Un Pez Cabal
Josele Santiago
Centro Cultural Cajastur, Oviedo.
Martes, 15 de diciembre de 2009.
Superviviente de la generación perdida del rock español -entre la postmovida y el indie, entre el 84 y el 93- Josele Santiago continúa su travesía al margen, a su bola, como curtido pez en un océano de mareas incomprensibles. Respaldado por todo un histórico como el vigués Pablo Novoa (exGolpes Bajos, exLa Marabunta, colaborador de una pléyade de artistas, de Los Ronaldos a Mastretta), ofreció uno de esos conciertos bien alejados de la fanfarria convencional de los impostores de masas. Esos superventas que van de auténticos y en sus poses no hay nada de verdad, impostores que buscan el dinero fácil, el éxito rápido, con fórmulismos para ganarse a quienes ven un par de actuaciones al año y se pierden a quienes llevan grabada la palabra honradez con letras de oro en sus discografías. Porque Josele exuda verdad en cada estrofa, en cada canción. Ya desde el inicio, cuando asomó su cabeza tras las cortinas, despistado, antes de entrar y abrir con su "Loco Encontrao", uno percibía el valor de aquellos que escogen su propia senda -aunque vaya a ser de piedras- y crean su estilo único e intransferible. Muchos hubieran preferido llenar la chequera con Los Enemigos, él dejó ese proyecto por el que tanto había luchado en lo más alto para tomar el camino actual. Canciones como "Ciempiés", "Pensando no se llega a ná", "Baile de los peces", "Pescao" o "Tragón" van inundando la atmósfera de un entusiasmo que desata el peculiar humor castizo del exEnemigos: al ponerse a afinar ambos a pelo, recuerda que tenían un pipa para esos menesteres, pero que ahora "van a tener que manifestarse frente al Ministerio de Cultura para que les paguen uno". Para el bis que el público ha solicitado en pie, regala primero el clásico de Los Enemigos "Desde el jergón", y termina con "Mi Prima y Sus Pinceles" para un público que se quedó con ganas de más, de mucho más. Rock para aprender, rock para enseñar, el rock que nunca entenderán los adictos a la masa borreguil. Acostumbrado a no acostumbrarse, Josele navega río arriba sin la desesperación del salmón, sabedor de que sus derroteros son ahora más poderosos que los de las caprichosas corrientes. La cuenta atrás ha terminado, el tiempo discurre a su favor.