Isabelle Fortier era una joven de Montreal que un día decidió dedicarse a la prostitución de lujo para pagarse los estudios; al abrir esa puerta estaba sumergiéndose en un mundo tan profundo como lacerante. Esa experiencia, la de Cynthia (seudónimo que utilizó para su actividad de prostituta y a la vez el de su hermana muerta en la infancia) nos la relató en una novela, Puta, que a pesar de su título y de una portada equivoca de la editorial española, no es un libro basado en el sensacionalismo o el morbo, sino una crónica ácida de las visiones que configuran en nuestra sociedad el cuerpo de la mujer. Firmó esa obra con el nombre de Nelly Arcan, que adoptaría en su carrera literaria. Tres nombres para una misma mujer, tres visiones y posiciones en el mundo que acabarían el pasado mes de septiembre cuando decidió ahogar el viciado aire que ella creía respirar: fue encontrada ahorcada en su casa de Montreal.
Puta es uno de esos libros en los que penetras y te instalas en ellos porque te golpean desde sus palabras, desde unas frases largas que casi llenan páginas al estilo de Proust, pero con un monologo que pone en cuestión los principios de la corrección con la que viajamos por el mundo: «…de este cuerpo que se desea, hecho de todo lo necesario y que sin embargo no coincide siempre nunca el mismo de una vez a otra, de un día a otro, un cuerpo que me recuerda demasiado el de la larva de mi madre y que tiranizo con furor rechazándolo con todas mis fuerzas, huyendo como si pudiera acabar escapando de el».
Leí este libro sin saber quién era la autora, por las breves referencias que aparecen en las portadas, con la sospecha de poder encontrarme con uno de esos libros al uso que tanto abundan últimamente, utilizando la transgresión como gancho mercantil. Sin embargo me encontré con una de esas literaturas de las que es difícil desprenderse porque cortan a cuchillo, van a la esencia de nuestros pensamientos y reflexiones más profundas, a veces poniéndoles en jaque. Al releerlo otra vez, sabiendo de la muerte de su autora, uno tiene la sensación de sumergirse en un caos, en un desorden para el que no existe solución posible, a pesar de lo cual no deja de ser aún más cautivador. Es como estar ante un paisaje desolado y sin embargo sentirse magnetizados por el.
Nelly Arcan utiliza un lenguaje lapidario y duro que nos relata los conflictos de una mujer bella con esa misma belleza, el combate desigual de un ser poseedor de un cuerpo que debe colocar ante la visión que los demás crean de el y acaba siendo parte de la suya propia, incluso de su intimidad más particular. Del deseo convertido en una encerrona y al que termina sirviendo con todas sus trampas, adaptándose a las miserias del acto prostituido. Pero la prostitución de la que nos habla Nelly Arcan es un mercado de la sexualidad y las relaciones humanas, de sus pulsiones, que va mucho más allá, hasta convertirse en una pantalla donde se pueden contemplar los esquemas que componen nuestra sociedad. Se trata de una prostitución transversal que recorre los paisajes interiores de nuestras habitaciones, donde podemos sentirnos prostitutas y clientes, aunque el juego de roles dominante nos coloque en uno u otro lado.
Porque esa “puta” es una mujer encerrada en una cárcel de espejos y cada reflejo va devorando al ser desnudo que se encuentra en el centro. Mas el cliente de esta prostituta de lujo que es Cynthia, va del concreto al universal: es el padre, la madre, la familia, el psicoanalista, el vecino, el profesor…todo el mercadeo que emputece nuestros deseos y relaciones. Y junto a esa disección Nelly Arcan nos habla de este holocausto interior que poetizase Sylvia Plath, un ser que viajando en un cuerpo bello y joven lo hace aún más devastador. Porque la mirada interior / exterior de la Arcan es una exploración de la mujer en un mundo que aún con más de cien años de feminismo no termina de encontrar su lugar, quizás porque los “lugares” de la sociedad de mercado estén prostituidos de antemano. Y no deja de ser curioso que mujeres que se sumergieron en esa exploración, acabaran en ese homicidio tímido que decía Cesare Pavese es el auto asesinato: Virginia Wolf, Sylvia Plath, Anne Sexton, Alejandra Pizarnik.
La literatura de esta autora es una puerta abierta a los miedos que habitan bajo nuestros propios, a las inseguridades que escondemos y somos incapaces de contemplar ante el espejo, produciendo enfermedades como la anorexia y la bulimia, productos de una sociedad de las apariencias, donde estas terminan ejerciendo una tiranía a la que nos sometemos. Es un mundo cosmetizado que la autora simbolizaba en una Marilyn plastificada que aparecía en su página web.
Tras este libro y otros (no tiene más publicados en español) que se convertirían en best sellers, el nombre de Nelly Arcan se haría famoso y mediático. Constantes apariciones televisivas de una bella mujer rubia y de ojos claros que tenía un discurso chocante y anti-convencional, un lenguaje literario y unos libros convertidos en estudio para especialistas y analizados en la universidad, el éxito y la fama abriendo sus salones una vez más a la transgresión. Y quizás por eso mismo, al igual que Marilyn acabó con Marilyn asesinando a Norma Jean, la ciudadana Isabelle Fortier murió a los treinta y cinco años asfixiada entre Cynthia y Nelly Arcan.