Underground: Crónica de un fracaso anunciado. Por Manolo D. Abad (13/10/2010).

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La eliminación de la ciudad de Oviedo a las primeras de cambio en la carrera por la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 simboliza el fracaso de la gestión del alcalde de la ciudad desde hace diecinueve años y que agota su credibilidad a cada día nuevo que pasa. Esta eliminación supone el fracaso de una apuesta por un muy particular modelo de cultura anclado en un pasado demasiado lejano; conservador en el sentido de negación de la realidad del mundo que hoy se presenta ante los habitantes del 2010; conservador en su apuesta por un tipo de cultura que nada nuevo aporta y sí que se recrea, se regodea en disciplinas culturales que nada nuevo originan y sí que se repiten desde tiempo inmemorial, ancladas en un rancio (incomprensible para muchos, increíble a estas alturas de la jugada) concepto de supuesta alta cultura.

Uno se para a valorar los últimos años de gestión cultural del Ayuntamiento de Oviedo y se da cuenta que desde el consistorio carbayón se han preocupado más de mantener el tristemente conocido como "Fartódromo" —espacio en la antigua Plaza del Pescado donde se agasaja indiscriminadamente a acólitos y demás vividores— que a conservar la desmantelada red de bibliotecas que, años ha, se había vendido, con razón, como un logro ejemplar; desde el poder gabinista (tal parece que estamos inmersos en un régimen con todo lo peor que conlleva un mandato democrático cuando pasa a ser "régimen") se han interesado más en convertir un enclave crucial, en pleno centro de la ciudad, como la Fábrica de Gas en un solar donde edificar un nuevo centenar de viviendas de lujo —no se sabe destinadas a quién cuando en otro edificio de similares características como la Jirafa se acumulan los pisos vacíos— que en transformar ese entorno privilegiado en un lugar único apto para la cultura (el ansiado auditorio para grandes conciertos, locales de ensayo para músicos y teatreros, bibliotecas,…). Una ciudad sin cines en el centro, sin salas de conciertos aptas para quinientas personas…

Es de suponer que —vistos todos estos magníficos "logros", a los que habría que unir la utilización de la cultura como arrojadiza arma política contra el rival en las urnas— aquellos que evaluasen la candidatura de Oviedo a la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 se dieran cuenta de lo que suponía: un regreso a la ciudad clariniana de "La Regenta", a ese odioso "Oviedín de siempre" que muchos nos negamos a representar, a una capital anclada en un pasado glorioso, que es sólo un pasado con nada de glorioso, que debe sacudirse de una vez por todas el polvo y la naftalina.

Ese desdichado —para quienes apostaron por lo rancio y por lo carpetovetónico de cierta cultura— jueves 30 de septiembre se produjeron las primeras reacciones. En la calle Martínez Vigil —corazón de ese Oviedo que se niega a ser el de "La Regenta", apostando desde una iniciativa privada por dotar a la capital de conciertos y ocio cultural con mínimos apoyos municipales— la policía municipal irrumpía en La Calleja La Ciega en plena actuación de Igor Paskual. Al viejo estilo de épocas que nunca soñamos que volverían, se solicitaron carnets acompañados de la parafernalia habitual de estas (vergonzosas) ocasiones. En el interior del gobierno municipal, Gabino de Lorenzo se cargaba a José Suárez Arias-Cachero, concejal de Cultura y Deportes, saludado al principio de esta última legislatura como el fichaje estrella —miren y lean en las hemerotecas, que la memoria es frágil—del equipo del todavía alcalde de la capital del Principado de Asturias.

La huida hacia adelante continúa. Así que espérense nuevos (y sorprendentes) capítulos. 

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