Estancias y paseos: Azorín y Darío, por René Letona. 9/03/2011

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Estancias y paseos: Azorín y Darío. 

Conocidas son las páginas en que Azorín narra su visita a Rubén Darío, a la sazón veraneante en La Arena, pueblo costero de Asturias. Se les adivina haber sido trasladadas del periódico en el que primeramente se hayan publicado, pues aun con los primores del paisajista de que se vale al inicio Azorín, el trabucar el título preciso Cantos de vida y esperanza por el de Cantos de amor y de esperanzas denota una cierta premura de redacción. La sencillez de la frase, lo directo del tono y lo ordenado del relato contribuyen al mismo efecto, y sobre todo esa pátina de tiempos idos. El comentario de que “la evolución no tiene más plan ni más finalidad que ella misma” y la pregunta: “¿Recordáis la inquietud que se apoderó de Nietzsche cuando descubrió la vuelta eterna?” remiten a la época en que privaban las ideas positivistas, un difuso darwinismo social y una generalizada desazón, a la que respondía Nietzsche con su doctrina del Superhombre.

Menos conocidas por el gran público son las páginas que Rubén Darío dedicó a Asturias. Fruto de sus estancias veraniegas en La Arena y San Esteban de Pravia —la de 1905, fecha en que lo visitó Azorín, y las siguientes de 1908 y 1909—, las incluiría en la colección de crónicas Todo al vuelo publicada en 1912. Constituyen un total de seis artículos. El primero cuenta la visita del poeta a la catedral de Oviedo, el segundo describe el pueblo de San Esteban, el tercero y el cuarto están referidos respectivamente a la procesión de San Telmo, patrón de marineros, y a la anécdota a la que éste ha dado pie en la imaginación popular. En cuanto al quinto, titulado “Un eclipse” y dividido en dos partes, recuerda primero el relato de Pedro Antonio de Alarcón en torno al eclipse de sol del 18 de julio de 1860 y, después, las propias impresiones de Darío. El sexto artículo, el más extenso, casi un ensayo sobre la poesía asturiana escrito por el poeta durante los días estivales de 1908, demuestra su interés por la expresión poética local y que leía y entendía el asturiano o bable sin dificultad.

Pero más conmovedor aún es saber, gracias a esos paseos y estancias de reposo en Pravia, que “nuestro poeta”, como lo llama Azorín, solía despertar a deshoras de la noche para escribir, en las cuartillas pegadas en la pared a la que se hallaba arrimado el lecho, los barruntos de versos que le dictaba el sueño. ¡Milagros de su inspiración!  

 

René Letona es poeta y director de la revista digital Hartz.
 
Foto tomada del blog A orillas del Narcea del escritor Luis Arias Argüelles-Meres

 

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