TOLI MORILLA «Un creador tiene que ser cabezón y egoísta, tiene que ir en contra de todo»

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Manolo D. ABAD

Toli Morilla (Oviedo, 1961) es uno de los protagonistas principales de la transformación que, desde hace varios años, se lleva gestando en la música asturiana. De sus orígenes -rock en los ochenta con «La Raza del Ático»- a su etapa actual con álbumes como «Nunca des la espalda» (Goxe, 1998), «Entre el barro y las preguntas» (Dusty Roses, 2003), «Nueche d’insomniu» (L’Aguañaz, 2004) y «Nueche d’insomniu. L’espectáculu» (L’Aguañaz, 2005), hay un largo y denso recorrido vital que culmina con su último álbum «Entropía» (Scaletour, 2006), donde musica poemas de autores como Luis García Montero, Xuan Bello, David González o Xuan Sartori.
-¿Por qué un título como «Entropía»?
-La definición del diccionario dice que es «la medida del desorden de un sistema» y es un término que me interesó hace muchos años cuando lo leí en el libro de Lovelock, quien acuñó la teoría de Gaia: la Tierra como un ser vivo. Hablaba de la entropía del sistema de gases de la atmósfera y me interesó esa palabra. Descubrí que era la medida de ese desorden, un desorden físico de un sistema, pero que la medida de ese desorden es la que hace posible que se establezca un ordenamiento determinado. Puse ese título porque pensé que esto que hago yo de crear canciones es una forma de ordenar el caos, el grado de entropía que tiene el creador cuando trabaja. El término entropía definía muy bien el proceso que yo atravesé al componer. Fonéticamente me resulta un término muy artístico; además, me recuerda a «quadrophenia». Culto y sonoro a la vez.
-¿Cree que un creador ha de ser un poco cabezón y egoísta?
-Fundamental. Tienes que ir siempre en contra de todo lo que te dicen. Si haces caso a lo que te dicen, ya no eres artista. Tienes que ser capaz de obviar muchas cosas porque, si no, no haces lo que quieres. ¿Quién tiene la medida para decir qué tienes que hacer o qué es lo que deberías hacer? Hay que acercarse al lenguaje que uno utiliza para comprender cuál es el alcance del trabajo y la calidad del mismo.
-Explíqueme el trayecto que va de «Nueche d’insomniu» a «Entropía».
-Es una continuación natural. En «Nueche…» quise hacer un disco desnudo, un disco con guitarra y voz. No es que yo haya cambiado de estilo o que haya hecho algo nuevo, sino que utilicé el lenguaje que quise en cada momento. No sé qué pasa ahora, porque esto se entendía muy bien hace veinte años: Neil Young saca su disco «Trans», muy cercano a la electrónica, cuando antes había hecho discos maravillosos como «Harvest», totalmente acústico, o como «Crazy Horse», totalmente eléctrico y guitarrero. Me siento capaz de hacer eso también y es algo natural porque el lenguaje que quiero utilizar en un momento determinado lo utilizo con todas las consecuencias.
-En este álbum que acaba de presentar demuestra que supera el concepto de cantautor tradicional para transgredir la etiqueta a base de una suma de texturas sonoras ajenas a ese concepto. Al venir del rock no lleva el lastre de ese cantautor con herencia de la canción protesta de los sesenta que parece que vuelve a imponerse, ¿no está de acuerdo?
-Nunca me he sentido como un cantautor al uso, si es que existe eso, porque ser cantautor no significa seguir ningún estilo determinado. Cuando saqué mi primer álbum había un «revival» de cantautores como Ismael Serrano o Pedro Guerra y no me consideraba parte de aquello. Cantautor es un tipo que hace una canción y la canta, un autor de sus canciones. Considero tan cantautor a Javier Álvarez como a Josele Santiago o Andrés Calamaro. Me considero bastante más que cantautor. Ya sea con una guitarra o con una banda, hago arreglos, las segundas guitarras, las partes solistas, los arreglos de cuerda… Toda esa capacidad musical es la que quiero poner de manifiesto en los discos, pero siempre con una medida, con un sentido. Renuncié mucho a mis habilidades como guitarra solista porque no les encontraba sentido. Un solo de guitarra ha de tener sentido porque, si no, es como una pincelada de color muerta. Procuro economizar al máximo los recursos: menos es más.
-¿Están condenados a entenderse literatura y rock?
-Cualquier chispa creativa y cualquier necesidad de decir algo al mundo o a ti mismo está conectado desde el nacimiento. Y el rock y la literatura parten del mismo sitio, estoy convencido.
-Los registros musicales de «Entropía» son muy variados, ¿cómo se articularon sobre los textos?

-Hubo canciones que salieron como una sugerencia y salió la música sobre el texto en la primera toma de contacto. Hubo algunas secuencias armónicas que ya tenía compuestas y grabadas, y cuando leí el poema vi que la letra encajaba a la primera. En otros casos al revés: leo el poema, no tengo nada, no me sale nada, lo dejo aparcado, me pongo a tocar la guitarra y recuerdo el poema. Llegué al estudio con las canciones hechas, acordes, melodía y la letra encajada, no como en otros discos que sí ocurrió.
-Me he fijado que muchos de los poemas toman un nuevo sentido cuando se escuchan musicados, muy distintos del que poseen al leerse sin tomar la referencia musical.
-Me gusta contrastar esto porque es dar una visión completamente diferente a la que podía tener el autor y a la que podía esperar el público. Creo que así se enriquecen el uno al otro. Creo que se sugiere más cuando te alejas del texto que cuando se va pegado a él.
-¿Se ve como un transgresor?
-Sí. Intento -sin ser pretencioso- romper esquemas, unir cosas que parecen imposibles, tender puentes que parecen imposibles de construir e intento demostrarle al mundo que, cuando se posee un lenguaje artístico y si se tienen las ganas de hacer algo, debe hacerse. Soy un poco «rompefierros» porque hay mucho fierro en todo este asunto y yo intento demostrar que eso no existe, que sólo existe en la mente y los prejuicios de alguna gente.
-¿Qué le han comentado los poetas participantes en «Entropía»?
-Lo que suele ocurrir siempre es que me dicen que jamás se habrían imaginado que esa letra hubiera podido formar parte de una canción así. Lo segundo que me dicen todos es que les encantó. Lo tercero, que haga lo que quiera. Lo cuarto es que si quieres más letras te las mando.

"La Nueva España" Suplemento "La Nueva Quintana", 22 de febrero de 2007

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