pueden destacarse La casa verde (1965), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), La Fiesta del Chivo (2000), El Paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006)… La lista bien pudiera ser otra distinta. Ninguno de sus escritos se parece a cualquier otro salido de su pluma, porque en absoluto son similares entre sí, en razón de una reinvención del estilo propio casi a cada nuevo libro, abriendo puertas infinitas dentro de su obra.

Autor de talla mundial, creador de una literatura bella y poderosa —he aquí, creo, la razón última de su premiación—, Vargas Llosa es asimismo un intelectual políticamente comprometido, aunque teniendo bien claro que «la literatura es una forma de rebelión permanente y no tolera ninguna coacción ideológica». Castrista durante su juventud, antes de romper con la extrema izquierda en los años 70, acabó convirtiéndose, veinte años después, en candidato demócrata y liberal de una coalición de centro-derecha, tras las elecciones presidenciales que llevaron al poder a Alberto Fujimori.   

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