Una novela, por Miguel Barrero, acerca de El tiempo de los emperadores extraños de Ignacio del Valle

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MICROCOSMOS
Una novela
MIGUEL BARRERO/

QUIERO empezar advirtiéndoles de que Ignacio del Valle, el autor de la novela de la que quiero hablarles, es mi amigo y por lo tanto mi imparcialidad no está del todo asegurada en este punto, aunque sí es verdad que jamás osaría dedicar una columna a un libro que no lo mereciera, por muy conocido mío que sea su responsable. En cualquier caso, hablar de su última criatura me permite hacer una reflexión que considero necesaria, sobre todo si se tiene en cuenta que las inquinas que pueblan estos lares hacen más que factible el desencadenamiento de algún ruido de sables motivado por esa osadía que siempre constituye el éxito ajeno.

Dice el tópico que todo libro que se vende mucho tiene que ser, por fuerza, muy muy malo. Suele ser cierto en algunas ocasiones (de hecho, lo es en muchas), pero tal creencia es tomada como máxima indiscutible sin tener en cuenta que ‘El Quijote’ (por poner un solo ejemplo, tal vez el más simple) no fue considerado en su día un ‘best seller’ sencillamente porque aún no se había inventado el término. Es posible que la nueva novela de Ignacio (‘El tiempo de los emperadores extraños’ su título) venda mucho, y por ello es más que probable que haya quien automáticamente la desprecie sin molestarse en intentar un acercamiento a sus páginas. Sería un error, porque constituye el mejor ejemplo de cómo un libro predestinado al éxito de ventas no constituye ni mucho menos un insulto a la inteligencia.

‘El tiempo de los emperadores extraños’ es lo que podríamos llamar un ‘thriller’, sí, pero ensancha y enriquece esa acepción con un trasfondo intelectual y hasta filosófico del que carecen, ay, muchos escritores que hoy son considerados adalides indiscutibles de las letras patrias.

En casi cuatrocientas páginas (pero no se asusten: se lee con mucho gusto y en muy poco tiempo), su autor crea todo un trasfondo intelectual, e incluso filosófico, que hace que los ecos de lo leído resuenen en la mente del lector una vez finalizada la última página. No voy a desvelarles el argumento (para eso están las solapas, o los suplementos culturales, o internet) ni tengo espacio para glosar sus muchas virtudes. Las estrecheces que me vienen impuestas por las dimensiones de esta columna sólo me dejan tiempo a recomendarles que se la compren y la lean. No es poco. Y encima, me lo agradecerán.

Publicado en El Comercio.

 

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