Recetas para abrir el apetito lector. Por Juan José Lage. 11/02/2009

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“Hacer leer a un niño no equivale a llenar un vaso, sino a encender un fuego”

(MONTAIGNE)
 
Aún recuerdo como, hace años, ante una sobrina con problemas de inapetencia, de fobia a todo lo comestible, el pediatra – era solo una niña – muy acertadamente, hacía a sus padres las siguientes recomendaciones dietéticas:
 
Ø      Las pequeñas cantidades animan más a los niños sin apetito
Ø      Evitar la obsesión y las peleas por la comida
Ø      No distorsionar el automatismo de comer con coacciones o premios
Ø      Dejarles escoger entre alimentos equivalentes
Ø      Introducir poco a poco nuevos sabores y alimentos en la dieta.
 
Todos estos sabios y sencillos consejos, me vienen ahora a la memoria para intentar dar soluciones a la llamada incompetencia o falta de competencia lectora de buena parte de nuestros alumnos, que es sin duda, la principal causa de las masivas deserciones lectoras.
 
O lo que es lo mismo: para intentar desarrollar en los niños y adolescentes, de manera natural, hábitos saludables que favorezcan el acercamiento a los libros y a la lectura.
 
Para empezar, debemos tener en cuenta que las causas de la “desmotivación creciente” de los jóvenes frente a la lectura son, fundamentalmente, de tres tipos:
 
Ø      Por falta de tiempo para leer
Ø      Por falta de libros que les acerquen a sus intereses
Ø      Por falta de competencia lectora
 
Por lo tanto y visto esto, todas las recetas que se elaboren para favorecer el gusto literario o lector, deben contener ingredientes que aminoren o diluyan estos nocivos e insípidos componentes.
 
Los anteriores consejos del pediatra nos vienen como anillo al dedo para dar sentido a lo que queremos decir.
En primer lugar, ante un niño anoréxico e inapetente de lecturas y como la educación lectora debe ser progresiva, el primer plato debería estar lleno de frutos accesibles o asequibles, en pequeñas dosis, libros que entienda y comprenda, que estimulen sus ansias de comer más, que le vayan entrenando y abriendo el apetito para llegar a dietas mas sofisticadas. No vaya a ser que, como decía Montaigne, por excedernos en el celo perdamos la perspectiva: “así como las plantas se ahogan por exceso de agua, lo mismo le ocurre a la acción del espíritu por exceso de estudio y de materia”.
 
No olvidar que  la lectura en las primeras edades, al igual que la educación básica, debe ser un mero aperitivo y no una comida copiosa. Lecturas sencillas, que no triviales o superficiales.
 
Y aquí, es el cuento o relato breve quién debe estar presente en este primer plato y además, con él ganaremos también la batalla de la falta de tiempo.
 
En segundo lugar y para el siguiente plato, debemos esforzarnos en preparar lecturas que les dejen buen paladar, que les causen placer y satisfacción, sabiendo que el placer es indispensable para asumir el esfuerzo de subir nuevos peldaños, de hacer nuevas conquistas.
 
Y aquí, es el humor —la risa— el ingrediente básico que sin duda, recompensará sus esfuerzos y asociará con disfrute y placer. Y es así también como conseguiremos adaptarnos a sus intereses. J. D. Salinger pone en boca del protagonista joven de El guardián entre el centeno la siguiente frase: “lo que me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando”.
 
Desaconsejar asimismo las coacciones o imposiciones, que pueden acarrear el vómito y el rechazo. E incluso las recompensas, que inducen a la larga, a la picaresca, el empacho o la diarrea. “La gratuidad – dice Daniel Pennac – debe ser la única moneda del arte”.
 
No obsesionarse ni perder los nervios es otro consejo acertado. Aguardar los resultados, que con una dieta equilibrada sin duda se producirán. “Leer y esperar”, “Lectura – regalo” es la mejor de las recetas.
 
Y tampoco pedir lo que no son capaces o no quieren explicar. Cuando saboreamos un plato que nos parece delicioso, no estamos pensando en las grasas o hidratos de carbono que contiene.
 
Es necesario también, como postre, favorecer la diversidad y la variedad, que el lector pueda elegir, suministrando platos con las mismas proteínas pero diferentes sabores. Claudio Magris, premio Príncipe de Asturias de las Letras, teorizaba así sobre el tema: “creo que en la Literatura la poligami y el politeísmo no solo son lícitos, sino que son la única postura posible: el dicho evangélico “en la casa del padre hay muchas moradas”, sirve también para la Literatura”.
 
Y como brindis final, dos pequeñas observaciones. La primera de la mano del gran cocinero C. S. Lewis: “los niños están hechos para crecer, no para quedarse en Peter Pan”. Lo que significa que los libros, como los alimentos, deben ayudarles a crecer, deben ir siempre un poco por delante del lector. No podemos alimentar a nuestros vástagos sólo con papillas.
 
La segunda del especialista asturiano en dietética literaria Salvador Gutiérrez Ordóñez, que nos instruye sobre la importancia del cocinero o cocinera y el buen conocimiento y dominio de los ingredientes:“solo consigue apasionar al alumno el profesor apasionado y solo consigue ilusionarse con una disciplina la persona que la conozca y la domine”.
 

Juan José Lage es maestro y Premio Nacional Fomento de la Lectura, 2007

 

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