Francisco García Pérez

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A los ocho años, por azaroso contagio -pues ni era ambiental, ni genético- se hizo conmigo el virus incurable de la lectura y de la escritura, que conjuntas entran en sangre las dos. Tengo documentada esa invasión en un cuadernillo de hule, de tapas negras y cantos rojos. Me convertí, por tanto y sin remedio, en doble militante de ambas, en amante simultáneo de las dos, en marido fiel de la una y la otra: hay que convivir gozoso y ejemplar con la enfermedad. No lamento este viaje en compañía de tan dulce doble mal. Yo, que hasta llegué, traidor, a cambiar de equipo de fútbol, a pasarme al enemigo ancestral en momentos de insania propia, aplaudiendo en campos que antes odiaba hasta la fiebre y que la sola idea de pisarlos me habría enfurecido, sólo me mantuve firme toda mi vida en mi lealtad hacia tan nobles damas. El único premio que en público se me otorgó por mi longevidad en el feliz padecimiento me lo dio la AEA un año, sólo para comprobar al siguiente que mi hija había adquirido -ahora ya sí, por contagio ambiental y genético- el mismo virus. El premio privado es perenne, excitante, renovado; el único gozo, con la mar, que prevalecerá así que pasen muchos años.
Abrazote.
 
Francisco García Pérez.
 
Foto: bitácora del autor La grímpola

 

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